Por Juan Pablo Garnham, desde Nueva York Noviembre 27, 2014

Llamo por teléfono a Nick Gray y una de las primeras cosas que me pregunta es por qué llegué a ellos. “Bueno, emm, no lo sé, la verdad es que me encantan los museos”, le digo titubeando. “Esto no lo creamos pensando en gente como tú”, me responde directamente. No es que Gray sea alguien serio. Todo lo contrario, su emprendimiento, Museum Hack, una de las cosas que ha hecho es poner un poco de desorden en el ordenado mundo de los museos. No, lo que pasa es que esta es una misión que, para Gray, es fundamental.

“Yo vivo en Nueva York, hogar de tantos museos espectaculares, pero la mayoría de mis amigos no iban a estos lugares”, dice Gray, “entonces empecé a darles tours gratis y se convirtieron en algo popular”. Sus amigos les contaron a sus amigos, y en 2013 Gray decidió renunciar a su trabajo y dedicarse a esto a tiempo completo.

Desde la raíz, su emprendimiento ha buscado reencantar a la gente, sobre todo a quienes ven al museo como otro edificio más para turistas. “Muchos museos están haciendo cosas muy buenas. Trabajan muy bien con niños y con los sectores más necesitados”, explica Gray, “pero, para la generación de los millennials y para los adultos, la experiencia en vivo, la de los tours, es normalmente muy mala”.

Basta hacer un tour con la compañía de Gray para entender cómo ellos han hackeado esta experiencia. En vez de tratar de abarcar los más de dos millones de obras y los 190 mil metros cuadrados del Met -museo donde comenzaron trabajando-, eligen cuidadosamente menos de diez salas. “Adapto el recorrido casi en el momento, de acuerdo al grupo que tenga”, dice Nora Boyd, una de las guías, “por ejemplo, si sólo son adultos, puedo tocar temas que con niños no puedo mencionar”.

En la sala de las armaduras medievales, por ejemplo, Nora explica cómo hasta el día de hoy las placas son limpiadas una vez al año, con escupo humano, porque otros químicos las dañan. “Incluso hemos sabido que testean el pH de la saliva de los trabajadores”, dice Nora. Pero esto no sólo se trata de datos de trivia. También hay mucha interacción: en otra sala, Nora explica que entre estas cuatro paredes está el cuadro más caro del Met. Los invitados se miran sorprendidos, al ver pequeñas pinturas medievales, y Nora los invita a apostar por cuál sería esta pintura que costó 45 millones de dólares (es un cuadro de 28 por 21 centímetros, La Madonna y El Niño, de Duccio).

En otro salón del Met, Nora se detiene en una de esas exhibiciones que a nadie le parecen importar, unas copas de plata, y explica cómo se emborrachaban los nobles en el siglo XVI en Alemania. También hay juegos, historias subidas de tono, una obra de teatro de cinco minutos y bastantes risas. “La experiencia del tour fue algo que desarrollamos después de muchos testeos y experimentos con amigos y clientes”, dice Nick Gray.

El éxito de la fórmula no sólo los ha llevado a sumar otros museos -hoy están en el de Historia Natural y en el Museo de Brooklyn-, sino también a crear tours nocturnos, donde uno recorre el museo con una copa de vino en la mano. También trabajan con empresas (Google, The New Yorker y Lego han contratado sus servicios) y hasta hacen despedidas de solteros. Además, han comenzado a hacer consultorías y Gray ya ha asesorado a museos en Noruega y Japón.

Pero quizás lo más interesante de todo es lo barata que es la fórmula. A los museos, incluso al Met, nunca les sobra el dinero. Y, mientras muchos están comprando pantallas táctiles e invirtiendo en apps, ellos proponen otra cosa. “Nosotros creemos que, en los tours, contar historias y generar participación son más importantes que la tecnología”, dice Gray. La inversión está en sus guías y en la creatividad. Porque, a veces, para ser un hacker no es necesario ni siquiera saber de computación.

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