Una es de Chile, otra de Argentina: son dos obras sobre conflictos de familias no convencionales. Dos compañías jóvenes, que abordan estos temas sin discursos gastados y con dosis de humor sutiles, a pesar de los dramas de fondo. La chilena Luis Emilio II, de los hermanos Ibarra Roa, es una de las seleccionadas entre lo mejor de 2013 para el festival Santiago a Mil. La historia se sitúa en un Chile del futuro, en el que la eutanasia está legalizada. Y el protagonista es un enfermo terminal que quiere acabar de una vez con el sufrimiento (es decir, con su vida), pero antes debe enfrentar las distintas posturas sobre su decisión: la de la madre, la de la esposa y la del medio hermano, que representan, de paso, las visiones de una sociedad igualmente enferma. El argentino Claudio Tolcachir, director de la compañía Timbre 4, también aborda el desgaste de unas relaciones personales que espejean los quiebres de su entorno social, pero en Emilia (en la foto) el foco está puesto en la desconexión de un hombre y una mujer que se encuentran después de varios años sin verse. Ella -Emilia- fue su niñera, casi su madre, una pieza fundamental en su infancia. Pero hoy están demasiado lejos; distanciados de sí mismos, incluso. Los recuerdos no coinciden, el presente los desampara y los aplasta. Y esa desconexión se extiende a los vínculos entre el hombre y su nueva familia. El autor de la excelente La omisión de la familia Coleman, presentada en Chile en 2009, además de Tercer cuerpo (2008) y El viento en un violín (2011), vuelve a explorar acá las dificultades de los afectos, esa inercia de corte chejoviano que puede derivar en momentos gloriosos, epifánicos o en la mismísima desgracia. Emilia y Luis Emilio II son dos textos sólidos para ver en estos días. Dos montajes que conmueven, además, por sus jugadas actuaciones. En especial, la de Jorge Fuentes, el joven protagonista de la obra chilena.

Santiago a Mil: “Luis Emilio II”, Teatro del Puente. “Emilia”, Teatro UC. Ambas hasta el 19 de enero.