Por Rodrigo Fresán, escritor. Marzo 5, 2014

Mea culpa: fue por culpa de Sean Penn (a quien de aquí a unos años no puedo ni ver) que me negué a ver la rock-road-movie del italiano Paolo Sorrentino Un lugar para quedarse. Ni siquiera su título (en inglés, This Must Be the Place, cortesía de una canción de los cada vez más geniales, aunque ya no existan, Talking Heads) o el saber que David Byrne hacía un cameo bastaron para animarme. Me alcanzaba y sobraba con ver esa cara de Penn en el póster, cruza de Robert “The Cure” Smith con el Edward ManosdeTijera de Tim Burton, haciendo de un gótico decadente de nombre Cheyenne, para salir corriendo lo más rápido de allí. Pero -sorpresa- me crucé con la película no hace mucho, por TV, haciendo zapping. Y no sólo me pareció que Penn hacía allí lo más interesante (y menos intensamente comprometido) en mucho tiempo sino que, además, la película se las arreglaba para volver verosímil una trama entre absurda y freak digna de lo mejor de Kurt Vonnegut y Haruki Murakami y Franco Battiato.

De ahí que esperara el estreno de lo siguiente de Sorrentino con interés y expectativa. Y La grande bellezza (reciente ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera) no defrauda y asombra y regocija. Y de acuerdo: más de un guiño y deuda al mejor Fellini -al de La dolce vita, 8 ½, Roma y Amarcord- pero, también, abundantes rasgos de personalidad propia para contar y seguir el andar casi sonámbulo del alguna vez escritor/autor de una novela de culto iniciática titulada El aparato humano y hoy “rey de los mundanos” y testigo implacable Jep Gambardella (un colosal Toni Servillo) por las noches de una Roma entre decadente e imperial, entre fantástica y sórdida, entre brutal y literaria. Más de dos horas de postales y fiestas inolvidables, desde ese piso de Jep frente al Coliseo donde, alguna vez, lucharon los gladiadores y los leones se comieron a los cristianos. Al final, como corresponde, Jep experimenta una epifanía. Y florece su nueva y postergada novela que no es otra cosa que esta película tan bien escrita.

“La grande bellezza”, de Paolo Sorrentino.

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