Por Manuel Maira B., desde Nueva York Junio 6, 2013

Dice que nunca le gusta del todo algo, que siempre está disconforme. El año pasado James Murphy vino a Santiago en plan de DJ y las horas previas a apoderarse de las máquinas estaba obsesionado con la ubicación de los parlantes. Los quería bajar del escenario y poner en la misma pista de baile. Después de un buen rato, ganó la pelea y terminó haciendo bailar a la gente que llegó esa noche de diciembre a un club de Vitacura, como él quería. 

“Soy una persona difícil. No me gustan las cosas que la gente hace. Siempre pienso en hacerlas distinto. Por eso armé mis máquinas, armé un estudio, una banda, un sello”, dice sentado en un amplio sillón ubicado en el medio del escenario de un teatro de la Universidad de Nueva York. El lugar está lleno de atentos veinteañeros que agotaron las entradas con semanas de anticipación para su charla programada en el marco del Red Bull Music Academy 2013, donde el líder de los disueltos LCD Soundsystem intenta explicar cómo un gordo que no canta muy bien, arma una banda  y un sello después de los 30 para convertirse en el tipo más ondero en uno de los epicentros de la onda.

En la disconformidad constante que describe está el origen de lo que todas las reseñas destacan en sus biografías: haber hermanado la electrónica bailable con la vibra del punk tocado en vivo. El encuentro perfecto del indie con las máquinas. Eso que los medios llamaron dance punk y que Murphy nunca tuvo conciencia de haberlo armado. Dice que era tal el ajetreo en el que se vio envuelto, que jamás se dio cuenta que lo que partió como una serie de fiestas en el East Village de Manhattan con flyers escritos a mano, con música grabada en sistemas de sonido hechos por él mismo, se transformó en un movimiento junto a nombres como The Rapture o Hot Chip.

 La fórmula: una antifórmula. “Pasé mucho tiempo de mi vida musical admirando mucho a otra gente que tenía atributos que yo no. Los envidiaba. También pensaba mucho en lo que quería la gente, pero nunca lo supe. Vine a encontrar un camino cuando hice lo que yo quería, sin pensar demasiado en la gente, sólo buscando algo que me sonara fresco a mí mismo”.

Con LCD Soundsystem hizo tres discos, se fue de gira por el mundo y subió a escenarios en varios festivales de prestigio mundial, hasta que decidió terminar la historia. “Cuando sacamos el primer disco, nos pedían mucho que lo tocáramos en vivo. Pasaron varios meses hasta que resolvimos cómo hacerlo. Era un disco hecho en máquinas, entonces les dije a mis amigos que me acompañaran a tocar un fin de semana y terminaron siendo casi 10 años”. 

Para medir la figura de James Murphy, ayuda decir que fue llamado por Damon Albarn de Blur y André 3000 de OutKast para hacer una canción que lo hizo preguntarse qué diablos hacía entre esos dos personajes. También ayuda decir que colaboró en la producción del próximo disco de Arcade Fire y que se dio el lujo de acabar con su banda justo en el peak de una ascendente carrera. De eso quedó un documental. “Estoy realmente obsesionado con el sonido”, repite como un mantra antes de despedirse ovacionado en el teatro y desaparecer como una estrella.

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