Por Pablo Illanes Agosto 4, 2011

Los 70 están en su apogeo, Franco acaba de morir y el tufillo a cambio comienza a sentirse en el aire. En especial cuando se trata de sexo. Para los españoles el erotismo ahora está en la conversación del café, en las revistas y, por supuesto, en el cine.

A Enrique Guevara le gustan las películas. Es un tipo seductor, sociable, encantador. Su hermana Arlene, en cambio, es tímida, lo que no impide que antes de los veinte ya brille desnudándose sobre el escenario como Raquel Evans. Enrique trabaja como representante de modelos. Algunas son contratadas como actrices en cortometrajes eróticos que se distribuyen en Europa. Un día, a él y a su productor, Isidoro Llorca, se les ocurre unir todos los cortos y hacer un largo. El resultado se llama Una loca extravagancia sexy, dirigida por Paul Benson,  seudónimo de Guevara. Es el debut cinematográfico de Arlene Guevara Gatica/Raquel Evans y, al mismo tiempo, la primera película en la historia del cine español en recibir la recién creada calificación S, o sea, "Sensible".

Sin pretenderlo, los hermanos chilenos se convierten en los pequeños reyes del cine S, que tiene entre sus filas títulos inolvidables y emblemáticos como Busco tonta para fin de semana (1973), Sueca bisexual busca semental (1982) y No me toques el pito que me irrito (1983), también dirigido por Guevara.

Luego, en el proceso de El último pecado de la burguesía, que filma en un par de días y estrena poco después, Enrique escribe la que será su obra seminal. Para lograr financiamiento, Guevara cuenta que trabajó con Patricio Guzmán en La batalla de Chile y con Helvio Soto en Llueve sobre Santiago (en ambos me resultó imposible confirmarlo). Luego de varios golpes de suerte se establece con su hermana y su productor en el balneario de Lloret de Mar para filmar Caliente y cruel, cuento de tortura, su pièce-de-résistance, drama sexual de amor, erotismo y superlujo. Raquel Evans es ahí una actriz famosa que acaba de ser expulsada de un rodaje por Roman Polanski y que regresa a su pueblo natal para ser sicológicamente manipulada por una pareja de millonarios y por su asistente lesbiana y pérfida. Retrato de culto sobre el desamparo y narrada con unos diálogos de antología, lo mejor de la película es su heroína, convertida en una superbomba sexual, pero con elementos humanos, casi todos basados en una figura perfecta y un desparpajo natural frente a la cámara.

A estas alturas transformada en "la Emmanuelle chilena", Raquel Evans da los siguientes pasos en su carrera con el mismo equipo. En Cariño mío, ¿qué me has hecho?, una comedia disparatada, hace un papel menor, pero con escenas eróticas que su hermano filma con audacia.

Mientras el cine erótico se hace industria, las ofertas de trabajo se disparan para los Guevara. Enrique filma algunas comedias eróticas, pero es Raquel la que logra su consagración definitiva bajo las órdenes del legendario Jesús Franco, en Linda. Pero tras el boom del cine clasificado, y como siempre ocurre en las historias de amor y lujo, a alguien se le ocurre comenzar a filmar primeros planos de genitales y el cine S se termina, para dar paso al cine X. Como otras divas del cine de género, Raquel filma algunas películas más, y en 1994, tras Historias de la puta mili, abandona el oficio. Sus películas no han sido jamás distribuidas en video, con excepción de Caliente y cruel, cuento de tortura, que está en DVD con el título de Jill. La próxima vez que veas a Sylvia Kristel, Gloria Guida, Laura Antonelli o Jenna Jameson no olvides que Chile tiene su propia diva del cine erótico. Se llama Raquel Evans. Y daría cualquier cosa por saber dónde está.

Relacionados