Por Iván Poduje, arquitecto, socio de Atisba Marzo 28, 2013

Una de las grandes lecciones que deja el gobierno de Piñera es el riesgo de generar grandes expectativas con equipos nuevos y un Estado poco aceitado para reformas. 

Estas condiciones se dan en Providencia, y por ello Josefa Errázuriz tiene la pista pesada para materializar ese nuevo paradigma de gobierno local que prometió en su campaña y que defendió tantas veces como dirigenta. 

Hasta ahora, la alcaldesa ha decidido tomar el camino corto y seguir como activista, saliendo a la calle para apoyar causas ciudadanas de alto impacto mediático, además de enfrascarse en peleas públicas con funcionarios de confianza de su antecesor. Su primera medida fue respaldar una acción legal para frenar un proyecto inmobiliario ubicado en un área verde privada conocida como “Los Estanques”. La alcaldesa tuvo éxito y calificó el resultado como una gesta épica y un símbolo de su nueva forma de gobernar ciudadana. Luego fue por más, y exigió que Metro le construyese una estación de la nueva Línea 6 en Eliodoro Yáñez con Pedro de Valdivia. 

En ambos casos la estrategia municipal fue similar: uso eficiente de redes sociales, marchas con buena cobertura de prensa, carteles verdes, y la alcaldesa en la calle tocando pitos junto a un puñado de vecinos. 

Claro que a diferencia de Los Estanques, en el Metro Josefa Errázuriz tiene mucho que perder. Primero es prácticamente imposible que la empresa acceda a su petición, ya que está construyendo una estación a 10 minutos de la solicitada, y no hay demanda de transporte que justifique tamaña inversión. 

Pero lo más relevante es la pérdida de consecuencia, ya que es poco presentable que una alcaldesa progresista exija millonarios recursos fiscales para la tercera comuna más rica de Chile, que además contará con cuatro líneas de Metro, mientras la enorme mayoría de los municipios claman por recursos para mantener unas pocas áreas verdes. Ni siquiera el ofrecimiento de cofinanciar la estación reduce esta contradicción. Tampoco el supuesto beneficio para “todos los santiaguinos”, ya que, a diferencia del centro comunal de Providencia, la demanda del “Metro Eliodoro” es fundamentalmente vecinal y de algunos estudiantes, que perfectamente pueden caminar los 10 minutos que los separan de la próxima estación.

Si Josefa Errázuriz quiere romper paradigmas, debe tomar el camino largo y cambiar las pancartas por las propuestas. Algo de ello vimos cuando recomendó mejorar el diseño de las estaciones de Metro, tomando el concepto de Manuel Montt, o cuando dio luces interesantes para reformular el Plan de Desarrollo Comunal con nuevos mecanismos para incorporar aportes ciudadanos y preservar barrios. 

Ahora la alcaldesa debe materializar estas ideas, ejecutar obras, cambiar normas y revitalizar su centro comunal. Estos cambios afectarán intereses y le granjearán enemigos, incluso entre los propios vecinos que la eligieron. Errázuriz deberá pagar ese costo si quiere atacar temas pendientes y sacarse la sombra de hacedor que dejó Labbé, y que de seguro enarbolará como slogan si decide intentar volver al Palacio Falabella. 

Si no cambia el chip de activista, la administración de Errázuriz podría terminar en un “cosismo” vecinal y una oportunidad perdida para demostrar que la política puede renovarse y a la vez dejar un legado urbano de importancia. Eso es lo que merece Providencia. Afortunadamente tiene tiempo para hacerlo.

 

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