Por Diego Zúñiga Contreras, desde Bonn Julio 17, 2014

En el museo Casa de la Historia de Bonn, que revive los episodios más importantes desde 1947 a la fecha en Alemania, hay un sector dedicado al triunfo de la RFA en el Mundial de Suiza, en 1954. El “milagro de Berna”, donde los germanos vencieron por 3-2 a los favoritos de Hungría, es para la principal potencia de la zona euro un momento especial que marca un quiebre con la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y muestra que el país, destrozado, intentando salir de las ruinas mediante la recuperación de los ladrillos que quedaron del conflicto, podía mirar al futuro y esperar algo más que ignominia.

El triunfo del domingo 13 de julio por 1-0 sobre Argentina en el Mundial de Brasil carece de semejante carga emocional, pero expone al mundo la “nueva” Alemania, la que sostuvo al Viejo Continente en plena crisis del euro, la que ordenó las economías de los países más díscolos y la que apuesta a dejar de ser solamente una potencia financiera y busca, con recaudos pero lo busca, convertirse en protagonista también en otras áreas. La militar, sin duda. Lo dijo sin ambages su ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, en la revista Der Spiegel. La política, claramente. El ministro de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, viajó a Medio Oriente para mediar en el conflicto palestino-israelí, mientras la canciller Angela Merkel autorizó la expulsión del jefe de los servicios de inteligencia de Estados Unidos en Alemania, reaccionando a una impresentable crisis de espionaje entre aliados.

La “nueva” Alemania se ve también en la cancha, con un Sami Khedira corriendo junto a un Bastian Schweinsteiger, con un Jérôme Boateng afirmando la defensa, con un Mesut Özil organizando las salidas del mediocampo. Y eso se replica también en la calle, donde las nuevas generaciones, más tolerantes y diversas, más abiertas y conectadas con el mundo, ya no temen sacar la enseña patria que a sus padres y abuelos tanto recelo les sigue causando. La misma canciller, renuente a los nacionalismos en tiempos de europeísmo, quitó de las manos una bandera al secretario general de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), Hermann Groehe, cuando Merkel ganó las últimas elecciones.

A los jóvenes de Alemania esos pudores los tienen sin cuidado. Tras el triunfo, gritaban “Super, Super, Super Deutschland” mientras golpeaban el techo del metro. Alegría, camisetas de la selección, banderas en los autos, los colores pintados en la cara y en los cabellos, los rubios y los morenos por igual. Euforia sin desmanes, orgullo por un país que gana en varios frentes y ánimo suficiente para gritarlo al mundo. A diferencia de las otras generaciones, los jóvenes se dan ciertas libertades, siempre dentro de un marco de respeto. La lógica es “podemos golpear el techo del metro, pero no romperlo”. Ésa es la nueva Alemania.

La selección de Löw es un símbolo de los nuevos tiempos. André Schürrle, quien corrió por la banda izquierda y centró la pelota que terminaría en gol, nació en noviembre de 1990. Mario Götze, el muchacho que controló de pecho y anotó el tanto que daría el título a su país, nació en 1992. Ninguno de ellos vivía para la caída del Muro. Ninguno de ellos vivía para la reunificación. Ninguno de ellos había visto a su país campeón de un Mundial de fútbol. Hasta ahora, que ellos, los nuevos alemanes, llevaron nuevamente a su país a la gloria.

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