Por Estela López García // Fotos: Sebastián Utreras Diciembre 6, 2017

Esta es una semana distinta. Probablemente llevará, como de rutina, a seis de sus siete hijos al colegio, se despedirá de cada uno de ellos y le dirá a su chofer que tome la ruta de costumbre hacia Agustinas con Morandé. Al entrar al estacionamiento, el miércoles, bromeará con el guardia sobre la goleada de Católica a Palestino. Esta vez el guardia tiene una carta bajo la manga para responderle: Colo-Colo está a un partido de ser campeón.

Hoy jueves sacará las cosas de su oficina, no son muchas las que le quedan; antes ya ha retirado las más personales, como las fotografías de su familia. Encima de su escritorio y mesa hay muchas carpetas, quizás de esos temas que tiene que zanjar antes de que termine la tarde. Debe aprovechar el tiempo. Cuando está en el banco el día pasa rápido y él ni se entera: el hermetismo de esas antiguas paredes lo mantiene aislado del frío, de las lluvias y, por ahora, del calor excesivo. A su oficina le llega poca luz y las ventanas hace meses se mantienen cerradas: afuera, de vez en cuando, se ve pasar por los andamios a obreros que trabajan en restaurar la fachada del Banco Central.

Esta es una semana distinta porque hoy Sebastián Claro deja la vicepresidencia del banco. Llegó hace 10 años siendo el consejero más joven que ha tenido la institución y hoy, con 45 años y un ceño más pronunciado, volverá a la academia. Confiesa que para él nunca fue tema la edad, que no buscó el cargo, pero que lo aceptó gustoso; que extrañará la adrenalina en la toma de decisiones, así como no extrañará las protestas en la calle Agustinas. En unos días más se integra a la Universidad Católica, llega al edificio contiguo del que trabajan los ex ministros Máximo Pacheco y Rodrigo Valdés. Esta es la vereda que eligió, por ahora.

—¿Qué diferencias hay entre el Sebastián Claro que llegó de 35 años, que había dedicado su vida profesional a la academia, y el que se va?

—Definitivamente más experiencia. El mundo de la academia es más solitario, donde uno investiga, hace clases, pero donde no hay decisiones y mucho menos colectivas. Entonces llegar al banco, a un proceso de toma de decisiones uno entra en una dinámica distinta. Han sido años de mucho interés profesional e intelectual en el mundo de la banca central.

—Al año siguiente que llegaste, Chile sufrió los efectos de la Crisis Subprime, ahí el desafío fue una crisis financiera aguda. ¿Cómo fue ese proceso?

—Fueron meses muy tensos con mucho trabajo en equipo, tratando de descifrar los fenómenos que estaban ocurriendo.

Como la recuperación ha sido lenta en las principales economías del mundo, los bancos centrales han mantenido políticas monetarias expansivas por muchos años, y ha pasado que los precios de los activos han empezado a sobrevalorarse, como en acciones, bonos, viviendas, terrenos.

"Las políticas son relevantes. El futuro macroeconómico es distinto con algunas políticas que con otras"

—Hay mucha volatilidad en esos activos.

—Mucha y un alza sostenida de precios. La duda que se ha generado es si la política monetaria debe o no prestar atención a este aumento tan sostenido cuando la inflación todavía no se recupera totalmente.

—¿Cuál ha sido el momento más duro?

—Cada momento tiene su especificidad. El momento de la crisis, los primeros meses con una inflación muy alta fueron difíciles y, posteriormente, hubo fluctuaciones en el ciclo económico que han significado desviaciones de la inflación. La política monetaria ha mantenido su firme compromiso con el 3% y parte de ese ejercicio requiere fluctuaciones. Si el banco tuviera objetivos de inflación de corto plazo, de querer tener la inflación en 3%, corre el riesgo de tener una política muy procíclica, que persigue el tipo de cambio.

—¿Qué lección te llevas?

—El banco es una tremenda institución, con un grado de profesionalismo muy importante, con un sentido de hacer las cosas con neutralidad e independencia, esto hace del banco una institución sólida que depende poco de las personas de turno, y eso es un gran activo.

—¿Con qué sensación dejas este puesto?, ¿te gustaría que no tuviera tope de años?

—Me voy contento. Es buena la renovación, cuando las instituciones se personalizan se corren riesgos. La institución es más que sólida para que en pocos días más pase desapercibida mi ausencia. Me voy contento, con la tarea realizada. Se ha continuado con una tarea de un compromiso con Chile y yo feliz de ver nuevos rumbos y aportar desde otras veredas.

—¿Hay un dejo de nostalgia al irte?

—Siempre, 10 años es muy marcador, y alguna nostalgia genera, pero me voy muy contento y con la frente en alto.

—En las generaciones anteriores a la tuya era común que alguien se quedara por 15, 20 años en un trabajo, hoy eso es difícil. ¿Te sentiste alguna vez bicho raro dentro de tu generación?

—Sí, pero millennial no soy (ríe), estoy en otra escuela. No estoy en la escuela de mandarme a cambiar para ir a viajar por el mundo cada seis meses.

—¿Qué te pareció la llegada de Rosanna Costa?

—Rosanna es una gran economista y ha hecho una tremenda labor. No tengo duda que llegó por sus propios méritos, que van más allá de su género, y siempre el aporte femenino es tremendo, la diversidad de opiniones es un valor, en la medida que se ponga al servicio del banco.

—¿Cuál es tu evaluación del banco ?

—El banco está próximo a cumplir 30 años de autonomía, este ha sido un proceso muy positivo y cada etapa va teniendo sus desafíos. Hoy aparecen desafíos de tipo tecnológico, y el supervisor y los reguladores tienen que adecuarse. El banco tiene la flexibilidad y parte de la planificación estratégica busca encontrar aquellos puntos que puedan ser importantes para proyectarse y renovarse. El profesionalismo del banco es un sello muy particular. Hay que trabajar sobre eso y  cultivarlo.

—Que no sea un cuoteo político.

—Exactamente, que mantenga el nivel de profesionales.

—Los consejeros son postulados por distintas bancadas y ahí se visan en el Parlamento ¿se debería cambiar?

—El método ha funcionado. El mundo político ha sido muy responsable en asegurar que las personas que pertenecen al consejo sean serias, competentes, autónomas de pensamiento e independientes de juicio. Todos tenemos nuestras visiones, pero cuando formamos parte de un banco no venimos con posiciones.

—¿Te sorprendió que Bachelet te propusiera, siendo que eres percibido como un hombre de centroderecha?

—Este nombramiento fue sorpresivo y no lo busqué. Agradezco a la presidenta Bachelet y al entonces ministro Velasco, porque haber nombrado a una persona joven requería cierta audacia y ellos fueron audaces. Ahora esa juventud, debo ser honesto, para mí nunca fue un tema, nunca lo sentí como algo particular ni un peso especial. Todos los presidentes de la República, desde el retorno a la democracia, han sido responsables en involucrar lo menos posible la política en los nombramientos y mantenerlos en el ámbito profesional.

—En un escenario de consejeros que han tomado posiciones autodenominadas de activistas, ¿cuál es el rol del consejero?

—Los consejeros estamos para tomar decisiones y ser responsables con la administración del banco. Hay un valor importante de buscar puntos comunes, eso no significa que esta deba ser una institución monolítica, hay que encontrar un justo medio entre la convicción, la opinión personal y espacios de acuerdo.

—Durante el año hubo una especial diferencia entre quienes pensaban que se debía mantener la tasa de interés y otros que postulaban bajarla, ¿es saludable que esa discrepancia se dé públicamente?

—Mientras esas diferencias se mantengan en el ámbito técnico no veo mayor problema. El límite es cautelar que el banco es el que toma las decisiones. Debemos potenciar el rol colectivo, más que la opinión personal.

—¿Qué vas a hacer las próximas semanas?

—A partir de mediados de diciembre me incorporo al Instituto de Economía de la Universidad Católica. Tengo varios proyectos de investigación y académicos pendientes que quiero retomarlos antes que se me pase el tren.

—Eres reconocido por tener una fascinación por el modelo de China. ¿De dónde nace?

—Es una experiencia y un país fascinante. Su tamaño lo hace muy particular, y hace 400 años era el centro del mundo. Pasó por un gran invierno y está empezando la primavera. Hay que tratar de entender el proceso de cómo una economía tan ineficiente, con tanta distorsión, se transforma en una economía de mercado.

—¿Sientes que hiciste el camino a la inversa?

—No, nunca me hice esa pregunta. No he trazado un camino con tantos objetivos y metas clarísimas.

—Algunos economistas criticaron a Rodrigo Vergara que a los pocos meses de haber salido hablara de política y criticara al gobierno. ¿Cómo esperas actuar?

—Espero desde la universidad seguir participando en el debate público. Hay diversas veredas desde las cuales participar, la forma y el momento no lo he pensado, obviamente pasará un plazo antes de referirme activamente a temas más contingentes.

 

***

—En una entrevista este año señalaste que existía un ambiente de recuperación de las principales economías de la región de cara al 2018, que es evidente que será mejor que el 2017, ¿esta recuperación es independiente de quién gobierne?

—No quisiera entrar en la coyuntura, en el momento que se publique esta entrevista yo voy a estar saliendo. Pero hay bastante evidencia que la economía se encuentra en una fase de recuperación gradual y modesta, en parte impulsada por las mejores condiciones externas. Más que enfatizar la dependencia de esta recuperación a un resultado electoral en particular, el Banco Central ha enfatizado que el desempeño económico no es independiente de las políticas económicas. Y, por lo tanto, políticas más amigables con el crecimiento van a facilitar esa recuperación y, más importante, van a permitir sostenerla en el tiempo.

—¿El tono del debate ha sido el correcto?

—Coincido con lo que han dicho otras personas del banco, más allá del tono, las políticas son relevantes. El futuro macroeconómico es distinto con algunas políticas que con otras. Esa es una observación muy razonable de hacer.

—Para ti, ¿da lo mismo quién gobierne?

—Prefiero no hacer esa declaración, porque estoy saliendo del banco y, aunque hubiese salido hace una semana, creo que hay ciertos espacios de prudencia para no hacer declaraciones en ese contexto.

Agradezco a la presidenta Bachelet y al entonces ministro Velasco, porque haber nombrado a una persona joven requería cierta audacia y ellos fueron audaces

—¿Por qué son necesarios esos espacios?

—Son sanos para la institución. El banco tiene una trayectoria de no involucrarse en temas contingentes que van más allá de su ámbito de acción y me siento plenamente parte de esa doctrina.

—¿El banco te hizo más prudente?

—Sí, he tomado conciencia y he tratado de no olvidar que mientras uno ejerza un rol público en el Banco Central uno está siempre representando a la institución. A lo mejor me chasconeo el viernes.

—¿Te molesta cuando se desconoce el fortalecimiento económico de Chile y se cuestiona la estabilidad en el debate?

—Es inevitable que los temas económicos empapen el quehacer y la discusión de un país. Soy un convencido de que Chile ha hecho tremendos progresos en la última década, puede ser que mucho de lo que se observa sea consecuencia de ese mismo éxito y sin entrar en el debate, a mi sí me preocupa que se vaya perdiendo la idea de que las políticas públicas si no toman adecuadamente los efectos sobre los incentivos que tienen, si no se hacen cargo de que existen restricciones presupuestarias, entonces vamos a entrar en problemas. Hay principios que son importantes recalcar y no son fruto de unos tecnócratas iluminados, es la realidad: las políticas generan incentivos, y hay correctos y perversos, y la restricción presupuestaria no es un invento de los economistas, es una realidad de cada familia y de cada país. Los países que se olvidan fácilmente de que los incentivos importan y que la restricción presupuestaria existe, por dolorosa que sea, entonces pierden un poquito el camino y eso me preocupa.

—Como economista, ¿qué opinas de que se instale la idea de debacle?

—Obviamente que, en tiempos de elecciones, muchas veces se exageran los puntos. Los discursos importan, no son inocuos, las críticas sin límites, las ridiculizaciones, sí importan y van generando percepciones y realidades. Parte de mi motivación de volver a la universidad es poder transmitir, que las decisiones económicas son relevantes para el quehacer de un país y hay decisiones buenas y malas. Hay políticas que se ven muy bien en el corto plazo, pero están condenadas al fracaso. Muchas veces me da la impresión de que hay una percepción de soluciones fáciles y rápidas que genera cierto desconcierto.

—¿Te preocupa?

—Sí, me preocupa la sensación de que los problemas difíciles tienen soluciones fáciles. Es la solución fácil la que veo que puede estropear las cosas tan buenas que se han hecho en este país.

—¿Cuáles son los problemas difíciles que identificas?

—Hay varios desafíos. Sólo quisiera mencionar dos: un desafío fiscal importante, las cuentas fiscales se han ido deteriorando en el tiempo, siguen siendo sólidas en Chile, pero de la tasa a la cual ha ido aumentando el déficit, hay que hacerse cargo. Veo un deterioro en la convicción de que las cuentas fiscales ordenadas son extremadamente importantes para el desarrollo económico. El otro (desafío) es que muchas de las necesidades legítimas que existen, finalmente, van a generar una tremenda frustración si es que el país no es capaz de crecer más rápido.

—¿Como educación?

—Como todas las que existen y que son muy legítimas. Mejorar la educación, la salud, una vida más sana, ciudades más vivibles. Sin un país que sea capaz de generar crecimiento de manera sostenida, esa cuestión va a generar frustración.

—¿Cómo se recupera el crecimiento?

—Dejémoslo para otra entrevista, para no irnos por la pendiente. Hay dos temas: hay un desafío fiscal y una necesidad de crecer, porque verdaderamente es la única manera de poder generar recursos.

—La presidenta dijo que el crecimiento podía ir de la mano de la gente…

—Está bien.

—¿Es factible?

—El crecimiento es un medio para que las personas tengan mejores condiciones de vida. Esas condiciones mejoran por el efecto directo de mejores condiciones de trabajo, más oportunidades y por la entrega de más recursos al gobierno para enfocar mejor sus programas sociales. El bienestar es mucho más que el ingreso per cápita, pero países sin crecimiento como lo entendemos, son países para los cuales es muy difícil poder ampliar las posibilidades de bienestar de la población.

—¿Crees que en el crecimiento de Chile se ha dejado atrás a ciertos sectores de la población?

—No es así. Uno a veces piensa que las necesidades se van satisfaciendo y, es cierto, pero van apareciendo otras y eso es desafiante. Desconocer que habían problemas que ya no existen es una lesera. Hoy existen otros problemas, pero esos también exigen capacidad de crecer.

—Me refiero a la brecha de la desigualdad.

—Siempre fue un desafío de Chile la desigualdad, no es un problema de los últimos 30 años. Hay mucha gente de escasos recursos que ha ido mejorando su situación económica. Han existido tremendos avances, a una velocidad menor a la que uno quisiera.

—Por algo la presidenta puso en el eje central de este gobierno la desigualdad.

—Está bien. Pero el punto es tener claro que hay políticas que son procesos, inevitablemente, más lentos de lo que uno quisiera y tratar de apurarlos puede generar efectos indeseados. No es cierto que el país haya aumentado sus grados de desigualdad en el último tiempo, lo que no significa que no haya un desafío, hoy hay más oportunidades de las que existían hace 50 años para la gran mayoría.

—¿Y eso se desconoce?

—En parte se desconoce, a lo mejor son los desafíos de los tiempos.

—Hablábamos de la deuda, ¿son peligrosos los niveles de deuda en Chile?

—En Chile son relativamente altos comparados con países en desarrollo, y están en la parte baja comparados con países desarrollados. Ahora, es distinto si te endeudas para hacer una fiesta o un proyecto. En un caso, tu capacidad de pago está más clara que en el otro y, por lo tanto, el endeudamiento per se puede ser señal de que los proyectos que tiene el país son gigantescos o señal de que está gastando mucho.

—¿Para ti?

—Los niveles de deuda no son altos, pero tampoco bajos.

—¿Pero responden a la fiesta o a los proyectos?

—El endeudamiento de las empresas en Chile ha venido asociado a un crecimiento por ejemplo, en Latinoamérica. En los hogares por un endeudamiento propietario; y el fiscal por dos causas: un aumento de los programas sociales, y que le ha costado al país ajustar su nivel de gasto a tasas de crecimiento más bajas y al precio del cobre.

—¿Te podríamos ver, una vez fuera de tu rol público, trabajando en un eventual gobierno de Piñera?

—Tengo varios proyectos en la universidad, así que vuelvo feliz.

—¿Lo descartas?

—Vuelvo encantado a la universidad y me visualizo aportando desde esa vereda.

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