Por Rodrigo Fresán Septiembre 1, 2011

Cada vez vamos menos al cine y más a la televisión, pero, de tanto en tanto, se da la ocasión en la que volver a la oscuridad y a la gran pantalla tiene gracia y sentido. Así, me armé un doble programa al viejo uso, con dos producciones perfectas para el verano boreal. Y entré sin demasiadas expectativas y salí muy contento de ver El origen del planeta de los simios de Rupert Wyatt y Capitán América de Joe Johnston. La primera -luego de ese bien intencionado pero fallido capricho de Tim Burton- intenta hacer, y casi lo consigue, aquello que Christopher Nolan hizo con Batman, por la franchise de los simios parlantes y evolucionados mal que le pese a Darwin y al Vaticano. El guión desdeña el bucle espacio-temporal modelo Terminator de la saga original y lo cambia por una trama donde el alzamiento de los primates es consecuencia de los efectos residuales de una medicina milagrosa para curar el Alzheimer (incluyendo la letra pequeña de un virus mortal que mata humanos pero respeta a simios). Es una pena que no contaran con un actor un poco más talentoso que James Franco; pero todo el asunto exuda un saludable aire al cine catastrofista de los años 70 à la Irwin "Master of Disaster" Allen. A destacar, la formidable labor como el primate César de Andy Serkis y que el momento de la primera palabra ("¡NO!") estremece. Y esas tomas con los monos sueltos y haciendo caer las hojas de los árboles de un suburbio de San Francisco. Capitán América hace a lo grande lo que Joe Johnston había insinuado en pequeño, en los 80, en esa pequeña joya que fue The Rocketeer, pero también es el responsable de esa porquería que fue El hombre lobo con Benicio Del Toro. Pero hablemos de cosas que nos gustan. De Capitán América: ironía, afecto, festín vintage, sublimación y condena del propagandismo bélico, formidable reconstrucción de época, una sucesión de tomas trepidantes y el efecto especial que convierte al actor Chris Evans en un alfeñique de 44 kilos. Todo está bien aquí con el Capitán América luchando a finales de la Segunda Guerra Mundial contra la facción ultranazi Hydra, comandada por el mutante Red Skull, quien se burla de ese Hitler adicto al ocultismo. Y voy a decirlo rápido, en voz baja, pero con firmeza: lo mejor en este sentido que nos ha dado Hollywood desde aquella primera aventura de un tal Indiana Jones.

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