Por Ignacio Briones, decano Escuela de Gobierno UAI Diciembre 18, 2014

En La carta robada, Edgar Allan Poe cuenta esta historia: un ministro roba una importante carta de la realeza. La esconde en su casa. Los servicios secretos deben recuperarla en sigilo. Luego de minuciosas revisiones, no logran encontrarla. Sin embargo, estaba en el lugar más elemental: un cartero sobre la chimenea. Era el mejor escondite. Por obvio, los sofisticados agentes sencillamente lo ignoraron.

Nuestra mirada sobre la economía china puede tener similitudes con este relato. Tendemos a asumir un escenario de “aterrizaje suave” con un crecimiento del 7% anual. Se trataría de un sano proceso natural que sigue asegurando una expansión robusta. Hay buenas razones macro para esta tesis. China tiene una tasa de ahorro y de inversión cercana al 50% del PIB, un todavía bajísimo stock de capital por habitante (12% del de EE.UU.) y un PIB per cápita que es un 14% del de EE.UU.  Queda, así, mucho espacio de crecimiento y convergencia.

Pero, como en La carta robada, no hay que pasar por alto lo que puede estar frente a nuestras narices. La historia económica nos ha enseñado hasta la saciedad que problemas en el sector financiero pueden ser en extremo disruptivos en el real. Y China presenta evidentes riesgos a este respecto. Principalmente por un acelerado crecimiento de la llamada “banca en las sombras” y señales de burbuja inmobiliaria.

Pocos años atrás los bancos chinos, casi todos estatales, controlaban el crédito. Esto cambió. En 2013 un 50% del nuevo crédito provino de la “banca en las sombras”. Hoy este sector representa un 45% del PIB y un tercio del stock de créditos. Su importancia pasó a ser sistémica. Los llamados trusts se han transformado en su vehículo principal. Se trata de fondos de intermediación que ofrecen al público altos rendimientos de corto plazo. Con una expansión de 500% desde 2010, hoy explican un 40% de la “banca en las sombras”. Sus productos son incluso ofrecidos a través de los propios bancos. A su vez, un 20% de los activos de la banca mediana está invertido en los trusts.

La explosión de esta industria financiera paralela ocurre, en buena medida, por el exceso de regulación sobre la banca formal. Esta es su virtud pero también su riesgo. Si bien la “banca en las sombras”  facilita la intermediación financiera, lo hace en un contexto altamente desregulado. Y esto, lo sabemos, puede derivar en peligrosos excesos. El crédito fácil lleva a proyectos de inversión que no calibran sus riesgos. La “banca en las sombras”  ha contribuido a lo anterior. Y el sector inmobiliario en China es un ejemplo de manual.

Con una inversión anual del orden de 11% del PIB, se estima que China construye más de 1 m2 residencial por habitante y unas 20 nuevas ciudades cada año. Si bien la masiva inmigración campo-ciudad podría ofrecer justificación, el problema es que la tasa de vacancia es elevada (analistas la sitúan en 20%). Muchas de estas ciudades están incluso virtualmente vacías. Kangbashi, construida para 500.000 personas, es un ejemplo ícono de ciudad fantasma. Y la lista es larga, incluyendo excentricidades como réplicas de Manhattan, Londres y París. ¿Qué es una burbuja sino un espacio vacío?

En lo que va del año, la venta de viviendas nuevas en China ha caído 12,5%. A su vez, entramos al quinto mes de bajas en los precios. La continuación de esta tendencia podría causar severos problemas en el sistema bancario en las sombras. Y, dada su importancia sistémica, también en el resto del sistema financiero y en la economía como un todo. ¿Seguiremos buscando la carta robada?

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