Por Alejandra Costamagna, escritora Junio 5, 2014

En algún momento del nuevo montaje de Por sospecha, dirigido por Carlos Huaico, uno de los personajes conjuga el verbo “funar”. Aunque el término no figura en el texto que Luis Rivano escribiera en 1979, su inclusión no sólo es coherente con la atmósfera del original, sino además es la única traducción a una jerga actual que requiere esta obra de sostenida vigencia. El uso de boleros y tangos, las alusiones a la micro Matadero Palma, al Hotel Carrera, a las tiendas de ropa (y no a los malls), a las radios a pila o a los tocadiscos, así como esa cierta elegancia fuera de época en la pinta de uno de los personajes, dan cuenta de un Chile que no es el actual. Lo mismo ocurre con los giros del lenguaje, que apuntan al habla coloquial -siempre cambiante- de tres personajes marginales. Sin embargo no hay nada añejo, nada que chirríe ni suene estancado en esta puesta en escena. Por el contrario, uno de los mayores logros de la obra repuesta por el Teatro Nacional es la absoluta actualidad que transmite.

En un calabozo coinciden un lanza (el excelente aunque a ratos histriónico Gabriel Urzúa) y un obrero de la construcción que han sido detenidos por sospecha, a los que se unirá más adelante un delincuente primerizo. En ese reducido espacio afloran sus diferencias. Mientras el primero se jacta del oficio delictual como una forma de sobrevivir en un mundo hostil, el segundo enarbola una defensa del trabajo honesto, del sindicalismo y del sacrificio. Son dos mundos, dos éticas. La discusión es enriquecida por el tercer personaje, que incorpora la vulnerabilidad y la indecisión, y está destinado a cruzar la barrera hacia el delito. Pero el cruce de posturas nunca es zanjado de manera moralizante. Rivano no pontifica ni juzga a sus personajes. En su calidad de ex carabinero, el dramaturgo sabe bien de lo que habla, conoce al dedillo a sus protagonistas. Y lo mejor: sabe otorgarles humanidad. Aunque la ley de detención por sospecha haya sido derogada en 1998 y la épica de ese sindicalismo de viejo cuño parezca algo lejana, el conflicto de la obra está a la vuelta de la esquina. Lanza u obrero, trabajador o asaltante, si los derechos y las oportunidades sociales no son equitativos, la rueda de marginación y abuso seguirá girando casi como un destino.

“Por sospecha”, de Luis Rivano. Hasta el 28 de junio en el Teatro Nacional.

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