Por Alejandra Costamagna escritora y periodista Marzo 28, 2013

“Nadie va a ir al cine. En este pueblo no hay ninguna película que cuente una historia mejor que la que estoy contando yo”, ordena Eddie, el protagonista de Locos de amor, en una pieza de motel con luces de neón, paredes rosadas, cojines rosados, cubrecama rosado. Está medio borracho y sus palabras son una tentativa desesperada por retener a su ex novia y al posible pretendiente de ella, que intenta sacarla a pasear. La historia que está contando el hombre, ciertamente, es buena. Mucho más seductora que las películas de cualquier cartelera de provincia. Una historia de amores cruzados, familias descompuestas, incesto, un suicidio por ahí, un whisky por acá. El tipo de historia que el teatro y el cine norteamericanos nos han enseñado a apreciar, escrita en 1983 por el dramaturgo, director y actor Sam Shepard, que ahora dirige Andrea García-Huidobro (Natacha, Distinto) en una versión fiel al texto original aunque eficazmente neutralizada en sus referencias geográficas. Shepard pide que la obra sea interpretada “implacablemente, sin descanso”. Y eso es lo que hace la pareja de Manuela Oyarzún y Francisco Pérez-Bannen: se odian, se aman, se insultan, se toquetean, se agreden, se besan, se  pierden. Eso quería Shepard; eso resuelve sin descanso García-Huidobro. 

Teatro Mori Bellavista, hasta el 27 de abril.

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