Por Alberto Fuguet, escritor y cineasta Diciembre 17, 2014

Rozando el cierre de la temporada, justo para alterar todas las listas-de-fin-de-año, este notable (este increíble, este fascinante, este adictivo) debut del guionista Dan Gilroy deja claro que su director conoce bien la historia fílmica de Los Ángeles, que se crió viendo cine de los años 30 y 70 y que para debutar no tuvo miedo y se la jugó en eso de no querer conquistar a todos o hacer un filme que podría dejarlo como un tipo de fiar. Al revés: este debut es de esos debuts que te alteran y excitan y te dan ganas de esparcir la buena nueva. Quizás la idea, la apuesta, es superior al filme, incluso, pero qué importa. Cine arte con cine comercial, un cine contemplativo con un thriller, démosle, para qué temer. Este debut tiene cojones y posee un arrojo y una locura que es poco frecuente en una cinta industrial. Gilroy subvierte el género de la denuncia, se pone del lado de los malos y le agrega acción y eso  sólo puede tildarse de cool. 

Todo esto es Primicia mortal, una traducción que quizás no es tan atroz como parece, porque deja claro las aguas de las que bebe: lo pulp, la serie B, el film noir antes de que fuera legitimado. Nightcrawler, su título original, algo así como Buitres de la noche o Deambulante noctuno es más poética y remite a Nighthawks del pintor Edward Hopper, pero también a los detectives privados de las novelas de Chandler y Hammett. Todo eso está en esta cinta pequeña pero veloz y llena de sombras; además hay sátira, mala leche, sensacionalismo, arrojo. Gilroy se da uno de esos gustos cinéfilos que por lo general no funcionan y terminan siendo un festín de trivia. Acá están los filmes de periodistas como Network, de Lumet o El gran carnaval, de Billy Wilder, pero también conversa con Taxi Driver (un sociópata amigo que recorre la noche combatiendo su insomnio). Por sobre todo, establece vínculos casi eróticos con otras cintas nocturnas y automovilísticas con hombres silentes de Los Ángeles: The Driver, de Walter Hill, todo Michael Mann, Drive de Nicolas Winding Refn.

Lou Bloom, el extraño, autista, calavérico y sociopático nuevo personaje creado por Jake Gyllenhaal (que lleva un tiempo asombrándonos con antihéroes conflictuados) es el centro del filme y tiñe y hace suyo este pequeño thriller laboral acerca de los cazadores de imágenes gore y sensacionalistas para los noticieros matinales. La cinta va más allá de ser una meditación acerca de un ser dejado de lado, un personaje casi bressoniano, al margen, solitario y dañado (“un hombre y su pieza”) para transformarse en la celebración de un tipo que capta que su nuevo trabajo es su destino. Gilroy se niega a contarnos nada del pasado de Bloom (todo el filme es en presente, casi todo transcurre de noche),  aunque por su departamento, por su obsesión por hablar como un gurú de autoayuda y por su deseo de “contratar” a un socio y su fijación en una mujer de sesenta años (la guapa Rene Russo, la cínica pero divertida editora nocturna de una cadena televisiva de segunda, canalizando a la Faye Dunaway de Network), queda claro que es aquello que no mostró lo que lo ha convertido en el ser extraño que es.

Robert Elswit, el fotógrafo aliado de Paul Thomas Anderson, estiliza los peores sectores de Los Ángeles para transformar todo el filme en una suerte de delirio insomne. Esta es la historia de un freak que encuentra su vocación. Un perdido que se encuentra, algo que nunca está mal, aunque el mundillo sea de temer. Ahí entra el synchro-pop retro triunfante de James Newton Howard como banda sonora. Si se mira bien, Primicia mortal es una comedia nocturna que más que denunciar a la prensa, le hace un reboot a El rey de la comedia, de Scorsese. Debajo de los choques y la sangre y la lucha por el rating, este es el retrato de un sicópata que tuvo la fortuna de vivir en nuestros tiempos sicopáticos.

“Primicia mortal”, de Dan Gilroy. En cines.

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