Por Emilio Maldonado Diciembre 11, 2014

© Marcelo Segura

Después de seis años, lo que partió como un trabajo cuesta arriba, con pérdidas por más de $ 3.000 millones, ya comienza a vislumbrarse como un negocio que se acerca al punto de equilibrio.

Llevaban más de una década juntos y el sábado pasado Nicolás Ibáñez y Ana María Domínguez decidieron casarse. La ceremonia transcurría como cualquier otra, pero había un detalle que la hacía distinta: el novio, ex controlador de la supermercadista D&S (hoy Walmart), tenía parte de su concentración puesta en una de las pantallas del salón. En ella, el Canal del Fútbol (CDF) transmitía una de las finales más emocionantes y ajustadas de los últimos años. Él, reconocido aficionado a los deportes náuticos, igualmente seguía con interés lo que sucedía en la cancha del Estadio Elías Figueroa de Valparaíso.

A la misma hora en que Ibáñez y Domínguez contraían matrimonio, Santiago Wanderers peleaba el título del campeonato nacional. En el césped, en el sector de Playa Ancha, el equipo caturro enfrentaba a Colo Colo, un clásico aspirante a la corona. De manera sorpresiva y contra todos los pronósticos, los porteños aplastaron al equipo albo por dos goles a cero. Así, Ibáñez vio, en un momento, que la cuarta estrella para Santiago Wanderers estaba más cerca que nunca. Al mismo tiempo en que las aspiraciones caturras comenzaban a tomar forma, en La Calera un penal a favor de Universidad de Chile -convertido con éxito- derrumbó los sueños porteños. La “U” se impuso finalmente ante el equipo cementero, y el campeonato se tiñó de azul.

Pese al adverso escenario, Ibáñez celebró. Wanderers no había conseguido el título, pero el proyecto que inició hace seis años junto a un ex compañero de universidad -y a otros empresarios- comenzaba a dar frutos. En 2008, juntos decidieron plasmar su amor por Valparaíso y tomar el control del equipo de los cerros por las siguientes tres décadas. Han pasado los años, y lo que partió como un trabajo cuesta arriba, con pérdidas por más de $ 3.000 millones, ya comienza a vislumbrarse como un negocio que se acerca al punto de equilibrio.

De paso, Ibáñez recuperó su vínculo con la ciudad puerto, donde su familia inició su fortuna y el lugar a donde pretende regresar: por estos días está armando la oficina principal de Finsa, el family office que maneja parte del dinero que recibieron por la venta de D&S a Walmart, junto a la bahía de Valparaíso. En el quinto piso de un moderno edificio del puerto, contiguo a la Plaza Sotomayor y con vista al mar, Ibáñez está montando el que será su centro de operaciones. No sólo eso: está buscando una casa en uno de los cerros de Valparaíso donde se trasladará junto a su familia.

LA HISTORIA EN BLANCO Y NEGRO
Cuando Ibáñez y Jorge Lafrentz se conocieron en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Viña del Mar, congeniaron de inmediato. Nicolás Ibáñez vivía en una pensión y Lafrentz, oriundo del puerto, lo invitaba a estudiar a su casa. Fue ahí donde iniciaron una amistad que se volvió una relación profesional en 2008, cuando en Chile comenzaron a nacer las sociedades anónimas vinculadas al fútbol.

Ibáñez dice que siguió muy de cerca el proceso que lideró LarrainVial para colocar a Colo Colo en la Bolsa. Había un creciente apetito de los inversionistas por ingresar al club popular y él, por ese entonces el controlador de D&S junto a su hermano Felipe, evaluó el proyecto de inversión. Luego de analizarlo, decidió observar primero cómo se comportaba esta nueva industria y la respuesta que tendría entre los inversionistas.

Al mismo tiempo que Colo Colo debutaba en la rueda bursátil, Universidad de Chile y la Católica transitaban hacia la misma dirección. Fue ahí que tomó la decisión: él también ingresaría a la propiedad de un club deportivo.

Recuerda que tomó el teléfono y llamó a su amigo de juventud. Le comentó que quería participar de esta nueva industria y que Santiago Wanderers aparecía como el candidato ideal. Sus alicaídas finanzas y su situación al borde de la quiebra lo hacían un prospecto para el rescate. Pero el empresario puso una condición: le dijo a su amigo que quería invertir, pero no lo haría si no tenía a un ejecutivo como Lafrentz a cargo del buque. Luego de discutirlo, Ibáñez decidió entrar con un 32% de la propiedad. Su compañero de universidad se instalaría en la presidencia del club, cargo que ocupa hasta hoy.

Pero no estuvieron solos. A la dupla se sumó el ex gerente general de Enersis Mario Valcarce, el empresario naviero Wolf Von Appen, el hombre ligado al mundo de las finanzas, Roberto Carrasco, y el abogado y amigo de Ibáñez, Alberto Eguiguren. Juntos conformaron un pacto para sacar adelante al club de Playa Ancha.

Los difíciles inicios parecen haber sido borrados por la alegría del sábado pasado. No consiguieron la corona, pero el trabajo realizado en el club durante los últimos seis años, como cuenta el empresario -quien hoy tiene el 60% de las acciones-, tuvo su corolario con la campaña 2014, la cual los puso en segundo lugar y ad portas de pelear un cupo en la Copa Libertadores, el máximo torneo a nivel latinoamericano. “Yo no quiero crear expectativas desmedidas, pero lo visto este año me hace pensar que pronto vamos a ser campeones (del torneo nacional). Mi deseo es que sea en el corto plazo, aunque nadie lo sabe. Pero vamos a ser campeones”, recalca el empresario.

Lafrentz es más cauto al referirse al futuro del club. Dice que Santiago Wanderers está para ser protagonista del torneo local, aunque no se atreve a vaticinar un título en el futuro próximo. Asegura que son la tercera entidad deportiva que más talentos aporta al fútbol nacional, por encima de Universidad Católica y añade que son el cuarto equipo con más seguidores de todo el país. Esas credenciales, afirma, además de ser el club vigente más antiguo del espectro nacional, le valieron a Wanderers recibir en su cancha a la presidenta Michelle Bachelet el 15 de agosto de 2009, en el aniversario de Wanderers. De ello hoy se jacta la dupla Ibáñez-Lafrentz: ningún mandatario había asistido a las celebraciones de un equipo de fútbol hasta ese día. “Costó convencerla, pero al recordarle que somos los más antiguos, decidió venir”, relata el presidente de los caturros.

Fue ahí que Bachelet saldó una deuda histórica con la ciudad y les prometió un estadio.

Ibáñez recuerda que el terremoto de 2010 hizo peligrar los planes, pero que finalmente el compromiso de un recinto deportivo para Valparaíso fue honrado por Sebastián Piñera. “Esto ha sido un avance importante. Que el Estado se vincule con este negocio es una buena señal. También ha sido un aporte el rol del Canal del Fútbol, que transmite nuestros partidos, pero acá seguimos estando a años luz de mercados más desarrollados, donde sí existe una industria de la entretención”, acota Ibáñez.

NÚMEROS FELICES
Cuando Ibáñez entró a la propiedad del club, Wanderers arrastraba deudas tributarias, previsionales y pasivos por más de $ 3.000 millones. Decidió que había que iniciar una refundación de la organización.

Con la inyección de capital de los socios, que a la fecha acumula más de $ 9.000 millones, comenzó a cambiarle la cara a la gestión. Al mando de Lafrentz y el equipo gerencial, los ingresos pasaron desde los $ 400 millones en 2008, a más de $ 3.200 millones anuales en la actualidad. El ex controlador de D&S precisa que con ese aumento en las ventas han logrado pagar casi todas las deudas, pero el negocio sigue teniendo pérdidas. “Hoy los ingresos cubren el 80% de los gastos. Aún nos queda camino para hacerlo rentable, pero hoy ésta es una industria deficitaria”, explica Ibáñez, junto con agregar que, si hay una buena gestión, “no veo por qué no podría haber una búsqueda del lucro”.

Para cubrir el saldo que no consiguen con los ingresos constantes, de los cuales la principal fuente es la venta de los derechos de transmisión al Canal del Fútbol, en Wanderers han echado mano al aporte de sus accionistas, pero también a la venta de jugadores, como ha sido el caso de Carlos Muñoz, Eugenio Mena y Sebastián Ubilla.

Pero en el club aseguran que ésa no es la única vía. Para ello, iniciarán campañas con el fin de que más porteños se acerquen al estadio y se hagan socios. De acuerdo a las cifras entregadas por Lafrentz, de los 1.100 socios activos que tenía Wanderers en 2008, quienes pagan anualidades entre $ 40.000 y $ 250 mil, según la ubicación en el estadio, hoy ese número ya supera los dos mil. Sin embargo, a ojos de Ibáñez sigue siendo insuficiente.

Su sueño, explica, es que Santiago Wanderers llegue a ser un referente para todos los habitantes de Valparaíso como lo es el F.C. Barcelona para los habitantes de Cataluña. “Es un club ícono. Ser socio del Barcelona es un orgullo de los habitantes de la ciudad. Eso debe ser Wanderers para Valparaíso”, comenta.

Por eso, para 2015 se han trazado una meta: para el segundo semestre los ingresos -excluyendo potenciales ventas de jugadores- deben ser iguales o mayores que los egresos. Será el año de los números azules, confía el empresario.

Para cumplir esos objetivos no apelarán solamente a su público porteño. También hacia los empresarios de la zona costera. Según cree Ibáñez, Valparaíso ha generado muchas empresas y fortunas que hoy pueden ayudar al desarrollo de esta institución, a través de la compra de palcos o de auspicios para el desarrollo no sólo del plantel, sino principalmente de las ramas formativas de Wanderers, a las cuales asisten más de 500 niños y adolescentes por año.

LA JOYA DEL PACÍFICO
La historia de Nicolás Ibáñez ha estado vinculada al puerto desde antes de su nacimiento. Su abuelo Adolfo Ibáñez fue uno de los propulsores de la expansión de la importadora y comercializadora, con casa matriz en Valparaíso, que durante los años posteriores sería conocida como D&S, al mando de su padre Manuel Ibáñez Ojeda y, posteriormente, de él junto a su hermano Felipe.

Es por este vínculo, más su paso por la universidad y su nexo con la Armada -tiene el cargo de oficial de reserva-, que a Ibáñez le apasiona hablar de la ciudad.

Uno de los discursos más recurrentes cuando menciona a Wanderers, es el rol social que juega la entidad entre la población porteña. Enumera los programas de formación que tiene el club deportivo, entre ellos “Talento del barrio”, el cual busca ser un semillero de futbolistas entre los diferentes clubes amateurs que hay en los cerros de Valparaíso, y también se refiere a los programas de asistencia para decenas de niños y niñas vulnerables de la ciudad, siempre y cuando tengan algún vínculo con el club.

Pero no todo es fútbol. Para Ibáñez la ciudad costera es más que eso. Por ello, ayudó a la creación de la Fundación Piensa, la cual promueve la descentralización en Chile y el desarrollo de Valparaíso, y en la cual participan personalidades de la zona como Edmundo Eluchans, Juan Carlos Harding, Beltrán Urenda Salamanca, Eduardo Elberg, Antonio Bloise y Luis Cambiaso.

A ello se agrega la creación de la Fundación Futuro Valparaíso, constituida hace apenas una semana, y bajo la cual albergará todas las iniciativas sociales relacionadas a la ciudad.

Es la apuesta de Ibáñez no sólo por Valparaíso. También es su nuevo afán: el empoderamiento de las organizaciones de la sociedad civil, capaces de resolver problemas de su entorno sin la ayuda, o con un mínimo aporte, de los organismos del Estado. Cita el ejemplo de la Teletón y de Bomberos, y asegura que Wanderers podría convertirse en un caso tan connotado como esos. Un club inmerso en los cerros de la joya del Pacífico, el cual sea una fuente de entretención, pero también de asistencia social. Al menos, así lo sueña Ibáñez.

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