Por Enero 2, 2014

¿Quién era Jaime Guzmán? En un Chile que se interroga sobre su futuro, la pregunta es más que pertinente. En efecto, Guzmán parece haber sido el intelecto articulador del programa político y económico bajo el que hemos vivido las últimas tres décadas. Más allá del juicio que cada cual pueda tener sobre el pensamiento y la acción de Guzmán, se trata de un personaje decisivo no sólo para comprender el pasado, sino también nuestro presente. Tales son las preguntas que dan origen al reciente libro de Cristián Gazmuri (¿Quién era Jaime Guzmán?, RiL, 2013, 119 páginas), que indaga en la vida y personalidad del fundador de la UDI. En un país poco dado al género biográfico, Gazmuri tiene buenas credenciales para emprender el desafío, pues escribió hace algunos años un libro excepcional sobre Eduardo Frei Montalva.

Para escudriñar a Guzmán, Gazmuri elige un ángulo personal: la tesis más o menos implícita a lo largo del libro es que no se entiende la acción pública del líder gremialista sin hacer referencia a su vida privada. Dicha así, la tesis tiene algo de banal: las múltiples dimensiones de la vida están necesariamente ligadas entre sí. Para que la idea pudiera adquirir algún interés, habría que llevarla más lejos, y Gazmuri opta por concentrar su interés en la ausencia del padre: Guzmán habría buscado una figura paterna de reemplazo. Ahora bien, Gazmuri tiene enormes problemas para justificar su interés por la vida privada de Guzmán. No trepida en darnos múltiples detalles domésticos de su vida personal y familiar, a veces haciéndose eco de meros rumores, sin explicarnos el interés de ese tipo de minucias ni conectarlas adecuadamente con el todo. Durante largos pasajes, el libro se reduce a una suma de especulaciones del autor, que se ve obligado a llenar los numerosos vacíos sobre la vida de Guzmán con sus propias suposiciones (de ahí el uso y abuso de “quizás” y “posiblemente”, que denotan cierta falta de rigor). Gazmuri nos concede incluso el dudoso privilegio de conocer su opinión sobre la virginidad de Guzmán. Llegado a este punto, el lector tiene el deber de preguntarse si acaso todo esto tiene alguna relevancia.

Estas consideraciones nos llevan a una reflexión de orden más general. El autor pretende descubrir al Guzmán más íntimo, que daría cuenta a su vez del hombre público. Con todo, antes de emprender un viaje uno debe preguntarse si cuenta con  los medios indispensables para llegar a puerto. Guzmán no es un tipo que se deje descubrir con facilidad; más bien se esconde, y por eso los testimonios son tan limitados. Introducirse en los recovecos de su intimidad es tarea muy ardua, y Gazmuri no logra traspasar un muro invisible, contentándose con observarlo de lejos. Dicho de otro modo, no nos da las claves que permitan descifrar el enigma: una vez leído el texto, el misterio sigue intacto. Por eso el libro nunca termina de encontrar su registro: no es biografía, no es ensayo, no es un estudio sobre su pensamiento, no es análisis psicológico, ni tampoco estudio de su acción política, aunque por momentos parece tener un poco de todo eso. Gazmuri parece no tomarse muy en serio los límites del conocimiento historiográfico, que habrían exigido un trabajo mucho más exhaustivo para intentar unir las distintas dimensiones de la vida de Guzmán. A falta de eso, tenemos un libro que se permite demasiadas facilidades, convirtiéndose en una dudosa recopilación de anécdotas. Éstas no permiten, ni de lejos, dar respuesta a la pregunta inicial.

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