Por Emilio Maldonado Mayo 7, 2015

© Hans Scott

"Si el diagnóstico es que el estancamiento económico se debe a que la inversión privada -y/o el consumo- cayó por un problema interno ajeno a la coyuntura externa, corresponde atacar ese problema, que es el que estaría desalentado tal inversión y/o consumo. Me parece que esta última es la situación en Chile".

A inicios de la semana, dos noticias develaron que el escenario económico sigue inestable. Por un lado, la actividad productiva durante marzo alcanzó apenas un 1,6% de expansión, confirmando que, en lo que va del año, la economía ha retomado una curva descendente, luego del 3% de crecimiento registrado en enero y del 2% de febrero. La caída en la inversión privada y una menor actividad en el sector minero, con una fuerte contracción del 49% en los ingresos por esta vía, han vuelto a encender las alarmas por el destino de la economía chilena durante 2015. La reactivación prometida parece haber sacado el pie del acelerador.

Además del bajo crecimiento informado el martes, otra cifra comenzó a ser divulgada con preocupación entre los bancos y corredoras de bolsa: el gasto fiscal aumentó un 11,8% en un año, desde la llegada de la nueva administración. “Gasto fiscal sin frenos”, lo catalogó Banchile, una de las corredoras más grandes del país, en el informe que mandó a sus inversionistas.

Una vez conocida esta cifra, no fueron pocos los que comenzaron a sacar cuentas: la débil actividad económica está siendo sostenida por la billetera fiscal y no por la inversión privada, fue la principal conclusión.

Uno de quienes abrazan esta idea es el economista Rolf Lüders. El también académico de la Universidad Católica, además, explica que no ha habido un período similar al actual, donde la coyuntura interna ha provocado que la billetera fiscal se abra y sustente el bajo crecimiento de la economía local. Salvo, según sentencia, lo ocurrido en la primera mitad de la década del 70.

-Analizando la cifra del crecimiento del último Imacec, ¿llegó la reactivación, como ha dicho el ministro de Hacienda?
-Depende de cómo se mire esa cifra. Si uno compara el crecimiento de los últimos tres trimestres, la tasa de crecimiento del producto -muy baja- ha ido, sin embargo, en aumento. Y se podría decir entonces, proyectando ese comportamiento para adelante, que la economía está en vías de recuperar su nivel potencial reciente, que superó el 4%. No obstante, si uno mira los últimos tres meses, pasa exactamente lo contrario, dado que la tasa  de crecimiento se redujo de 3% en enero, a 1,6% en marzo. Y si esa tendencia se proyecta linealmente, vamos al despeñadero. ¿Cuál de las dos visiones es la correcta? Ni la una ni la otra.  Lo más probable es que si no fuera por el fuerte aumento del gasto fiscal, estaríamos estancados.

-Precisamente, una de las cosas que llama la atención es el elevado gasto fiscal, la fuerte inversión pública. Marzo fue el segundo mes más alto en inversión, después de diciembre de 2014. Si no fuera por estas cifras, ¿estaríamos en una recesión?
-Pienso que sí, porque el gasto fiscal se ha estado expandiendo en torno al 10% en el último trimestre, con respecto al año pasado, y eso más que compensa el prácticamente nulo crecimiento económico del sector privado. Repito entonces, si no fuera por el gasto fiscal, que ha crecido significativamente, en estos momentos tendríamos la economía absolutamente estancada y con el desempleo superando el 7%.

-Lo que hace Hacienda, aumentar el gasto fiscal, ¿es la fórmula correcta para dinamizar la economía?
-No lo creo. Para poder contestar esa pregunta hay que hacer un diagnóstico sobre cuáles son las causas del estancamiento de la actividad económica privada. Si la causa última de ello es la falta de demanda externa, porque, por ejemplo, el ciclo del cobre entró en una fase recesiva, en ese caso el aumento transitorio del gasto público será considerado por muchos como adecuado. En ese caso el mayor gasto público estaría compensando una caída coyuntural de la demanda agregada y, terminada la recesión correspondiente, este gasto volvería a sus niveles originales, compatibles con los ingresos fiscales del país. En cambio, si el diagnóstico es que el estancamiento económico se debe a que la inversión privada -y/o el consumo- cayó por un problema interno, ajeno a la coyuntura externa, corresponde atacar ese problema, que es el que estaría desalentando tal inversión y/o consumo. Me parece que esta última es la situación en Chile. 

-¿Está el gobierno haciendo ese análisis de por qué cayó la inversión privada?
-Eso no lo sé; lo más probable es que el gobierno tenga claro el diagnóstico. Pero el tema de fondo es que el gobierno tiene su agenda de profundas reformas estructurales, que -correctamente a mi parecer- no son percibidas por los inversionistas como funcionales a sus intereses. Además, la implementación de esas reformas está generando, por la falta de definiciones claras con respecto a muchas de ellas, una enorme incertidumbre, lo que induce a los inversionistas a postergar inversiones. El correspondiente descenso de la inversión y el efecto que eso ha tenido sobre las expectativas de los consumidores, ha sido hasta ahora compensado con un mayor gasto fiscal, pero eso no es sostenible, ni siquiera a mediano plazo.  La incertidumbre irá desapareciendo con el tiempo, pero las instituciones inadecuadas se traducirán en menores tasas de crecimiento y salarios.  Según las últimas encuestas de opinión pública, la población pareciera intuir lo último.

-El año pasado, cuando partió la discusión de la reforma tributaria, la inversión privada se vio resentida, pero una vez que se logró cierto diálogo, mostró signos de recuperación. ¿Por qué este bajón?
-Si la única reforma que se hubiese propuesto hubiese sido la tributaria, lo que usted dice hubiese sido cierto.  Sellado el acuerdo, la inversión privada se hubiese recuperado después de un moderado ajuste contrafactual en los salarios reales, que, por lo demás, probablemente ya se ha dado. Pero no ha sido así. Ad portas hay una serie de otras reformas y todas apuntan hacia una economía más estatizada y más regulada, que no es precisamente el tipo de economía que -se ha visto en la práctica- es funcional para el crecimiento económico. Si a eso se agrega la posibilidad de una reforma constitucional, en que ni siquiera se sabe qué cosas se quiere reformar, pero se rumorea que una de ellas es debilitar los derechos de propiedad, se explica el alto grado de incertidumbre existente. Será difícil cambiar la actual percepción de que este gobierno no es inversión-amigable, pero eso sí se puede hacer y al mismo tiempo realizar importantes reformas, si se volviera a la política de los consensos. Hablar de colaboración público-privada bajo la condición de que se haga exclusivamente lo que la primera quiere, no sirve absolutamente para nada, si es que se desean recomponer confianzas.   

-¿Es sostenible para el gobierno seguir durante todo este tiempo con esta billetera expansiva?

-De poder hacerlo, lo puede, pero si lo hace, además de generar mayores desequilibrios, costosos de revertir, aportará otro elemento de incertidumbre: un déficit estructural mayor al prometido. 

-¿Se aleja entonces la meta del déficit fiscal del 1%?
-Tal como vamos, sí, y eso como ya lo dije, agrava la incertidumbre generada por el desconocimiento del alcance de varias de las reformas y de su orientación poco amable para la inversión.

UN PERÍODO ÚNICO
-Para el bajo Imacec de marzo, el ministro Alberto Arenas justificó la baja en los aluviones del norte. ¿Concuerda usted con la explicación del ministro?

-No he hecho los cálculos, pero he visto los que han hecho personas que me merecen confianza y que sugieren que, más o menos, el menor crecimiento producto de la situación del norte se compensó con el día hábil adicional que tuvo marzo. Por ello, la “verdadera” tasa de crecimiento es más o menos aquella que arrojó el Imacec, que fue baja.

-Esta tendencia a la baja en el primer trimestre, ¿se mantendrá o vendrá un nuevo punto de inflexión?
-No lo sé, pero lo que sí se observa es que la inversión sigue cayendo y el consumo no está repuntando. Entonces va a depender de lo que haga el gobierno, tanto en materia de políticas públicas, como de gasto. Un cambio de actitud en materia de la implementación de políticas públicas puede cambiar el ambiente, y ese sería el ideal. Pero obviamente el Estado puede también, en el corto plazo, compensar una parte de la caída del gasto privado, como lo ha estado haciendo. A juzgar por los datos y desde su particular perspectiva, en esta última materia el gobierno lo ha hecho bien, privilegiando gasto en empleo intensivo, lo que le ha permitido evitar alzas significativas del desempleo. Se trata, sin embargo, en buena parte de empleo público poco productivo, que a la larga se traducirá en una carga para el país. 

-Este período actual, ¿con cuál otro se puede relacionar en nuestra historia económica?
-Tengo la impresión que, en lo económico, no hemos tenido un período de tal incertidumbre institucional desde que el régimen militar decidió adoptar el Ladrillo como su guía y se movió decididamente en la dirección subyacente. De allí en adelante los sucesivos gobiernos fueron perfeccionando nuestra economía social de mercado. La Concertación, que evidentemente en lo político representó un importante quiebre y a pesar de que su primer presidente incluso tildó de cruel el sistema, en materia de economía perfeccionó en forma muy importante el régimen económico existente. Ello redujo significativamente la incertidumbre, permitió que los agentes privados pudiesen predecir con un grado razonable de certeza el futuro y, por ello, alentó poderosamente la inversión privada. Por ejemplo, los grandes proyectos cupríferos privados no habrían sido posibles sin esa visión consensuada. Guardando las distancias que corresponde -excepto el breve período de la crisis bancaria de 1982-1983- y en términos estrictamente económicos, no hemos experimentado desde 1970-1975 un grado de incertidumbre similar. 

-El año pasado, cuando se hizo notar la caída en la inversión privada, se comparó con los índices de la crisis asiática. ¿Ni siquiera con ese período se puede comparar?
-Pero ello respondió a un fenómeno coyuntural de origen externo, tal cual ocurrió en 2008 con la crisis subprime. Se trató de fenómenos macroeconómicos y es cierto que los gobiernos de entonces compensaron también parcialmente la caída del gasto privado.  Pero lo actual es muy distinto, porque se trata principalmente de  incertidumbre institucional, sin perjuicio que en algo influye también la coyuntura externa.

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