Por Noviembre 27, 2014

Para el local, la visión del riesgo es absoluta. Para una multinacional, el riesgo de su inversión en Chile es relativo a las otras inversiones que mantiene en cartera.

Estas últimas semanas han sido recurrentes las preguntas que he recibido -por mis obligaciones profesionales-acerca de la visión que tienen los inversionistas extranjeros sobre la situación actual en Chile. A muchas de las personas les llama la atención la aparente paradoja de ver cómo distintos grupos de inversionistas chilenos venden a extranjeros que ingresan por primera vez al mercado local o aumentan su exposición a Chile. Más allá del impacto sobre el mercado financiero, estos movimientos han pasado a ser parte de la discusión acerca del efecto de las reformas del actual gobierno sobre la economía chilena. Ante acusaciones de que ellas explican la caída de la inversión y el aumento de la incertidumbre, los partidarios del gobierno hacen referencia a varios casos que evidenciarían que el pesimismo que embarga a varios actores locales no necesariamente está afectando a los extranjeros.

 Ejemplos recientes hay varios, como la entrada de un operador español a tomar el control, desde un grupo de inversionistas locales, de una importante empresa del sector energético. O de una aseguradora global que llega a la propiedad de una administradora de fondos de pensiones local. Un poco más atrás, otra empresa española decide entrar al sector de seguros de salud comprando a controladores locales; en un caso similar, en la industria farmacéutica es un inversionista americano el que ingresa. Una reconocida concesionaria ofrece construir  un multimillonario camino opcional a Valparaíso. Me comentan también que hay un activo mercado donde empresarios mineros locales están vendiendo proyectos a multinacionales del rubro. Es interesante notar que en muchos casos, se trata de inversión en industrias con niveles altos de regulación (eléctricas, AFPs, isapres, concesiones), precisamente donde el riesgo de una intervención estatal es mayor que en otros sectores.

 ¿Qué puede explicar esta supuesta divergencia de visiones? ¿Hay algo que los compradores extranjeros no estén viendo? ¿Los locales les estarán pasando una “chiflota”?

Revisemos algunas de las posibles explicaciones. Parto por la que me hace más sentido: la diferente naturaleza de locales versus extranjeros. La mayor parte de los inversionistas locales, como es esperable, tienen una parte de sus recursos o patrimonio en nuestro país. Los extranjeros, por el contrario, miran a nuestro país como parte de un portafolio mayor de inversiones esparcidas por distintos países. Para el local, la visión del riesgo es absoluta. Para una multinacional, el riesgo de su inversión en Chile es relativo a las otras inversiones que mantiene en cartera.

 Por decirlo de otra manera, ante el aumento de riesgo (real o percibido), el local siente que tiene mucho más en juego, mucho más que perder. Para el extranjero, en cambio, cuando contrasta lo que ve en Chile con, por ejemplo, la situación en otros países de la región (imagínense Brasil, Argentina o Venezuela), esa percepción es muy distinta.

No todo son percepciones en todo caso. La fuerte depreciación del peso chileno durante este año  hace mucho más atractivo al inversionista que viene de compras con dólares. Por otro lado, con las tasas de interés alcanzando mínimos históricos en Europa y aún en niveles bajos en EE.UU., el financiamiento con deuda permite mejorar la rentabilidad de varios proyectos, lo que permitiría justificar un aumento en de riesgos.

 Tampoco se debe perder de vista que algunos efectos de las reformas no necesariamente son los mismos sobre locales y extranjeros. Un abogado amigo, reconocido experto tributario de la plaza, me advierte que la reforma tributaria no cambia tanto la situación actual al inversionista extranjero -cuyos flujos de la inversión realizada ya estaban afectos a tasas de retención-, como sí lo hace al local, que ve gravados sus ingresos en base a renta atribuida o con un uso parcial del crédito sobre impuestos pagados, dependiendo de la modalidad de tributación que escoja.

A pesar de que estas explicaciones pueden ser razonables, queda siempre una sombra de duda respecto a que la asimetría de información que tienen los locales versus los extranjeros (y que los empresarios chilenos conocen tan bien de sus incursiones en la región) tiene mucho que ver. Que los locales tienen mucha mayor capacidad de ver los problemas y riesgos que los foráneos difícilmente ven desde miles de kilómetros de distancia.

Esto último es probablemente muy cierto, pero no dejo de acordarme cuando ha ocurrido lo contrario. Cuando los que están saliendo son los extranjeros y los nacionales son los que están sacando la billetera para comprar. Los argumentos, en este caso, se dan vuelta. Que los locales saben mucho mejor cómo manejar los negocios; que los extranjeros suelen salir en el peor momento. Pasado el tiempo, los resultados han sido un tanto mixtos. La historia parece mostrar que el pesimismo sabe jugar bien tanto de local como de visita.

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