Por Paula Altamirano Azúa // Foto: José Miguel Méndez Marzo 16, 2018

La tarde del domingo 15 de octubre, Analía Chamorro (18) se inscribió para dar por primera vez la Prueba de Selección Universitaria (PSU). Estaba ansiosa en su casa en Rancagua. Analía es sordociega desde los 9 años. Por eso, para ella era un gran avance que, al ingresar al sitio web del Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional (Demre), organismo a cargo de la PSU, no sólo pudiera escoger la prueba electiva que rendiría y la comuna para que le fuera asignado un local de rendición, sino que además tuviera la posibilidad de seleccionar si presentaba algún tipo de discapacidad.

Pasaron los meses. Tuvo que prepararse sola, ya que ningún preuniversitario de su ciudad contaba con programas especiales para sus necesidades. Y llegó el esperado 27 de noviembre. El día en que Analía se convertiría en la primera persona sordociega en rendir la PSU.

Al presentar dos discapacidades sensitivas al mismo tiempo, parte del protocolo de aplicación de la prueba le permitió contar con el 50% más de tiempo para rendir el examen, además de disponer de un computador con lector de pantalla, un asistente de apoyo y la posibilidad de ocupar sus audífonos especiales. Pese a ello, no pudo escuchar bien los extensos textos que eran parte de la prueba de Lenguaje, lo que transformó a las secciones de comprensión lectora en un complejo camino cuesta arriba.

“Fue una pesadilla. Debo haber alcanzado a responder 20 preguntas. Pedí que la prueba de Matemática se terminara porque veía que ya no podía dar más”, comenta Analía Chamorro, la primera sordociega en dar la PSU en 2017.

Al día siguiente, cuando fue el turno de la prueba de Matemática, los problemas fueron mayores. Sin un sistema Braille que le permitiera enfrentar las fórmulas y teoremas, tuvo que dejar la prueba hasta la mitad.

—Fue una pesadilla. Ahí pedí que la prueba se terminara, porque veía que ya no podía dar más. Debo haber alcanzado a responder unas 20 preguntas. Las mismas personas del Demre que estaban en el local de rendición se dieron cuenta; mis profes del liceo igual.

A pesar de obtener el mejor puntaje entre las personas discapacitadas en Lenguaje e Historia (450 y 536 respectivamente), Analía no pudo postular a la carrera de Derecho en la Universidad de Chile ni tampoco ingresar por admisión especial. La frustración fue tanta que no quiere volver a dar la PSU, por lo menos por un tiempo.

Mientras la mayoría de los universitarios ya comenzaron sus clases a lo largo del país, el 80% de las personas discapacitadas que dieron la PSU el año pasado no pudieron postular a la Educación Superior.

 

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Con una ley de inclusión laboral que entra en vigencia el próximo 1 de abril, un paso lógico era implementar ajustes en favor de las personas con discapacidad en sus diversas áreas de desarrollo, lo que abarca también la educación.

Ante esto, luego de años revisando casos de personas con discapacidad que fracasaron tras no tener una prueba adaptada a sus condiciones, el Demre inició una serie de cambios que apuntaron a la inclusión y equidad en la rendición de esta prueba.

El número de inscritos se incrementó cinco veces en relación con la PSU 2016. Según datos del Demre, fueron 3.000 las personas que, al momento de inscribirse para rendir la prueba, indicaron en el sitio web que tenían algún tipo de discapacidad. De ellos, 720 solicitaron adecuaciones. Luego del respectivo chequeo con respaldo médico, el número se redujo a 452 casos, de los cuales 78 presentaban discapacidades auditivas; 118 físicas; 135 discapacidades intelectuales; 55 psíquicas,  y 66 visuales.

Así se implementaron adecuaciones transversales y específicas por protocolo, dentro de las cuales estaba separar a los alumnos en salas distintas según su necesidad, el acompañamiento a inscritos ciegos, computadores con lectores de pantallas y asistentes para los usuarios. Pero pese a las adecuaciones realizadas, los números de admisión a la Educación Superior son bajos: sólo el 20,7% de los estudiantes con discapacidades que rindieron la PSU en noviembre pasado pudieron postular a alguna universidad nacional.

 

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Para Gabriela Orellana (19), la mañana del lunes 27 de noviembre no fue distinta a la del resto de jóvenes que rindieron la PSU ese día. Los nervios y la constante preocupación por su futuro primaron al momento de llegar a su local de rendición.

Al momento de inscribirse en el sitio web, la joven solicitó las adecuaciones necesarias para sobrellevar su atrofia músculo-espinal, enfermedad genética que deteriora las neuronas que envían señales para generar movimiento en el cuerpo, lo que se manifiesta en una falta de movilidad progresiva y una pérdida de fuerza.

Uno de los detalles que hizo de la PSU un proceso más llevadero para ella fue la posibilidad de contar con una mesa especial. Las de los colegios no se acomodan a su silla de ruedas. Esta adecuación se acompañó con la posibilidad de estar en una sala aparte de los demás inscritos, en un primer piso y cerca de la zona de seguridad, con más tiempo para dar la prueba y con 15 minutos de recreo.

A Gabriela le fue bien en la PSU de Lenguaje, Matemática y Ciencias. Es parte de los 94 casos que sí lograron acceder a la universidad. Acaba de entrar a estudiar Nutrición y Dietética en la Universidad Católica. Con una preparación en un preuniversitario que sí estaba capacitado para sus necesidades en la ciudad de Talagante, agradece el tiempo extra que le fue concedido.

—Eso sí, me hubiera gustado dar la prueba con los demás. Se entiende que tiene que ser en espacios distintos, pero me siento un poco excluida cuando me separan del resto del grupo. Es difícil ser inclusivo así, es una inclusión exclusiva.

 

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El caso de las personas con sordera y discapacidades intelectuales es diferente. Ninguna de las personas con sordera que rindieron la prueba alcanzó el puntaje mínimo para postular. De aquellas con discapacidades intelectuales,  sólo 10 de los 90 que rindieron la prueba, tuvieron la posibilidad de postular a la Educación Superior.

Desde el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis) —una de las tres instituciones que velaron porque las medidas implementadas fueran técnicamente factibles— su director, Daniel Concha, asegura que las nuevas implementaciones responden a un proceso a largo plazo.

—Hay desafíos, eso está claro. Pero el gran logro es que haya aumentado el número de personas con discapacidad que se atrevieran a dar la PSU. Lamentablemente se dio que alrededor de las 40 personas sordas que rindieron la prueba ninguna logró el puntaje mínimo para entrar. Tenemos cosas que mejorar.

Según la encargada de inclusión del Demre, sin una educación preocupada por entregar todos los contenidos necesarios de una manera eficiente, los instrumentos como la PSU seguirán siendo reflejo de un sistema con falencias.

Las múltiples críticas que recibe la PSU provienen desde distintos sectores. En el caso de las personas discapacitadas, esta no es una prueba diseñada bajo la óptica del Diseño Universal de Aprendizaje, el estándar global propuesto por el estadounidense Ron Mace en 1970, por lo que es complejo que, aun contando con los ajustes mencionados, logre ser un instrumento justo con las personas con discapacidad, dicen desde Senadis.

Según Alejandra Maldonado, encargada del área de inclusión del Demre, los antecedentes estudiantiles de las personas con discapacidad son de suma importancia al momento de medir los contenidos enseñados en una prueba estandarizada. Sin una educación primaria y secundaria preocupada por entregar todas las materias necesarias de una manera eficiente, los instrumentos como la PSU seguirán siendo reflejo de todo un sistema que tiene falencias.

—Es demasiado precario el apoyo que hay. A nosotros nos gusta la colaboración con centros de Educación Superior. Por lo mismo, ahora estamos articulando ese tipo de ayudas con la educación secundaria, de manera de darles a conocer a los profesores las herramientas para educar a personas con discapacidad.

 

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Nicolás Tiznado (19) también dio la PSU el año pasado. Había hecho ensayos, pero nada se comparaba con la experiencia real de dar la prueba. El Instituto Nacional de Rehabilitación Pedro Aguirre Cerda, que queda cerca de su casa, ubicada en Peñalolén, lo inscribió para dar la prueba, ya que depositaron en Nicolás la esperanza de alcanzar un buen puntaje.

A los 12 años un tumor cerebral apareció en su vida. Tras ser operado en neurocirugía, el cambio en las dinámicas familiares fue automático. Estuvo en quimio y radioterapia, hablaba poco y apenas tenía movilidad en algunos dedos de las manos. Con la ayuda de su madre, su padre y su hermana mayor, logró salir adelante y hoy sólo tiene cierta dificultad para hablar y no puede mantener el equilibrio, por lo que debe desplazarse en una silla de ruedas.

De las dos pruebas obligatorias, la de Lenguaje fue la que más le costó por la extensión de los textos y la necesidad de volver atrás constantemente a revisarlos. En cambio, en Matemática obtuvo su mejor puntaje. Tras su fascinación por sumar, restar, dividir y multiplicar, están sus ganas de estudiar para ser contador en el futuro.

Nicolás estaba contento con sólo rendir las pruebas, ya que para él y su historial representaba un gran logro, pero los puntajes no le alcanzaron para postular a la universidad: 429 en Matemática y 306 en Lenguaje. A pesar de las adecuaciones realizadas y la mayor cantidad de tiempo otorgado, su crítica apunta a la falta de contenidos recibidos durante la educación secundaria.

La mamá de Nicolás tiene fe en que su hijo podrá estudiar en la Educación Superior. Aspira a que, cuando ella y su marido ya no estén, su hijo se haya graduado de la carrera que quiera estudiar y tenga un trabajo estable. Por ahora, el Demre está en una etapa de evaluación del proceso de rendición de la última PSU, encuestando a los alumnos que la dieron para saber cuáles son las adecuaciones que debieran seguir. Sin embargo, por ahora el acceso de los estudiantes con discapacidades a la Educación Superior es un punto que quedará en suspenso.

Nicolás Tiznado (19) rindió la PSU con adecuaciones del 2017

Nicolás Tiznado (19) rindió la PSU con adecuaciones del 2017

Las adecuaciones para personas ciegas constaban de un computador con el software JAWS, que convertía el contenido de la pantalla en sonido.

Las adecuaciones para personas ciegas constaban de un computador con el software JAWS, que convertía el contenido de la pantalla en sonido.

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