Por José Manuel Simián Marzo 15, 2012

Si la historia viniera de otra fuente, probablemente habría muerto hace tiempo. Pero fue Tagg, uno de los hijos de Mitt Romney, el que la confirmó en 2007, cuando su padre hacía su primera apuesta presidencial. En 1983, durante un viaje en auto de Boston a Canadá, Mitt Romney puso a Seamus, su setter irlandés, en una caja para perros sobre el techo del station wagon en que viajaba con su mujer y cinco hijos. Para hacer el viaje de 12 horas de manera más eficiente posible, Romney había designado con antelación las paradas para baño y gasolina. Pero cuando el hijo mayor le anunció que las ventanas mostraban evidencia de que Seamus se había enfermado del estómago, Romney efectuó lo que consideraba una parada de emergencia: se detuvo en una estación de servicio, manguereó perro y auto, y devolvió a Seamus a su caja por el resto del viaje.

Para algunos, la historia no es gran cosa. Después de todo, en 1983 el mundo era menos consciente de los derechos de los animales. Pero para muchos refleja uno de los peores rasgos del más probable rival de Barack Obama en la elección de noviembre: que es un tipo calculador e insensible.

Esa percepción ha sido incrementada por dichos del propio Romney, a quien cuando le preguntan por deportes, menciona a sus amigos millonarios que son dueños de equipos, y que al hablar de economía dice que le gusta "tener la capacidad de despedir personas". Con respecto a su perro, su idea de bajarle el perfil al cuento ha sido decir que "le gustaba el aire fresco".
"En todo lo que hace funciona sobre la lógica, no la emoción", escribió Neil Swidey, el reportero del Boston Globe que destapó la historia de Seamus casi por accidente, cuando le preguntó a un amigo de la familia Romney por anécdotas privadas.

Desde entonces el tema ha sido material para un aviso de Newt Gingrich, generado protestas de activistas por los animales, ocupado una portada del New Yorker (que  mostraba a Romney al volante, y a su rival Rick Santorum en lugar del perro) y  motivado sitios web como Dogs Against Romney y Seamus2012.

Pero nadie ha hecho más con la historia de Seamus -que, a todo esto, murió hace años, pero nadie sabe cuándo- que Gail Collins, la columnista de opinión más graciosa del New York Times. Collins, cuyo sarcasmo apunta normalmente a las miserias de la política, ha mencionado la anécdota en más de 30 columnas, haciendo el juego de traerla a colación cada vez que escribe "Romney".

En tiempos de elecciones las "anécdotas de carácter" pesan, y  esta historia bien  podría ocasionarle a Romney un problema mayor que un auto sucio y una parada no planificada.

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