Por Óscar Landerretche M.* Junio 4, 2010

Ana López y el ciclo económico

La CFE es, en términos muy simples, la expresión a nivel del gobierno de la regla que aplica toda familia que maneja bien sus platas. La mujer, que -digámoslo- es quien lleva las cuentas en los hogares ordenados en Chile, norma que lo prudente es gastar, a lo más, lo mismo que el grupo familiar genera "habitualmente" en ingresos. A veces hay que ahorrar y otras endeudarse, pero lo importante es ser consistente con el ingreso "usual". La CFE es a las finanzas públicas lo que Ana López (Tamara Acosta) es a las finanzas de los Herrera (la familia de la serie Los 80). Ana aporta la mirada racional y de largo plazo, de la que carece su marido Juan (Daniel Muñoz), que tiene dignidad, fuerza y coraje, pero le falta la calma y racionalidad para planificar a mediano plazo. Yo tengo la suerte de tener una Ana López en la casa (tan linda como Tamara Acosta), y mis finanzas del hogar se han visto beneficiadas, por lo que doy gracias cotidianas a la diosa fortuna.

¿Cómo definen las Anas López los niveles aceptables de gasto? Muy simple: estableciendo reglas que deducen de su experiencia. Por ejemplo: cuánto gastar y cuánto ahorrar al cambiar el ingreso, cuánto es el máximo de deuda que puede sostener su familia, cuánto ahorrar en fondos de emergencias y cuáles emergencias justifican su uso.

Esto, que suena tan simple y de sentido común, es más fácil de decir que de hacer. Las razones son las que todos vivimos cotidianamente: los problemas, necesidades y apetitos actuales aparecen como más importantes que los futuros. Esto provoca que tendamos a gastar cuando hay y luego enfrentar estoicamente la austeridad cuando no hay. Es lo que los economistas llamamos "comportamiento procíclico" (que promueve el ciclo). Lo llamamos así porque si todos lo hacen se termina profundizando las recesiones y haciendo más peligrosas las burbujas. Y es por esto que es deseable que los presupuestos fiscales sigan las reglas de Ana.

Desafortunadamente no hay tantas Anas dando vuelta y el gasto procíclico tiende a ser la norma en las finanzas públicas de muchos países. En la Unión Europea llevan años fracasando en establecer sistemas de consistencia fiscal. En 1997 crearon el Pacto de Estabilidad que, como Ana, imponía dos reglas simples: prohibía los déficits de más de 3% del PIB y las deudas públicas mayores a 60% del PIB, so penas del infierno. A la hora de la verdad, sin embargo, cuando hubo que castigar a Francia y Alemania por infringir el Pacto, no se hizo; por ende, al fallar Portugal el 2002 y Grecia el 2005, se les amenazó y gritoneó pero nunca se les multó. Ahora miren el lío en que están.

Definitivamente, necesitan a la firme pero compasiva, rigurosa pero criteriosa Ana López en Bruselas. El problema es que a Juan Herrera no le gusta que ella viaje (y no lo culpo, compadre).

Ana López y la doctrina fiscal

Cuando asumió el presidente Lagos existía algún grado de inquietud en ciertos sectores empresariales por tratarse del primer mandatario socialista después de Allende. Para esos sectores, "gobierno socialista" era sinónimo de "irresponsabilidad fiscal". Da lo mismo si era justificado o no; lo importante es que así pensaban, lo que implicaba un problema para la gestión macro: nos encontrábamos lentamente saliendo de la crisis asiática, lo que hacía necesarios déficits fiscales para estabilizar. Si se concretaban déficits fiscales se validaban los prejuicios empresariales, si se restringía el gasto se prolongaba la recesión. La genial solución que encontraron fue el "superávit estructural", simple y potente, como sacado del cuaderno de recetas de Ana.

Se gastaría "como si" la economía estuviera enfrentando una situación normal; "como si" los precios del cobre y el crecimiento fueran los "usuales". Incluso más, se gastaría pensando en que en esa situación normal se estuviera ahorrando el 1% del PIB para ir juntando para enfrentar las deudas previsionales del Estado y para ayudar a recapitalizar al Banco Central (un problema que viene, justamente, desde los 80). Si el crecimiento era lento, el cobre barato y los ingresos fiscales bajos, esto implicaría un cierto déficit fiscal; pero éste sería estructuralmente un superávit y, por ende, fiscalmente responsable.

Cuando se comenzó a aplicar la doctrina "estructural" de déficits, el fisco ya tenía un superávit promedio de 1% desde los inicios de los gobiernos de la Concertación, lo que dio credibilidad a la promesa. El esquema de la CFE ordenó muchísimo la discusión fiscal chilena, y fue tan exitoso que se volvió una característica internacional muy conocida de nuestra economía.

Ana López y la institucionalidad

Ya desde fines del 2005 se venían incorporando mejorías a la forma de hacer la CFE, pero fue durante el gobierno de la presidenta Bachelet que se implementó la mayor parte de sus perfeccionamientos técnicos e institucionales. Se mejoró la contabilización tributaria de la minería privada, el efecto del molibdeno, de los intereses de los activos financieros, de las cotizaciones previsionales, las rentas de propiedades y otras cosas más. En el 2006 se pasó la Ley de Responsabilidad Fiscal, que reguló cuándo los excedentes se usarían para capitalizar al Banco Central, para aprovisionar contra las deudas previsionales del Estado o para ahorrar para las épocas de vacas flacas. Para ello se estableció un sistema de "multifondos" que a futuro debieran tener políticas de inversión diferenciadas, diseñadas por el Comité Asesor Financiero (CAF) que fue creado para recomendarlas.

Debido a la inesperadamente veloz acumulación de fondos soberanos (por el elevadísimo precio del cobre) se  rebajó el objetivo estructural a 0,5% del PIB en el 2007 y a 0% en el 2008. Así y todo, durante los primeros tres años de ese gobierno se promedió un superávit efectivo de 7,2% del PIB. La crisis subprime, por supuesto, hizo necesario un déficit del orden de 4,5% del PIB en el 2009, y en la práctica se tuvo un leve déficit estructural; pero igual el promedio de superávits de ese gobierno terminó siendo 4%, lo que es altísimo. Ana López se hubiera sentido orgullosa de esta gestión fiscal, digan lo que digan hoy.

Aprendiendo de Ana López

Ana López y los cambios en las reglas

Tres cosas centrales han cambiado para Chile desde que comenzamos con las reglas estructurales.

Primero, si uno mide nuestra apertura comercial como la suma en valor absoluto de importaciones y exportaciones sobre el PIB, alrededor del año 2000 nos daba como 55%-65% (lo que ya era muy alto). Si uno hace el mismo cálculo en tiempos recientes, el rango es de 70%-80%. Si se mide nuestra apertura financiera como la suma en valor absoluto de las partidas de la cuenta financiera sobre el PIB, alrededor del 2000 nos daba como 10%-15%; hoy promedia entre 25%-30%. Es decir, hoy Chile es mucho más abierto comercial y financieramente de lo que era hace una década y, por ende, más sensible al mundo.

Segundo, parece increíble pero durante los primeros 10 años de gobiernos de la Concertación el precio del cobre fluctuó en un rango de apenas 70 centavos por libra. Hoy, 70 centavos es el rango de fluctuación del cobre en los pocos meses que han pasado desde el terremoto, y hay semanas en que se ha movido en esa cantidad. Es decir, somos más abiertos y sensibles, pero en un mundo mucho más volátil.

Tercero, a pesar de todo nuestro chaqueteo, tenemos que reconocer que la democracia chilena se ha desarrollado. Nuestra ciudadanía es más demandante, es menos ingenua y  exige más transparencia en la gestión del Estado.

Esto implica que las demandas técnicas y también políticas sobre la CFE se vuelven más intensas. Nuestra mayor apertura y la mayor volatilidad internacional hacen más demandante para la política fiscal el esfuerzo estabilizador. Necesitamos una CFE 2.0. Sugiero construirla de acuerdo a los siguientes objetivos:

La Contabilidad Fiscal Estructural (CFE) es a las finanzas públicas lo que Ana López (Tamara Acosta) es a las finanzas de los Herrera (la familia de la serie Los 80). Ana aporta la mirada racional y de largo plazo, de la que carece su marido Juan (Daniel Muñoz).

1. Tiene que ser más transparente, no solamente en su forma de cálculo, sino en el acceso a los datos que permiten calcularla. Cualquier analista de mercado debe poder hacer las mismas cuentas que la Dipres y si no es posible debe explicarse transparentemente por qué.

2. Tiene que ser más anticíclica. Esto implica que debe existir un procedimiento claro para las desviaciones desde metas estructurales cuando hay que hacer un esfuerzo estabilizador extra.

3. Debe permitir que las transiciones entre diferentes niveles de gasto estructural puedan ser paulatinas, si es que los cambios tienen un potencial disruptivo sobre la economía.

4. Debe permitir que las transiciones entre diferentes niveles de gasto estructural sean sensibles a la contingencia macro (la inflación, el crecimiento y el tipo de cambio) por las mismas razones.

5. Deben implementarse explícitamente políticas de inversión diferenciadas por tipo de fondo, explicando con claridad a la población y a la comunidad pública las diferencias, además de definir si es que se va a constituir el fondo de capital humano o no.

6. Debe dotarse de mayor independencia, presupuesto y capacidades técnicas al CAF, para hacer creíble que los criterios de inversión tienen independencia del ciclo político.

Ana sabía que el secreto para tener una familia sólida no era sólo tener reglas, sino saber acomodarlas a las circunstancias. Esto no significa renegar de las reglas que hubo antes, porque eso daña la credibilidad de las nuevas. Hay una oportunidad constructiva en la reforma de la CFE para construir serenamente sobre los bloques de credibilidad heredados. Para hacer esto se requiere generosidad, fidelidad al proyecto de largo plazo fiscal y un cierto grado de abstención mediática. Estamos seguros de que la oportunidad será aprovechada.

*Universidad de Chile.

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