Por Ana María Gálmez, concejera Fundación Nocedal Diciembre 5, 2013

El planteamiento lo expresó Rodrigo Jordan, presidente de la Fundación Superación de la Pobreza, en el  seminario  “Una nueva mirada sobre la pobreza”, donde presentó una serie de propuestas para que, como país, pasemos del paradigma de “dar cosas” al de convocar a los afectados. Es cierto, Chile es un país ejemplar en muchos sentidos:  el analfabetismo se redujo de 5,2% en 1990 a menos de 3,3% en 2011; la proporción de personas en campamentos ha caído por debajo del 0,2%; la desnutrición y el hambre se han prácticamente erradicado.

Pero nos encontramos frente a una nueva pobreza. Hoy se tiene mucho más que antes, pero de manera insegura y endeudada. “Vivir en pobreza en el Chile de hoy se relaciona con ser invisible para el resto de la sociedad, tanto materialmente como en el no reconocimiento del esfuerzo”. La superación de la pobreza, entonces, no pasa por un cambio de situaciones, sino que por modificar las relaciones sociales.

No podremos erradicarla si seguimos dándole una invisibilidad manifestada en segregación residencial, laboral y educacional. La pobreza hoy se ha desplazado del no tener al no tener qué hacer con mi vida.

Se me vienen a la cabeza tantas campañas asistencialistas, necesarias, pero que calman más la conciencia de quienes somos privilegiados.

No existen “personas pobres”. No es una condición intrínseca del ser. Hay personas afectadas por la pobreza y este simple cambio de mirada permite romper con la devaluación social que encierra esta etiqueta. Obliga a reconocer a las personas su dignidad, como sujetos válidos, que también poseen recursos y capacidades.

Quien enfrenta la pobreza es siempre sujeto activo y no solamente el objeto de una ficha de protección social. En la práctica, la focalización social ha generado frustración, impotencia y, peor, un perverso ejercicio de demostración de la miseria para recibir apoyo, como, por ejemplo, esconder a los maridos para sumar puntos.

La pobreza “es un fenómeno que afecta al conjunto de la existencia humana, limitando también lo que se puede ser, hacer y dónde se puede estar”, plantea el estudio “Umbrales sociales para Chile”. Se puede evitar el hambre entregando alimentos o el frío con ropa, pero sólo se supera esta situación cuando las familias y comunidades pueden resolver sus necesidades; no aislándolos en barrios, programas, servicios o trabajos precarios.

La síntesis de todas las exigencias éticas en las relaciones humanas es simplemente tratar a las personas “como personas”, con su historia y un propio futuro, no como un número o un punto del PIB. Todos pueden y deben integrarse plenamente en la sociedad y eso pasa, como señala el Papa Francisco en su reciente exhortación apostólica Evangelii Gaudium, en devolverle el verdadero sentido a la palabra solidaridad, que se malinterpreta como actos esporádicos de generosidad: “Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”.

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