Por Emilio Maldonado Noviembre 24, 2011

Como cada sábado a las 10.30 de la mañana, la profesora Francisca Castro comienza la clase. Frente a ella tiene a 10 alumnos, en su mayoría de enseñanza media, quienes esperan reforzar sus conocimientos en matemáticas, la asignatura que corresponde a ese módulo. Ella ha tenido una semana agitada en el trabajo, pero distiende el ambiente contándoles a sus alumnos sobre su último viaje -no precisamente por vacaciones- a Nueva York. Les muestra fotos en el iPad y ellos le preguntan todo sobre esa ciudad.

Ella, la gerente de Negocios Estratégicos de Codelco y la mujer detrás del millonario acuerdo con Mitsui para comprar el 49% de Anglo Sur, está parada en medio de la sede del Hogar de Cristo en Renca, haciendo clases. Ahí es una profesora más y sus estudiantes no sólo no tienen idea quién es ni qué hace de lunes a viernes. Menos le preguntan por qué el llamado negocio del año, avaluado en US$ 6.750 millones, está entrampado en tribunales.

Para Castro (49), ejecutiva de primera línea en la empresa estatal y una de las mujeres más fuertes en el escenario minero mundial, hacer clases es una forma de establecer un quiebre entre el mundo público de  su profesión y su esfera privada. Así lo ha hecho siempre, desde que regresó de Washington a mediados de los noventa.

Francisca Castro, ingeniera comercial de la Universidad de Chile y con cuatro años en Codelco, se transformó sin quererlo en protagonista de una pelea de gigantes. Fue ella la que lideró la fórmula de financiamiento junto a Mitsui y quien tuvo que negociar, antes que aparecieran los japoneses, con otros grandes conglomerados, con el fin de firmar un pacto para comprar la mitad de la ex Disputada de Las Condes. Hoy el acuerdo, su trabajo de meses entre Santiago y Nueva York, se ve entrampado por la embestida de Anglo American, que decidió vender anticipadamente un porcentaje del yacimiento a Mitsubishi.

Nueva York sin Broadway

A la ejecutiva de Codelco le gusta viajar con su familia o amigas, pero los últimos aviones los abordó  junto a compañeros de trabajo. Nueva York, sede de los principales bancos  del mundo, fue su segundo hogar durante semanas. Con la venia de Mitsui para financiar los US$ 6.750 millones que costaría comprar la ex Disputada, su rutina se redujo a caminatas del hotel al estudio de abogados de Codelco, Cleary Gottlieb Steen & Hamilton, en el sur de Manhattan.

De Broadway, el gran gusto que pensaba darse mientras estuviese en la Gran Manzana, ni hablar. Ni siquiera pasó cerca de los teatros. Ni mucho menos pudo entrar a uno de los afamados musicales, otra de las pasiones de la dama de hierro de Codelco, quien cultiva un gran aprecio por la música y las artes, gracias a las enseñanzas de su madre, la soprano Mary Ann Fones, y a las de sus hermanos, el músico Andrés (51) y el actor Felipe (48). Junto a Pablo (47), conforman la familia Castro Fones, el mismo clan que solía cantar en el coro de la iglesia Santa Bernardita en Providencia.

En vez de rodearse de la atmósfera de Broadway en su paso por Nueva York, Castro se relacionó con ejércitos de abogados y representantes de Mitsui. Ahí la ejecutiva dejó ver sus dotes de negociadora. Según un asistente, ella llegaba muy preparada a todos los encuentros y con todo súper estudiado para que ninguno de los abogados le pasara por encima. Como asegura un miembro de la contraparte, antes de entrar a las reuniones ella se ríe y es relajada, pero apenas se cierran las puertas, defiende los intereses de la compañía como si fuesen propios.

El trabajo solitario en un mundo masculino es un denominador común en la carrera de Castro: directora de empresas públicas como Zofri y Enami, y la jefatura en la Dirección de Concesiones del MOP fueron algunos de los cargos que precedieron su aterrizaje en Codelco.

Fue esta característica la que vio el presidente ejecutivo de Codelco, Diego Hernández, cuando la promovió a la vicepresidencia más clave de la firma. Precisamente para hacerse cargo de este negocio, el cual comenzó a gestarse en enero pasado, cuando Castro aterrizó en la Gerencia de Negocios Estratégicos.

El negociar duro y directo ha sido su firma a lo largo de su carrera. Así también lo recuerda el ex superintendente de Valores y Seguros, Guillermo Larraín, quien compartió con ella en el Ministerio de Hacienda, hace más de 10 años. El economista relata la estructuración de contratos para el Proyecto Tridente de la Armada, en el cual ella tuvo que desenvolverse con tenacidad en el mundo castrense, históricamente dominado por hombres.

El trabajo solitario en un mundo masculino es un denominador común en la carrera de Castro: directora de empresas públicas como Zofri y Enami, y la jefatura en la Dirección de Concesiones del MOP fueron algunos de los cargos que precedieron su aterrizaje en Codelco. Asimismo, y desde la minera estatal, ha liderado operaciones claves, como los acuerdos en el puerto GNL en Mejillones y la venta de la ex Edelnor (hoy E-CL), en la cual se recaudaron poco más de US$ 1.000 millones.

Su firmeza a la hora de discutir términos contractuales también es recordada por el ex ministro de Energía, Marcelo Tokman. Fueron vecinos en el piso 12 del Ministerio de Hacienda, a fines de los noventa. Ella asesoraba al director de Presupuestos, Joaquín Vial, y al poco tiempo pasó a ser consejera del nuevo ministro de la época, Nicolás Eyzaguirre. Diez años después volvieron a encontrarse, ahora no como vecinos, sino como aliados en la negociación para construir el puerto GNL en Mejillones.

Mundos paralelos

En 1979, cuando Castro cursaba tercero medio en el Colegio Mariano, a sus compañeras de curso se les ocurrió organizar un viaje al Norte, para lo cual necesitaban reunir fondos. Fue ella, como recuerda una ex alumna, la que organizó todo. Era la líder natural de la generación y por ello programó las actividades para financiar el viaje y distribuyó las tareas que tendría cada una de sus amigas.

Mientras los noticieros y el gobierno se alborotaban con la movida de Anglo-Mitsubishi para bloquear su acuerdo con Mitsui, Castro se dio el tiempo de hacer una pausa y cantar frente a 650 personas en el auditorio de la Escuela de Carabineros, justo en medio de la tormenta.

Su ímpetu fue premiado a días de iniciar el viaje. Una de las profesoras no pudo ir y a ella, con 17 años, se le encomendó la tarea de tomar el control. Hoy, 32 años después, concluye que fue en ese momento cuando comprendió que tenía las habilidades para dirigir y buscar consensos.

Mismas cualidades que aplicó en el trato con los japoneses. Junto al vicepresidente de Administración y Finanzas, Thomas Keller, coordinó los equipos que iban a desarrollar este contrato. Cada punto del acuerdo fue visto por distintos equipos al interior de la minera, y ella junto a Keller hicieron de cabeza del equipo multidisciplinario.

Con todo, Francisca Castro, la mujer que lideró sendos equipos profesionales dentro de Codelco en la cruzada para hacerse de casi la mitad de Anglo Sur, es una persona que busca refugio en círculos acotados e íntimos. Por ello, y aunque trabaja sin tregua en su oficina, por regla apaga el computador a 19.30: a esa hora comienza su vida familiar  y todos los días come con sus tres hijos. Sólo después de eso vuelve a dedicar algunas horas a su trabajo desde su casa.

Integrante del coro

Hace siete años, Andrés Castro invitó a su hermana a integrar un coro. Desde ese entonces, cada martes entre 8 y 10 de la noche en San Carlos de Apoquindo, ella y otras 40 personas ensayan bajo la dirección de Andrés, director de Música en la Universidad Alberto Hurtado.

Contralto en el registro, jamás se ha lanzado como solista. Ni siquiera cuando cantaba en el coro de la misa, a los 10 años. Parte de su sello es integrar equipos, pero jamás llevarse los aplausos, como también quedó de manifiesto en su último deal en Codelco, donde rehuyó  cualquier reconocimiento público. Por eso, además, cuentan quienes la conocen, siempre ha optado por trabajar para el Estado.

Su participación en el coro también ha dejado de manifiesto su rasgo perfeccionista. Después de cada viaje que hizo a Nueva York, y como había perdido varias jornadas de ensayos, contrató a una profesora particular de piano, para que la pusiera al día con los avances de sus compañeros. Fue así que, incluso mientras los noticieros y el gobierno se alborotaban con la movida de Anglo-Mitsubishi para bloquear su acuerdo con Mitsui, se dio el tiempo de hacer una pausa y cantar frente a 650 personas en el auditorio de la Escuela de Carabineros, justo en medio de la tormenta. Con sus hijos y hermanos en las butacas, interpretó las obras de George Gershwin y evadió por dos días las turbulencias del mayor negocio minero de 2011, donde ella es una de las voces principales.

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