Por Yenny Cáceres Marzo 19, 2014

“Si la vida tuviese estaciones, mis primeros 40 años fueron primavera”, dice al comienzo Ip Man. Un hombre que aprendió kung-fu a los 7 años y que a los 40 años perdió todo: su dinero, sus amigos y su familia. El arte de la guerra muestra su caída y una historia que atraviesa dos décadas, desde los años 30 a los 50, marcados por los conflictos internos de China y la ocupación japonesa. Pero la cinta también es un homenaje de Wong Kar-wai a este hombre que después se convertiría en el maestro de Bruce Lee.

El director junta acá a dos estrellas del cine oriental: Tony Leung (Con ánimo de amar, Infernal Affairs) y Zhang Ziyi  (El tigre y el dragón, Héroe). Si Ip Man (Tony Leung) sobrevive a su tragedia gracias a los códigos de las artes marciales, Gong Er (Zhang Ziyi ) es la hija de un gran maestro de kung-fu, una mujer destinada a casarse y a una carrera de médico, que renuncia a su destino para vengar la muerte de su padre.

El arte de la guerra es una película de artes marciales, con cuidadas coreografías, pero también es una epopeya visual, con el mismo lenguaje estilizado con que Wong Kar-wai se hizo conocido en Con ánimo de amar. Y como en esta última, Tony Leung también es un héroe melancólico y contenido, que arrastra el peso de un amor imposible.

Hay escenas filmadas con tal pulcritud y belleza -Philippe Le Sourd estuvo nominado al Oscar por la fotografía-, que parecen los retazos de un sueño, más cercanas a una epopeya visual que a un relato convencional: la secuencia inicial, en que vemos al maestro Ip Man enfrentando a una serie de retadores bajo la lluvia; un cortejo fúnebre que avanza en medio de la nieve; o la erótica pelea entre Ip Man y Gong Er en el Pabellón Dorado, un refinado burdel.

Después de esa fracasada incursión gringa que fue My Blueberry Nights, Wong Kar-wai regresa a sus orígenes con esta historia del maestro de Bruce Lee. Y como desde el inicio de su carrera, una vez más homenajea a Hong Kong, la ciudad de los tranvías, de las calles estrechas y de esa lluvia infinita, perenne, la única compañía de esos personajes solitarios a los que la noche de Hong Kong parece siempre estar a punto de tragar.

"El arte de la guerra", de Wong Kar-wai

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