Por Juan Pablo Garnham Diciembre 26, 2013

El día que Chile clasificó al mundial, Jeff Kelly Lowenstein estaba impresionado. Vio el 2 a 1 contra Ecuador y después la locura de las celebraciones. “Fue fantástico”, Jeff recuerda. “Algunas personas nos habían dicho que los chilenos eran más fríos”.

Kelly Lowenstein, periodista de Chicago, estuvo en Chile como becado Fulbright y, entre otras actividades, escribió una serie de artículos para la revista The New Yorker. Sus textos fueron acompañados por fotos de su hermano, el premiado fotógrafo Jon Lowenstein, quien, además, se “adueñó” de la cuenta de Instagram de la revista neoyorquina. En ella, por una semana publicó fotos del día a día chileno. La intensidad de los últimos meses en Chile hizo que el trabajo no fuera difícil: además del triunfo en el fútbol, pudieron ver las pasadas elecciones y el aniversario de los 40 años del golpe.

Estuvieron con el ex juez Juan Guzmán, con el concejal de Providencia Jaime Parada, con la dirigente de DD.DD. Ana González. Caminaron por los recintos de votación, por las calles de Santiago, estuvieron en los cierres de campañas políticas. Lo que más les llamó la atención, dicen, fue cómo Chile miró sus heridas y las reinterpretó hacia otras temáticas. “Me pareció que muchos jóvenes están tomando lecciones de los abusos de esa época para reinterpretarlos en lo que hoy les pasa”, dice Jeff Kelly Lowenstein. “Lo pudimos ver en temas como el medioambiente, los homosexuales, la pobreza e incluso el acceso a internet”.

“Lo que quedó en mi cerebro son los efectos del golpe, que todavía quedan en la sociedad”, explica el fotógrafo Jon Lowenstein. “Se ve en cosas bien sencillas, pero también en cosas grandes”. Luego de esos intensos días, vinieron las elecciones. Jon había cubierto importantes votaciones para distintos medios, desde Estados Unidos a Afganistán. Tenían expectativas de lo que pasara con estas dos hijas de generales con tan dispar historia. Pero lo que vieron fue, de alguna manera, anticlimático. En los centros de votación pudieron ver que el proceso funcionaba rápido, transparente, pero, que, a la vez, rondaba la apatía.

“Fue una campaña que, en el papel, parecía muy interesante, pero finalmente no fue así”, dice Jeff. Y se acuerda de lo que vieron después de que se entregaran los resultados de la primera vuelta. En el hotel San Francisco, donde Bachelet tenía preparada su celebración, ese triunfo mordido dejó el salón más vacío que lleno. En el Intercontinental, donde se reunieron los adeptos de Matthei, Jon tomó una de las últimas fotos que publicó en el Instagram del New Yorker: un podio vacío, en blanco y negro, sólo con periodistas cansados luego de meses de una monótona intensidad.

Relacionados