Por Yenny Cáceres Septiembre 11, 2015

El más outsider de los cineastas chilenos, Cristián Sánchez, vuelve a estrenar después de un largo silencio con Tiempos malos. Y aunque es un estreno acotado —hasta el 13 de septiembre, en Cine UC—, la apuesta es ambiciosa y un compendio de las obsesiones del cine de Sánchez.

Ángel (Diego Bizama) es un adolescente que tras la muerte de su padre descubre el mundo de los bajos fondos, al mismo tiempo que el deseo. Así, es reclutado como parte de la pandilla de don Lalo (Fernando Farías), una suerte de Cabro Carrera. Pero estos son gangsters a la chilena, narcos de pobla, auténticos perros de la calle, y por eso la decisión de Sánchez de ficcionar sobre el mundo del narcotráfico local, que cotidianamente vemos en las noticias como algo distante y hasta abstracto, es un reto audaz y revelador.

Como un digno heredero del Raúl Ruiz de Tres tristes tigres, Tiempos malos se escucha endiabladamente chilena, con un prodigioso uso del lenguaje coloquial, repleto de diálogos chispeantes, y con pasajes casi completos hablados en coa. Lo mismo pasa con los actores, en su mayoría desconocidos —salvo excepciones, como Farías o Loreto Aravena—, o con las locaciones, como el night club Diosas, que contribuyen a esta autenticidad, a mostrar estos bajos fondos alejados del estereotipo del cine gringo, y que acá se muestran sin brillo, inesperadamente cotidianos.

Todo esto se cruza con la aventura de Ángel, un adolescente que recuerda al Erre de Los deseos concebidos —a estas alturas, un clásico del cine chileno de los 80 y de Sánchez—, un chico en busca de su destino, errático y errante, el objeto de deseo de todas las mujeres, y el único inocente en un mundo que, más temprano que tarde, se caerá a pedazos.

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