Por Edmundo Paz Soldán Diciembre 18, 2014

En enero del 2001 viajé a La Habana invitado por la Casa de América para ser jurado de su premio de novela. Me sorprendieron muchas cosas de esos diez días que pasé en la capital y en la ciudad de Cienfuegos, leyendo manuscritos y discutiéndolos con Alberto Laiseca, Jorge Franco e Ignacio Padilla. Lo que más recuerdo es la forma en que los funcionarios de la Casa de América, siempre prestos al diálogo, me hablaban con firmeza y convicción de la guerra en que se encontraban contra los Estados Unidos; el bloqueo justificaba todo y le daba una superioridad moral al gobierno cubano, le permitía convencer a sus ciudadanos de que cualquier sacrificio era válido con tal de no hincar las rodillas y perder el orgullo. Tuve la prueba clara de que el bloqueo y el embargo eran un fracaso.

Otra cosa que me llamó la atención era que la retórica bélica se usaba para todo. En el periódico Granma se podía leer: “Cuba, en guerra contra los mosquitos”.

Gracias al bloqueo, la guerra fría no había terminado en Cuba y el gobierno podía tener a su ciudadanía en posición de apronte, lista para el combate. El escritor cubano Antonio José Ponte ha hablado de “estática milagrosa” para entender cómo los viejos edificios de La Habana no se caen; del mismo modo, el bloqueo norteamericano sirvió para alimentar la “estática milagrosa” del régimen cubano. Podía haber caído el muro de Berlín, haberse derrumbado la Unión Soviética, pero ahí estaba un ejército caribeño, ayudado por su enemigo para sostener una situación insostenible.

Motivado por razones económicas, Cuba se ha quedado ahora sin su enemigo principal y, por lo tanto, pierde una parte de su poder en el continente. En cuanto a los Estados Unidos, han sido, por fin, pragmáticos con este tema. Les costó admitir el fracaso del bloqueo y asumir en sus relaciones con Cuba lo que el resto del mundo sabe desde hace mucho: su influencia no se mide tanto por su capacidad de bloquear un país o destruirlo a punta de bombardeos, sino por las múltiples formas con que penetra cultural y económicamente en otros países.

Que se prepare Cuba.

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