Por Arturo Arriagada Abril 5, 2012

Los optimistas del papel de internet  en la vida cotidiana aseguran que ésta impulsa una nueva economía y una nueva forma de hacer política. El problema de esta visión es considerar como novedad una tensión conocida entre distintas visiones en torno a las formas de organización social y la distribución del poder en las sociedades modernas.

Tomemos como ejemplo la estrategia de negocios llamada "co-creación", cuyo objetivo es generar valor en una empresa a través del trabajo conjunto entre consumidores y productores. Acá el papel de las tecnologías es central, ya que ellas operan como plataformas donde los usuarios comunican libremente sus gustos y preferencias que contribuyen al desarrollo y mejora de productos y servicios. En algunos casos se convierten en un negocio  que descansa en el contenido de los usuarios. Empresas como Facebook, YouTube, Twitter o LinkedIn, avaluadas en millones de dólares y que han generado su valor gracias a la colaboración gratuita de millones de usuarios, son un buen ejemplo.

La novedad asociada a la colaboración -pero sobre todo al impacto de las tecnologías en la organización de las economías- está en que los consumidores son cada vez más parte de los procesos productivos, generando valor. ¿Acaso esto permite dar cuenta de una nueva economía? ¿Obtienen los usuarios de Facebook un porcentaje de las utilidades de la compañía? No podemos ignorar las motivaciones que llevan a los usuarios a subir videos familiares o a expresar sus opiniones. Al apropiarse de estos medios sociales online, los usuarios establecen una relación de afecto con sus perfiles, así como éstos se convierten en un espejo de sus identidades frente a los otros.

Más que una nueva economía, Facebook y la co-creación constituyen un muy buen modelo de negocios. Éste se sustenta en el control del capital -la tecnología- y la obtención de ganancias, a través del monitoreo del contenido que los mismos usuarios generan.

Lo que parece nuevo en Facebook no lo es tanto cuando vemos la reproducción de un orden social donde la lógica del capital y la ganancia sigue siendo igual a la de cualquier otra empresa.

Más que grandes cambios y novedades, estamos frente a la tensión entre apocalípticos e integrados en relación a las actuales formas de organización social, política y económica. Ambos grupos ven en las tecnologías dispositivos de cambio y continuidad del orden social, respectivamente. La novedad no está en las tecnologías en sí, más bien en esa tensión que las tecnologías ayudan a amplificar.

Relacionados