Por Pablo Ortúzar, Instituto de Estudios de la Sociedad Noviembre 14, 2013

Hoy los anarquistas vuelven a presidir la FECH en tiempos de irrupción de las clases medias, como la última vez que lo hicieron, bajo Arturo Alessandri.

Yo alguna vez adherí al pensamiento anarquista. El 2006, gracias al presidente de la FECH, Nicolás Grau, conocí a Noam Chomsky y le pregunté si tenía futuro este ideario. Él me dijo esa vez que el anarquismo pertenecía más al futuro que al pasado, ya que el ideal de vivir una vida sin coerciones ilegítimas no podía ser del pasado. Atento a eso, pero pensando que uno debía actuar en el presente, finalmente opté por el liberalismo conservador de pensadores como Burke o Tocqueville, que, escépticos del poder como cualquier anarquista, responden aceptablemente las preguntas que el anarquismo no ha podido y reivindican de igual modo el apoyo mutuo.

Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de anarquismo?

Se denomina “anarquismo” a un sinfín de corrientes ideológicas nacidas al alero del siglo XIX que hacen de la lucha contra el poder y toda forma de dominación ilegítima su principal causa. Las numerosas facciones surgen, obviamente, de la discusión respecto a qué se debe entender por dominación ilegítima y qué medios son aceptables en la lucha contra ella.

La división principal en el primer nivel se da entre “anarquistas individualistas” (como Stirner) y “socialistas libertarios” (como Bakunin, Reclus, Proudhon y Kropotkin). En el segundo nivel, el de los medios de lucha, las posiciones van desde el terrorismo hasta la resistencia pacífica.

Los anarquistas fueron siempre detestados por los comunistas, que los veían como utópicos y voluntaristas pequeñoburgueses. Engels y Marx dedicaron cientos de páginas de críticas y burlas contra ellos, siendo los puntos altos de esos debates la expulsión de Bakunin de la Primera Internacional y la dura batalla intelectual entre Proudhon y Marx.

El problema anarquista, el de querer combatir en el presente no sólo a los abusadores del poder de hoy sino también a los de mañana y no saber cómo, arrastró a muchos de sus representantes a las miserias más abyectas (nihilistas) y a otros a las cumbres intelectuales y morales (Tolstoi). Pero los momentos de mayor drama para los ácratas -basta leer a Luigi Fabbri o a Rudolf Rocker para constatarlo- fueron sin duda la Revolución Soviética y la Guerra Civil española. Y lo fueron porque en ambos casos fueron golpeados, por la espalda, por balas comunistas: los marineros de Krondstat y el ejército negro ucraniano de Néstor Majno aniquilados por el ejército rojo, y los anarquistas apresados y asesinados por los bolcheviques en la propia retaguardia del frente hispano, lo que fue retratado por George Orwell en Homenaje a Cataluña e inspiró 1984.

Finalmente, el anarquismo vuelve a tomar impulso académico en el siglo XX de la mano del “anarcocapitalismo” de Murray Rothbard y de Robert Nozick, que abandonan toda ilusión colectivista y se la juegan por una defensa radical del individuo contra el estado.

En Chile, en tanto, el anarquismo tiene una historia más antigua y noble que el comunismo y suma en sus filas a grandes personajes, como Luis Emilio Recabarren (muerto en extrañas circunstancias luego de abjurar del comunismo), Pablo de Rokha, Carlos Pezoa Véliz, Manuel Rojas, Fernando Santiván, Augusto D’Halmar y Clotario Blest (quien es expulsado de la CUT por los comunistas en 1965). Sin ir más lejos, fueron en buena parte anarquistas quienes fundaron la FECH en 1906, la que ya para los años 20 se consideraba abiertamente anarco-sindicalista y que debió enfrentar toda la furia de la llamada “Guerra de don Ladislao”, que terminó con el poeta anarquista y estudiante Domingo Gómez Rojas muerto en prisión y con el otro gran escritor anarquista de la FECH, José Santos González Vera, huyendo al sur.

Luego el siglo XX no les dio mucho más espacio.

Hoy los anarquistas, tras casi un siglo, vuelven a presidir la FECH. Y lo hacen atrapados en su eterna paradoja respecto al poder: por eso piden más control estatal sobre la sociedad al tiempo que dicen combatir el estado. Por eso, también, llaman a no votar en las elecciones presidenciales luego de ganar una elección universitaria. Por eso, en fin, quizás el anarquismo siga siendo una cosa del futuro. Vamos a ver.

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