Por Paula Comandari Octubre 17, 2013

© Fernando Rodríguez

“Le hice clases al actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. Fue alumno mío muy joven. Después le perdí la pista. Hasta que me junté con él en su país. Al final del encuentro me dijo: “Tus lecciones me han acompañado toda la vida. Ésa es una alegría para un profesor”.

“Veo que el estudiante chileno tiende a aglutinarse más con los latinos y producen una exclusión muy lamentable. Cuando se evita la división, la vida es mucho más rica. El chileno tiende a ser, además, bastante racista. He visto que no le gustan los negros. Eso debería cambiar”.

No estaba dentro de los planes de Arnoldo Hax escribir sus memorias. Fue su amigo Herman Schwember quien decidió emprender esa tarea. Sin embargo, cuando recién escribía las primeras páginas de esa biografía murió trágicamente producto de una aneurisma cerebral. Hax, ex vicedecano de la Escuela de Ingeniería del MIT, presenció el fatal accidente. Aún se emociona cuando lo recuerda.

Fue otro de sus amigos, Fernando Alliende, quien creyó que la vida del también ex profesor de Harvard y otrora director de Ingeniería de la UC valía la pena de ser contada. Así nació La vida es un mar inmenso -Ediciones UDP-, texto donde ambos ingenieros conversan sobre su vida y trayectoria.

Ha sido un año especial para Hax. El presidente Sebastián Piñera le dio una condecoración por servicios distinguidos al país. Y la Escuela de Ingeniería de la PUC -institución que dirigió a los 26 años- bautizó el edificio más importante de la facultad con su nombre.

El ingeniero, que no sólo ha sido profesor en la Escuela de Negocios del MIT, sino que también en Harvard, se ha convertido en un “embajador” de los chilenos en Boston. De hecho, cada año invita a los compatriotas que estén en esa ciudad a comer a su casa. Allí han estado Andrés Velasco, Vittorio Corbo, Eduardo Engel y varios otros. 

Ahora, desde una de las suites del hotel Noi, repasa su historia. Además, cuenta detalles sobre su modelo Delta -que muchos han comparado con las “4 P” de Porter-, el cual ha aplicado con éxito no sólo en empresas chilenas, sino que en firmas internacionales. Aquí, 10 capítulos para entender quién es y cómo piensa Arnoldo Hax.

EL DESPEGUE

“A los 13 años siempre pensaba en la mala suerte de haber nacido en Chile. Lo veía como un país chato, tercermundista. Por eso, mientras estudiaba Ingeniería en la UC siempre supe que mi programa de capacitación no iba a terminar aquí. Apenas concluí mi carrera, y aunque entonces era muy raro salir al extranjero, fui a hacer un máster en Ingeniería Industrial a la Universidad de Michigan.

La realidad de hoy es completamente distinta. Chile pertenece a la OCDE, que es el club de los países desarrollados. Es un actor mundial en cuatro sectores: en el área forestal y celulosa; en algunos productos agrícolas; en minería y en ciertos elementos de la pesca, como el salmón. Aunque todavía tenemos como país tareas pendientes: es sumamente grave que Chile aún no invierta en energía y biotecnología”.

CON LAS RIENDAS DE LA UC

“No sé cómo a los 26 años asumí un desafío tan grande como dirigir la Facultad de Ingeniería de la PUC. Entonces, las universidades no tenían profesores full time. Tampoco eran profesionales. Cuando acepté el cargo y junto a un equipo, ése fue nuestro primer desafío. Conseguimos las primeras becas. Recuerdo que llamaba a quienes habían sido compañeros de curso y les decía que tenían la posibilidad de ir a estudiar al extranjero y devolver esa formación a la UC. Después de eso hicimos el campus universitario de San Joaquín. Al principio consideraron que nos habíamos vuelto locos. Estábamos como a destiempo, pero estar lejos físicamente del resto de la universidad nos permitió mayor libertad y creatividad, dejar de lado los esquemas convencionales. También llevamos a cabo la transformación curricular”.

UN CRÍTICO DE LA PSU

“Chile al igual que EE.UU. tiene las mejores y al mismo tiempo las peores instituciones educacionales. Y el acceso a las buenas es demasiado restringido. Soy extremadamente crítico de la PSU. Es una prueba absurda, diabólica y cuyo sistema de multiple choice no revela nada, ni cómo es ni qué piensa ese estudiante y compromete a todo el sistema educacional aguas arriba. En el MIT, por ejemplo, nos interesa saber quién es la persona que quiere estudiar en nuestra institución. Queremos saber cuánto nos va a enriquecer ese estudiante. Por lo tanto evaluamos con entrevistas personales, cartas, ensayos. Una vez el director de ese plantel estadounidense me señaló que la pregunta clave en la admisión de un alumno era how fun is to be with you. En un comienzo me tocó revisar las solicitudes de ingreso del MIT. Me entregaban un sobre con la aplicación y el puntaje equivalente a la PSU venía tapado. Uno revisaba las entrevistas, los antecedentes y evaluaciones. Ninguno de los postulantes dejaba de ingresar al MIT únicamente por tener un mal resultado en esa prueba. A mí me preocupa que con la PSU se deshumanice el sistema: que el alumno número 40 del colegio Verbo Divino esté calificado mejor que el número 1 del colegio de Peñalolén”.

AMOR Y ODIO

“Fui presidente del centro de alumnos de la Escuela de Ingeniería. Recuerdo que abrimos la política a la universidad, organizamos la escuela Diego Portales, dirigida a los obreros y los preuniversitarios. Al comienzo, las autoridades se molestaron con este tipo de innovaciones, pero al final resultaron exitosas. Recuerdo que en ese tiempo me señalaron que debía ser presidente de la FEUC y fui a una -y la última- reunión política en mi vida. Fue un horror. Y rápidamente me dije: a esto no me meto. No era mi forma de actuar. El mundo político está repleto de contradicciones, de medias verdades. La responsabilidad más grande de un político es ser reelegido. Y para eso tienes que hacer cualquier cosa. Desde hablar sobre cosas que no crees a prometer proyectos que son inadecuados. No tengo muchas amistades en ese mundo”.

EL PROFESOR

“No exagero cuando digo que he enseñado a miles de estudiantes. Recuerdo haber sido profesor de grandes empresarios estadounidenses, incluidos importantes ejecutivos de la Ford y la General Motors. Me tocó enseñarle a José Luis del Río, los hermanos Sandro y Piero Solari. También le hice clases al ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan y al actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. Este último fue alumno mío muy joven. Cuando estaba en el MIT usaba el nombre de ‘Ben Stay’, y cuando egresó le perdí la pista por mucho tiempo. Cuando veía al primer ministro nunca lo reconocí. Hasta que un día me llamó por teléfono mientras estaba en Israel y me invitó a tomar desayuno. Hablamos de cosas bastante íntimas y confidenciales. Al final del encuentro recuerdo que me dijo: “Quería verte para decirte que tus lecciones me han acompañado toda la vida. Ésa es la gran alegría que tiene un profesor: sentir que de repente tocas a alguien profundamente”. 

LA GUERRA Y LA ELITE

“Estaba en Estados Unidos cuando se produjo la guerra contra Vietnam. Entonces todos los ciudadanos que estaban en edad de pelear tenían que inscribirse en el draft (servicio militar obligatorio). Sin excepción. Esa guerra la pelearon los hijos de las familias más influyentes de Estados Unidos. Hoy ya no existe el draft, sino que la reserva militar, cuyos miembros reciben acceso gratuito a la universidad. Por eso quienes la conforman son gente sin recursos económicos. Son ellos quienes están librando la guerra contra Afganistán e Irak. La guerra de Vietnam se detuvo porque la elite salió a la calle. Hoy nadie sale a la calle porque quienes pelean son la gente humilde, sin voz”.

EL VIAJERO CHILENO

“La primera vez que estudié en EE.UU. con mi mujer sólo nos juntábamos con latinos. No nos gustaban los gringos. Durante esos dos años en Michigan excluimos de nuestras vidas a los estadounidenses, porque rechazábamos su cultura. Fue una torpeza muy grande. Para mi doctorado en Berkeley aprendimos la lección e hicimos amigos sin segregar. Veo que el estudiante chileno tiende a aglutinarse más con los latinos y producen una exclusión muy lamentable. Cuando se evita la división, la vida es mucho más rica. El chileno tiende a ser, además, bastante racista. He visto que no le gustan los negros. Eso debería cambiar”.


LA DEUDA CHILENA

“En Chile no existen universidades de investigación. Eso explica por qué nuestro país genera buenos economistas, pero no demasiados científicos. En Chile las universidades son magníficas en la preparación de profesionales, hacemos la transferencia de conocimiento muy bien, pero no participamos en la creación de éste. Nuestros profesores van a EE.UU., se doctoran allá y traen a Chile lo aprendido. Los planteles dedicados a la investigación son muy caros. En EE.UU hay menos de 50 research universities entre miles de planteles. Por eso mismo nuestras instituciones no aparecen en los rankings de las mejores del planeta; la mayor parte de las mediciones están basadas en la contribución al conocimiento científico de las universidades”.

LA BATALLA DE BOSTON

“Conozco en profundidad las escuelas de negocios de la Universidad de Harvard y la del MIT. No soy amigo del sistema que impera en la primera, porque es una institución estricta y absolutamente basada en casos. Se presentan problemáticas y los alumnos deben resolverlas. En el MIT, por el contrario, tenemos una tendencia a ser más académicos, enseñamos economía. Lo otro que me parece horrible de la Escuela de Negocios de Harvard es su sistema de calificación, el cual exige que un determinado porcentaje de alumnos obligatoriamente deba reprobar. Eso genera una tensión indebida”.

MODELO DELTA

“Me demoré 10 años en crear este modelo. Hoy asesoro en Chile al Bci, a la CMPC y a Molymet y he sido consultor de varias empresas en todo el mundo. Ha sido difícil demostrar que la creación de valor no está dada por destruir a nuestra competencia, y que la estrategia no debe ser entonces la guerra, porque es una definición ampliamente aceptada, pero ciertamente absurda. Mi modelo se basa justamente en lo contrario: el centro de la gestión es el cliente, a él hay que conocerlo con profundidad y darle una entrega constructiva, cooperativa y armónica. Recuerdo un caso emblemático: durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle me llamaron de Codelco. Querían que los asesorara para reorganizar la compañía. La idea de ellos era dividir la cuprífera en tres entidades: una de investigación y desarrollo; la otra se constituiría como la parte operativa de la mina, y la última en el área de marketing. Era un desastre y lo hice ver. Las empresas deben integrarse, nunca fraccionarse. Desarmamos esa estructura y detuvimos la legislación que buscaba el cambio de la estructura del negocio del cobre en Chile. Años después fui consultado nuevamente para colaborar en un taller de planificación. Tenían una estrategia clara: primero que el cobre era un commodity, que sus competidores eran las otras empresas productoras de cobre y que lo único importante era ser el mejor. Cambiamos drásticamente la mirada porque el cobre puede ser un commodity, no así el negocio; las empresas de cobre son complementadoras de Codelco y lo importante es reemplazar a los sustitutos del cobre y conocer que los clientes del cobre son variados y hay que satisfacerlos. Así fue cuando aplicamos el modelo Delta en Codelco”.

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