Por María José Tapia //Fotos:Marcelo Segura Enero 13, 2017

“‘Quítale el sonido’. Debe ser todo el mundo histérico con la CEP. _MSM4753.jpgNo sé para qué”. Es jueves 5 de enero, 10.00 horas. Faltan 60 minutos para la conferencia de prensa donde se darán a conocer los resultados de la encuesta más esperada del último tiempo. En su oficina, en el piso 11 del edificio de Codelco, el presidente del directorio de la entidad, Óscar Landerretche, está tranquilo. A su celular entran y entran mensajes que él atribuye a la CEP. Es que su cercanía con el ex presidente Ricardo Lagos es conocida. Su asesor de comunicaciones le quita el sonido y el ruido termina. No estamos acá para hablar de política, sino de él y su paso por Codelco. Han sido tres años intensos para el magíster en Economía de la Universidad de Chile y doctor en Economía de MIT, días rodeados de desafíos y de costos. Aterrizó en mayo de 2014 en la estatal, pasando de las modestas oficinas de la Chile y las clases atestadas de alumnos a la pomposidad de la estatal, con columnas cobrizas y amplios espacios. A poco más de un año de dejar lo que él cree que será el trabajo más encumbrado de su vida, espera poder proyectar esta experiencia fuera de Huérfano 1270. Si bien el transitar por la estatal le ha implicado desilusiones y pérdidas, también se ha traducido en un aprendizaje que ya se visualiza en un libro y también en futuras asesorías.

—En mayo de 2014 diste un discurso en el Congreso nutrido de aspiraciones, con inversiones y proyectos. Da la sensación de que al poco andar esa mirada cambió.

—Cuando acepté esta responsabilidad tuve una conversa con el ministro de Hacienda de la época, Alberto Arenas. La evaluación conjunta que hicimos pasó por tres temas: costos, inversiones y el tema reputacional de Codelco.
En el primer tema avanzamos vía un pacto estratégico con los trabajadores, que tuvo logros.
En el tema de las inversiones hubo un cambio. Cuando me instalé empecé a hablar con mucha gente ex codelquiana y ahí me empecé a preocupar, porque había una visión bastante generalizada de que en el entusiasmo de hacer proyectos para aprovechar el boom del cobre, Codelco había mordido más de lo que podía mascar. Ahí me pareció que el perfil que necesitábamos en la presidencia ejecutiva debía ser una persona que supiera mucho de minería. Ese fue el encargo a alguien como Nelson Pizarro y yo me congratulo de que hayamos tomado esa opción, porque de verdad llegó don Nelson y empezó a mirar de manera supercrítica los proyectos.

Fue muy difícil al principio cuando se viene una avalancha de solicitudes del mundo político para colocar gente en cargos. Y en el fondo quedar mal con muchísimas personas y ser muy duro en eso

—¿En el tema reputacional también cambió tu visión?
—Sí, esto era una bolsa de gatos, había mucha conflictividad, muchos grupos distintos, había una sensación de una empresa crispada, gente desconfiando. Mi impresión era que el deterioro reputacional de Codelco para afuera era un fiel reflejo de nuestra crispación y disfuncionalidad interna. Era clave ordenar y empezamos a trabajar las reformas internas de Codelco y ahí hicimos las reformas al gobierno corporativo; también ordenamos el tema de la carrera políticá. Al principio tuve que establecer una muralla china brutal que me generó enormes costos, era simplemente decir no, no y no, y pelearme con todo el mundo. Después el directorio estableció una norma de que cualquier solicitud de cargo de alguien de la política tuviera por obligación legal que quedar en acta, y eso frenó bastante, muchísimo. También subimos el número de personas que debían hacer declaración de interés, entre otras medidas.

—Y qué te pasó en este proceso. Eras una persona que venía de la academia y llegas a esta empresa que se pensaba que estaba mejor de lo que estaba

—Recién ahora estoy un poco más cómodo en el cargo. El primer año y el segundo, esto se convirtió en una cosa muy exigente. Me tomé como cargo full time algo que en teoría no es un cargo full time pero dado como cambió mi evaluación al instalarme, era necesario. Cuando me di cuenta de la naturaleza del problema, me dio harto vértigo porque el tipo de problemas técnicos, políticos, financieros y económicos que había que resolver eran mayúsculos.

—¿Te sentiste engañado inicialmente?
—Si sentí que Alberto Arenas me metió en un trabajo que era más de lo que me pidió (ríe). Eso es verdad y se lo he dicho varias veces. Desde lejos, cuando juzgaba a mi antecesor, decía ‘bueno, voy a estar medio tiempo en la Chile, una cosa así’. Este cargo no es así. En este momento no hay ninguna posibilidad de hacer bien esta pega si uno no se mete a fondo. La clave distinta, que es lo que yo traía, porque vengo de la academia, es que en todos los problemas, sean los de inversión, costos, capitalización, el enfoque ha sido el mismo: cuando veo que la gente está histérica con un problema, trato de buscar un marco conceptual, una vez que lo tengo claro, soy capaz de ayudar a generar las soluciones. Y eso es lo que hemos hecho.

A pesar de que traer a alguien como yo, desde la academia, desde el mundo más intelectual, fue una apuesta enorme. No sé si en la posición de ellos (Presidenta y ministro) me habría escogido a mí, para ser sincero.

—¿Qué ha sido lo más difícil?
—Hay dos momentos que fueron tremendamente difíciles. Fue muy difícil al principio cuando se viene una avalancha de solicitudes del mundo de la política para colocar gente en cargos que no tenían las competencias para ello. Y en el fondo quedar mal con muchísimas personas y ser muy duro en eso. Y eso no fue agradable, porque hay algunas personas del mundo público que no son agradables cuando se les dice que no.

—¿Hubo gente cercana que te lo pidió?
—De todo y de todos los partidos y no sólo de mi coalición, y ese fue un momento muy desagradable, porque era el momento cuando yo no tenía mis equipos acá, estaba solo, y básicamente ahí lo que me asistió fue la convicción de que yo tenía que comportarme de una manera que fuera capaz de explicarles a mis hijos, y que si eso me costaba el cargo en dos meses, me costaba.

Otro momento muy complicado fue la huelga que tuvimos con los contratistas y la muerte de Nelson Quichillao. Ese fue un momento muy difícil, porque a mi juicio ahí se estaba cometiendo un error muy serio, algo que perjudicaba al mundo sindical que siempre he defendido. Tuvimos que ser muy firmes y para mí fue terrible. En ese momento me hice todas las preguntas existenciales del caso.

—¿Pensaste irte?
—Por supuesto. Y de nuevo mi refugio fue entender conceptualmente el problema.

—Cuando asumiste hubo críticas porque no tenías experiencia, y que eras un militante PS que no iba a tener la mirada para tomar estas medidas, y finalmente diste vuelta esa mirada.

—Es gente que no me conocía. Es algo bien natural cuando aparece un actor nuevo, se informan por una estructura de preconceptos. También hubo algunos que dijeron ‘Ah, este es un cabro joven, académico, socialista, que quiere hacer carrera con este cargo y vamos a pedirle cargos para nuestros operadores’ y también se equivocaron. Sé que hubo una cierta mirada desde el mundo empresarial, pero creo que donde se traiciona esa mirada es que si uno ve cuál es la situación reputacional de ese mundo, se parece harto a lo que yo me enfrenté en 2014 cuando llegué a Codelco. Creo que una de las gracias de traerme a mí es que yo venía con independencia total.

Lo que veo en el mundo empresarial y político es que se forman grupos de personas que en el fondo se hablan a sí mismos, se entienden en ciertos códigos y nunca penetran otras visiones y cometen errores. El problema reputacional que tienen no se va a abordar si todo el tiempo se están escuchando a sí mismos, van a los mismos colegios, a los mismos seminarios, y cuando hacen un seminario en CasaPiedra y quieren la otra mirada buscan la más freak que puedan encontrar, para reafirmarse; no buscan una mirada que los cuestione.

No le voy a dedicar ni un minuto de tiempo a las campañas, no voy a hacer campaña por nadie, me voy a concentrar en hacer la pega para lo cual me tienen sentado acá en Codelco

—Si no hubieses sido tu o alguien con tu perfil —sino alguien del mundo empresarial— quien aterriza en Codelco, ¿hubiese sido difícil descubrir esta crisis?

—Creo que habrían encontrado el mismo problema, pero habrían tenido otro enfoque, que es el que se ve en el mundo empresarial, que es el de tapar los problemas, de tratar de manejarse con abogados, tratar de minimizar, hasta que ya te explota en la cara. A Codelco le pasó varias veces en el pasado eso y creo que no es la manera de conducirse ni en empresas privadas ni públicas.

—¿Qué costos ha tenido tu paso por Codelco?
—Abandonar el tema académico en la U. de Chile. He sostenido mi carga de clases, pero claramente me he alejado de la Universidad y para mí eso es duro, es muy doloroso, porque la carrera universitaria es como es y creo que hay ciertos pasos que yo seguí que son de no retorno. Hay un camino académico de investigador que tiene que ver con logros a nivel de publicaciones que se ve interrumpido y es muy difícil de restablecer. También han sido difíciles los conflictos que he tenido que tener con alguna gente de la política a la que yo respetaba, con la cual tuve que ser muy duro al principio y ahí hay algunos caminos de no retorno.

—¿Perdiste amigos?
—Creo que sí y también vi cuáles son mis verdaderos amigos, porque hay gente que si les explicas que no, te respetan igual y te quieren igual, otros no.

—¿Y qué aprendiste?
—Es muy importante lo que aprendí en términos del problema de las empresas en Chile. La gracia de Codelco es que está en la intersección de casi todos los problemas chilenos, eso es lo increíble de Codelco y es parte de un libro que estoy preparando y que quiero publicar cuando me vaya. Codelco está en la intersección de lo público y lo privado, pero también está en la intersección de los problemas específicos como el agua, medioambiente, comunidades, reputación de los políticos, todo. Entonces entender el problema de Codelco ha afinado mi entendimiento de cuál es el problema que tiene el país con su economía. Así que los costos están más que compensados con este enorme aprendizaje.

—¿Cuál es tu relación con Nelson Pizarro?
—Ha sido mucho más que lo que esperaba. Nelson Pizarro se ha convertido en más que un gerente general de la empresa que presido, es un mentor. Tenemos una relación de mucha cercanía, cariño y he aprendido mucho de él.
Ahora Chile no puede depender de que el buen funcionamiento de una empresa dependa de que tengamos la suerte de que justo se dio que las dos personas a cargo se llevan bien. Necesitamos mirar los sistemas de sucesión, para que esto no dependa de que haya dos personas compatibles a cargo.

—Te queda un año y medio para hacer de Codelco sustentable…
—Exactamente. Y ya lo estamos haciendo, estoy tomando pasos para intentar que esto no dependa de Nelson y de mí porque me parece de una irresponsabilidad tremenda. Lo que tenemos que tener son instituciones que sean resistentes a las personas, porque si algo nos están mostrando las tendencias políticas internacionales, los Trump del mundo, es que existe cada vez más la probabilidad de que se coloquen en cargos de responsabilidad pública y con gran poder a personas que quizás no son tan responsables ni tan contenidas, entonces hay que tener mucho cuidado.

—¿Cómo se maneja este último año entre hacer que Codelco los trascienda y el entorno de campaña con un candidato que es cercano?
—Llevamos tres años trabajando muy duro para arreglar problemas y generar logros que espero que se completen este año. Entonces tenemos mucha pega, por lo que no puedo dejar botado esto. Lo pensé, porque efectivamente le tengo mucha estima al presidente Ricardo Lagos y me seducen las campañas —he estado en dos— pero responsablemente creo que la magnitud de las cosas que estamos haciendo requiere que uno se concentre y haga su pega.

Me tocó la suerte de a los 44 años ser presidente de la compañía más grande de Chile. Hay una probabilidad muy grande de que este sea el cargo más importante de mi vida, casi seguro de hecho, entonces lo voy a hacer bien, lo voy a terminar, aparte que me carga cuando la gente que asume responsabilidades públicas empieza a usar el cargo para otras cosas. Por lo tanto, como tengo una relación de años, más intelectual con Ricardo Lagos, tuvimos la conversa, él estaba super de acuerdo en que yo tenía que concentrarme en esto, así que no le voy a dedicar ni un minuto de tiempo a las campañas, no voy a hacer campaña por nadie, me voy a concentrar en hacer la pega para lo cual me tienen sentado acá en Codelco.

—¿Pero te complica lo que pasa con Lagos y la arremetida de Alejandro Guillier?
—Obviamente me gustaría que le fuera mejor, pero a mí me preocupa un tema más de fondo. Al senador Guillier no lo conozco tanto y no me gusta el chaqueteo, por lo que no quiero dar una opinión en ese sentido. Hay un fenómeno más global que me tiene bastante preocupado y es que veo que las revoluciones tecnológicas, la expansión de medios de comunicación, han hecho que la lógica de la industria de la entretención y el espectáculo penetre la política. El paradigma de esto es Trump, en eso Chile no tiene nada de original y veo que está ocurriendo, que al votante le está importando mucho el aspecto de entretención. Esto ha penetrado a la política y está empujando a salir de ella —es lo que me está pasando a mí— a la gente que viene más del mundo intelectual o técnico que considera que la política es una actividad noble, que engrandece a las sociedades.

Lo que le recomendaría hoy a Óscar Landerretche 2014, es que antes de hablar con Alberto Arenas buscara a un grupo de gente, hiciera un levantamiento para que entendiera con más profundidad el desafío

—¿Hay candidatos que lo reflejan?
—Prefiero no personalizarlo en nadie. Déjame ponerlo de otra manera, el incidente de Asexma; todas las personas que estaban paradas ahí son bastante serias. ¿Qué pasó? Que todos los que están ahí se sienten presionados para participar en la industria del espectáculo y hacer algo “choro” que salga en redes sociales.

Yo también pasé por la fase Twitter y Facebook, pero ese mundo ha evolucionado mal. De hecho, me he empezado a retirar de las redes sociales, ya me retiré de Facebook, y Twitter la uso sólo para leer noticias. Cuando uno tiene un cargo de responsabilidad como este, uno no puede andar en esa lógica, la frivolidad es un lujo a la cual uno renuncia cuando se vuelve una autoridad de Estado y eso no lo entienden muchas personas en la política que están causando un daño enorme.

—Cuando salgas de acá, ¿dónde quieres estar?
—No he tenido mucho tiempo para pensarlo, pero necesito retomar un espacio.

—¿En la Universidad de Chile?
—Es mi lugar privilegiado, pero hay que ver si están dadas las condiciones ahí. Voy a buscar un espacio académico-intelectual que me permita proyectar mi vocación docente, y mi vocación de escritor, pero eso lo quiero combinar con algo hacia el mundo público y también a las empresas. Como decía antes, el gran aprendizaje que yo siento acá es cómo en el problema de las empresas está el problema de Chile con su economía, y por lo tanto creo que hay una enorme contribución que uno puede hacer a partir de la experiencia ganada en Codelco.

—¿Cuál es la idea concreta?
—Las empresas contemporáneas tienen tres pilares. Primero tienen que crear valor económico; segundo, crear valor social compartido y prosperidad para las comunidades; y tercero, tienen que crear valor público, estándares éticos, cívicos, formas de comportarse correctas. Las empresas no pueden pretender ser usuarios de la sociedad, tienen que ser contribuyentes a los valores de la sociedad. Entonces lo que quiero hacer es, desde la actividad académica, intelectual y desde asesorías públicas, empresariales, hacerle campaña a esta idea.

—¿Qué tan al debe están las empresas chilenas con estos pilares?
—Están super al debe. Ninguno de estos pilares están andando muy bien y estamos llenos de gente que viene a promover uno de los pilares en detrimento de los otros, cuando los tres son vitales. Lo que hay que dotar es a esta teoría de un marco conceptual en el cual estoy trabajando.

—¿Liderarías otra empresa estatal?
—No sé. Tendría que verlo, porque ahora he aprendido que tengo que ser más cuidadoso cuando acepto una pega (ríe), estudiarla con más profundidad.

—¿No estudiaste a Codelco más allá de lo que sabías?
—La había estudiado como economista, pero había que estudiarla más profundamente. Lo que yo le recomendaría hoy a Óscar Landerretche 2014, es que antes de hablar con Alberto Arenas buscara a un grupo de gente, hiciera un levantamiento de cómo es la percepción que ellos tienen de Codelco para que entendiera con más profundidad el desafío y le pueda ofrecer al dueño, al Estado, una estrategia más completa, no que venga con ciertas intuiciones y las deba afinar en la marcha.

—Si el Óscar Landerretche 2014 hubiera hecho eso, ¿hubiese asumido el desafío?
—Capaz que no, porque me costó harto aceptar el cargo así y todo, porque estaba bien engrupido con seguir en la universidad.

—¿Tienes definiciones frente a tu futuro político?
—Depende de cómo evolucione la política.

—¿Te podríamos ver en un cargo público?
—Podría ser, pero habría que verlo. En este momento no me siento muy cómodo con la política, pero en el futuro quién sabe.

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