Por María Ignacia Pentz Abril 16, 2014

-Georges Bataille decía que lo que caracteriza al ser humano no es vivir fuera de la animalidad, sino en un lugar situado entre el deseo de volver a ella y la imposibilidad de cumplirlo.

El que habla es el pintor Guillermo Lorca (30), y esa dualidad es justamente la que mueve su trabajo, que va del realismo al barroco. Una dualidad que está en lo más profundo del inconsciente. Infancia y libertad. Animalidad y violencia. Todo en una armonía extraña.

Lleva diez años recorridos. Diez años de evolución y búsqueda. Maduración. En 2010, pasó por un período de crisis creativa y reflexión; época que lo llevó a desarrollar las temáticas que hoy expone en La vida eterna, en el Museo Nacional de Bellas Artes.

-Me gusta pintar las cosas que se salen de mi control, que no puedo intelectualizar correctamente y busco los personajes y símbolos que me hagan sentido en esta lógica interna, que la verdad no es muy lógica, ya que gran parte opera con los códigos del inconsciente.

-Tu obra es muy narrativa e inspirada en la literatura, ¿cómo creas esas escenas inquietantes, casi oníricas?
-Hay una inspiración en la sensación que producen los cuentos de hadas cuando uno es chico. Los volví a releer como adulto. Hay muchos autores que me interesan, pero nunca me baso literalmente en un libro para hacer una pintura, busco que sea más instintiva la llegada a la primera imagen.

-Antes trabajabas con el retrato, ¿hoy buscas crear otro tipo de mundos?
-Me pasa que la pintura tradicional que yo manejo, en la técnica, no me hace mucho sentido si me enfoco sólo en repetir lo que ya se hizo muy bien en otra época. Encuentro más interesante tomar esos recursos técnicos y llevarlos a un imaginario personal, más perturbador, dándome todas las libertades y tomando influencias que los antiguos maestros no pudieron tener. El retrato como género ya no me motiva.

-¿Qué buscas en tus autorretratos?
-Pasó a ser una suerte de ritual. En todas mis exposiciones estoy poniendo un autorretrato. Me gustaría algún día poder recopilarlos en una exposición o libro, a ver qué pasa. Para mí, el autorretrato siempre es un desafío, trabajar con la propia imagen siempre es difícil: me baso en lo que veo, pero no puedo evitar pintarme un poco como me siento internamente.

-¿Cuál es el núcleo de La vida eterna?
-Transmitir la sensación de ciertas pulsiones primitivas. La idea es llegar a la fibra sensible que hay en todo ser humano. Me interesa la relación entre la muerte y el erotismo, y cuando esto está presente antes de que lo cultural marque más su separación. He ahí por qué trabajo con niños y animales: quiero que mis cuadros remitan a esa etapa, que los personajes sean libres, amorales.

“La vida eterna”, de Guillermo Lorca. Hasta el 25 de mayo en el Museo Nacional de Bellas Artes.

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