Por Paula Namur Mayo 10, 2018

Pocas audiencias ponen nerviosa a Janet Awad (52). La region chair Latam y country president Chile de la multinacional francesa Sodexo tiene una trayectoria nutrida en el mundo de los negocios: casi tres décadas en cargos de responsabilidad la han llevado a ser reconocida como Mujer Líder en cinco ocasiones, y como Mejor Ejecutiva en 2011. Además, a fin de mes cumplirá un año como la primera mujer vicepresidenta en la historia de la Sofofa.

Pero cuando en marzo de 2016 le tocó ir a Nueva York a recibir el premio de buenas prácticas en materia de igualdad de género de la organización Women’s Empowerment Principles (iniciativa de la ONU y Pacto Global), y dar un discurso en la testera de la ONU acompañada del entonces secretario general del organismo, Ban Ki-moon, fue otra cosa.

-Ese año gané el premio por el trabajo de inclusión de género como CEO de Latinoamérica de una empresa que lo promueve. Estaba en la testera y reconozco que ahí sí estaba nerviosa porque hablo inglés, pero no nativa. Es bien distinto hacer un discurso formal. Así que la noche anterior casi no dormí. Estaba con Marcelo Vásquez (director de Diversidad e Inclusión de Sodexo LatAm), que es quien me ayuda con los temas de inclusión en Latinoamérica. Él se encargó de todos los detalles. Fui a la peluquería a las 6 de la mañana.

Por eso, cuando hace un par de semanas le tocó presidir el consejo de Sofofa, estaba tranquila.

-Una siempre se pone ansiosa frente a cosas nuevas, pero es normal- dice sentada en su oficina en Sodexo, en el sexto piso de un edificio de Providencia. Es el último día de abril, y Santiago funciona a media máquina por el feriado del día siguiente.

La ejecutiva se define como exigente (y autoexigente), además de frontal y con determinación. “Tengo una personalidad fuerte, muchas veces trato de poner atención para no provocar efectos contrarios en la gente, porque cuando te ven con esta personalidad creen que lo que estás diciendo es ley y no se trata de eso. Hay que dosificar la energía y trato de poner atención en eso”, dice. Tampoco es de dar muchas entrevistas.

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La ingeniera comercial de la Universidad de Chile llegó a la vicepresidencia de la Sofofa el año pasado, pero en el gremio es un rostro conocido. En 2013 fue nombrada miembro del Comité Ejecutivo y fue la única mujer en la instancia hasta 2017.

En estos casi doce meses con Bernardo Larraín al mando, la Sofofa ha creado un código de ética (actualizando el que databa de hace más de 5 décadas), y ha trabajado a toda máquina en sus ejes estratégicos: empresa y gremio; comité de evolución empresarial; políticas públicas; e internacional. En el segundo es quizás donde se han generado más avances: se elaboró un documento con recomendaciones de buenas prácticas y se está trabajando en diversidad e inclusión, participación en relaciones laborales y cómo se ha aplicado la nueva reforma. En políticas públicas, están promoviendo una agencia autónoma para el diseño y evaluación de políticas públicas y cómo fortalecer las capacidades en el Congreso. Todo, con la idea de tener una mirada más moderna del Estado.

-¿Cómo evalúas el primer año de esta nueva Sofofa?

-Cuando me invitó Bernardo Larraín a participar en la vicepresidencia yo ya era parte de Sofofa como consejera, pero no es lo mismo cuando uno llega a hacerse parte del elenco de actores. Llevo más de 30 años trabajando en empresas internacionales, he tenido la suerte de dirigir grupos muy numerosos de personas y de tener cargos regionales. Entonces, tengo una mirada más multicultural, y espero estar siendo un aporte a la Sofofa. Esta experiencia es superenriquecedora porque me acerca al público, a los problemas que enfrenta la ciudadanía, y en ese sentido me siento muy ligada a las acciones que se han planteado bajo la presidencia de Bernardo, de reivindicar el rol que tiene la Sofofa en el país.

-¿Cómo te has sentido en el rol de primera vicepresidenta en la historia del gremio?

-Bien, en general no tengo mucha dificultad para adaptarme. Reconozco que a veces me cuesta entrar en ciertas dinámicas, porque vengo de empresas francesas, somos cuestionadores, no porque te estamos criticando a ti como persona, sino porque cuestionamos cómo se hacen las cosas. Después de 30 años eso es parte de mi ADN. Ahí percibo que esas cosas no siempre hacen sentir bien al resto, aunque sea en pos de construir.

-Tras los casos de colusión, financiamiento irregular de la política, entre otros, ¿el empresariado está recuperando la confianza de la gente?

-Aunque uno trate de instalar sistemas de control que tienen que ver con la transparencia, la ética y la integridad de los negocios, siempre hay riesgos, uno no puede ser tan…

-¿Ingenuo?

-Y pensar que se puede manejar todo de manera centralizada. Cuando dependemos de las personas, siempre hay riesgos. Lo que tenemos que hacer es ser claros, saber qué nos rige como organización, qué cosas no son negociables. Se trata de sensibilizar y crear cultura, no sólo tenerlo en un papel, sino que vivirlo en las distintas instancias. Hay una mezcla de elementos que ayudarán a reconstruir la confianza y espero que nuestro período no pase inadvertido en términos de los esfuerzos que se han hecho.

-¿Han medido cómo percibe ahora la ciudadanía al empresariado?

-Un estudio concreto no tenemos. Pero hay un feedback de que nos ven más activos en ese ámbito.

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Una de las banderas de lucha de Janet Awad es la diversidad y la inclusión femenina. No sólo porque en su puesto en Sodexo tiene a 18 mil personas a su cargo en Chile y a 36 mil a nivel regional, lo que la transforma en la mujer con más trabajadores a cargo en el país, sino también porque es directora de ComunidadMujer y de otros organismos que buscan empujar la representación de las mujeres. “También soy parte de un comité mundial de Sodexo, con 20 mujeres que buscamos llevar a otras a cargos operacionales (no de función), como por ejemplo, a cargo de una línea de negocios como la minería”, dice.

-¿Sientes que si hubiesen existido más mujeres en los negocios en Chile se hubieran evitado los casos de falta de ética empresarial, colusión o financiamiento irregular de la política? En su minuto, Christine Lagarde (directora gerente del FMI) dijo que si Lehman Brothers hubiera sido Lehman Sisters, la crisis subprime probablemente habría sido diferente.

-Sería bien arrogante decir eso. Porque el tema no se circunscribe sólo al balance de género. Evidentemente cuando las organizaciones son más mixtas en todo sentido (equidad de género, capacidades diferentes, preferencias sexuales u origen cultural diferente), hay más complementariedad, y de manera natural se hace un análisis más integrado y quizás se podrían haber eliminado o mitigado algunas cosas. Pero tanto como decir que si las mujeres lideraran no hubiera pasado, no.

-¿Te consideras feminista?

-Soy poco feminista. Creo que no hay que ir a los extremos. Ni feminismo ni machismo. Creo en la igualdad de oportunidades, que lamentablemente no es una realidad. Sobre todo en el tema de género, hay una parte importante de mujeres que, o no tiene acceso o cuando entran y evalúan el salario, no les conviene. Hay una tremenda oportunidad de crear redes de apoyo y tener un mercado laboral más moderno. Hay mujeres que ya están en el mercado laboral y se debe considerar cómo yo, empresario o jefe, favorezco que haya una senda de desarrollo, cómo trato de tener igualdad de género tanto de representatividad como en la brecha salarial (que en Chile es de 20% a 30% a igualdad de cargo). Hay mucho por hacer. Este no es un tema de Chile, es mundial. Sólo vamos a avanzar cuando las personas se den cuenta del valor que trae esto a la sociedad, pero creo que no lo voy a alcanzar a ver.

-¿Qué meta te dejaría satisfecha?

-Hay algunas cosas que ya están en la agenda de los nuevos gobiernos: la flexibilidad laboral, y de nuevo, no sólo para las mujeres. Hay que modernizarnos en temas de digitalización y robotización. Está claro que necesitamos imaginarnos hoy una manera distinta de hacer las cosas. Somos un país muy tradicional. No hablo de directorios porque no es tan representativo del mundo real. Siempre hablo de cargos de responsabilidad. Cuando miras, la principal razón de por qué las mujeres se van quedando en el camino es por el tema de la flexibilidad.

-Los pactos de adaptabilidad…

-Ese es el planteamiento que hace ahora el ministro (del Trabajo). El pacto de adaptabilidad está sólo sujeto a los sindicatos. Él quiere extenderlo a los trabajadores no sindicalizados. En muchos países desarrollados la flexibilidad existe. Eso también tiene que ver con cómo uno trabaja con objetivos, medir los alcances con indicadores. El otro tema que ha sido un freno es el de las brechas salariales, el mayor costo asignado a las mujeres versus los hombres. Todos los costos de la maternidad están puestos sobre la mujer. En ese sentido, el proyecto sobre salas cuna hay que mirarlo con otra perspectiva, para que puedan beneficiarse hombres y mujeres. Otras cosas no pasan por políticas públicas, pero sí por las organizaciones, como es la falta de role model, que en las organizaciones ayuda. Por eso en muchos países se crean networking o redes de mentoría. Otro tema importante es que muchas mujeres no se atreven a hacerse más visibles. Hay oportunidades y las mujeres no se atreven a levantar la mano, porque tienen un mindset diferente al de los hombres, siempre se cuestionan mucho cuando reciben una propuesta de promoción. No toman riesgos como los hombres y esa cautela muchas veces cuesta cara porque se dejan de lado muchas oportunidades.

-Has trabajado casi 30 años en empresas multinacionales. ¿Crees que siendo mujer hubieras llegado tan alto en los negocios si hubieras trabajado en empresas de capitales 100% chilenos?

-Uno llega donde tiene que llegar. Nunca sentí de frente la discriminación por ser mujer porque quizás no me fue visible. Estuve en el lugar adecuado en el momento adecuado. Es verdad que mucho tuvieron que ver mis jefaturas, que confiaron, me dieron oportunidades. Llevo 20 años acá y tuve muchas oportunidades de viajar, exponerme a diferentes culturas. Ahora, si no hubiese aprovechado las oportunidades, seguramente ahí me habría quedado. Cuando miro hacia atrás pienso que he tenido sponsors bien silenciosos, de buen nivel y que pusieron mi nombre cuando hubo posibilidades de cargos importantes, y en esto también hay una cuota de apuesta. Tuve siempre muy buenos equipos de trabajo y tuve el apoyo de mi familia. Mis hijos ahora están grandes (25 y 27 años), pero cuando estaban chiquititos hubo una época de bastantes viajes, pero estaban mis padres y mi marido que, seguramente fue a muchas más reuniones de colegio que yo. Siempre traté de estar presente en las cosas no negociables, que eran fechas clave. Al final todo se confabula, pero siempre hay un tradeoff entre el costo y el beneficio. Nada es gratis.

-¿En tu carrera has sentido el machismo?

-Yo personalmente no he sentido fuertes discriminaciones. Seguramente me han pasado por el lado o no he querido verlas. Pero el machismo existe. El mundo de los negocios, por definición, está hecho para los hombres. Y el mundo del cuidado de la casa y de la familia, para las mujeres. Pero eso es un estereotipo.

-¿Hay machismo en la Sofofa?

-En el período anterior a Bernardo y este año ha habido un esfuerzo de ver cómo se podía incrementar la participación de las mujeres en el consejo. Los estatutos tienen una condición: hay que ser gerente general o tener participación en la propiedad para poder ser parte. Entonces, cuando entraron mujeres de primera línea gerencial, que es lo que permitió llegar a las 11 que somos hoy, fue cuando se hizo una excepción al estatuto. Ahora, 11 sobre el total es un 9%. No es que sea muy representativo, pero ya es mucho mejor. Liderar para ser más inclusivo parte por que todos esos líderes que estamos ahí seamos capaces de mirarnos. Es muy importante escuchar y aprender de los demás.

-Has planteado que no estás a favor de las cuotas, pero sí de los objetivos. ¿Qué te pasa cuando ves que la participación de las mujeres en los directorios de las empresas IPSA cayó a 6,3%?

-En un contexto donde no hay sensibilización ni en el sector público ni en el privado ni tampoco en la ciudadanía, para que iniciativas que están tan incipientes avancen debe haber objetivos. En nuestra empresa no les decimos cuotas, pero sí nos ponemos objetivos de representación femenina. Esto no puede llevar a discriminación positiva hacia las mujeres; tiene que quedar muy claro qué se considera igualdad de condiciones. Por ejemplo, en las empresas que tenemos agenda de inclusión pedimos que en la terna haya al menos una mujer, lo que no significa obligación de contratarla. A veces en las mismas descripciones de los cargos la manera como se hace es masculinizada.

-Está el estereotipo de que las mujeres que llegan alto es porque han sido muy duras. ¿Lo sientes así?

-El grado de determinación comparado con el de otras mujeres es mayor, porque hay un momento en que hay que tomar decisiones, manejar incertidumbres, o de crisis y hay que actuar con determinación, pero no sé si la palabra es duras. Cada uno le pone su sello a las cosas. Pero sí me considero con una personalidad fuerte.

-¿Qué has perdido en el camino?

-En el día a día tuve apoyo. Hay mucho sacrificio individual en estas cosas. A lo mejor perdí unas cuantas horas de sueño o un poco de vida individual. Se pierde quizás hasta que los niños empiezan a crecer. Como participo en varias organizaciones, la agenda no me alcanza. Pero de nuevo, hay otras cosas que me hacen muy feliz, como poder viajar mucho con mis hijos. La herencia que se deja es el aprendizaje, compartir en familia, con mis papás y hermanos. Entonces no me provoca frustración.

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