Por Javier Rodríguez // Foto: Marcelo Segura Julio 21, 2017

Una niña de once años pegada frente a un televisor en una madrugada de junio de 2002. La misma que, en las tardes, sale a jugar fútbol a una plaza en la calle Tomás Moro, en Las Condes, y se pone al arco para atajar los tiros de su hermano, seis años mayor. La niña mira la pantalla como hipnotizada. Protagoniza la transmisión el arquero alemán Oliver Kahn, su ídolo, que con sus voladas, histrionismo y ese pelo rubio casi blanco llevó a Alemania a la final del Mundial de Corea y Japón.

Hoy esa niña tiene 26 años y acaba de firmar un contrato hasta el 2020 para ser la nueva arquera de uno de los mejores equipos de fútbol femenino del mundo, el Paris Saint Germain. Con 26 años jugará en los mismos estadios donde su ídolo de infancia, Oliver Kahn, defendió al Bayern Múnich cuando jugó por la Champions League.

—Jamás pensé que le iban a dar tanta importancia en Chile, pero tampoco siento presión. Sólo quiero trabajar bien para ganarme un puesto. Será más complicado que en Valencia, pero estoy dispuesta —dice.

Es su última semana en Chile. El 22 de julio parte a Francia, para unirse a la pretemporada de su nuevo club. Allá tendrá que pelear un puesto con la polaca Katarzyna Kiedrzynek, que viene de disputar la última final de la Champions con el equipo parisino. Y su contratación marcó un hito en el fútbol español: por primera vez un equipo recibía dinero por un traspaso hacia fuera de España. Según la prensa ibérica, la transacción bordeó los 30 mil euros, que fueron directamente a las arcas del Valencia.

—Muchos asumen que voy a asegurar mi futuro con esto, pero no. Estoy muy lejos de lo que gana un hombre en cualquier equipo de primera división del mundo. En un diario dijeron que iba a ganar 22 millones de pesos mensuales. Una estupidez. De hecho, me llamaron unas tías para felicitarme, emocionadas, y yo no entendía nada. Claro, después vi el diario.

—¿Cuánto vas a ganar?

—Hay variables por premios. Pero en base lo que recibiré son como 2 mil euros mensuales.

Endler dice que está ansiosa. Han pasado rápido sus vacaciones, pero ya tiene ganas de estar en Francia. De hecho, esta semana ha entrenado con la selección femenina sub 20 en las canchas de la ANFP para recuperar el ritmo de competencia. Porque sabe que, como en el pasado, el camino no será fácil.

 

***

 

Hubo un momento en el que Tiane quiso dejar el fútbol. Era jugadora del Chelsea de Inglaterra y jugaba la Copa América de Ecuador 2014, que entrega cupos para todas las competencias grandes (mundial, juegos olímpicos y panamericanos), pero antes de un partido decisivo contra Brasil se rompió los meniscos en un entrenamiento. Había sido un año de lesiones: en Londres se había esguinzado varias veces y con la lesión que sufrió en la Roja terminó por perderse la temporada.

 El 22 de julio, Endler parte a París, a unirse a la pretemporada del PSG. Allá tendrá que volver a ganarse un puesto, tal como lo hizo en el Valencia.

El equipo londinense representaba la decisión de dedicarse 100% al fútbol. Los blues le habían ofrecido un contrato para llevársela desde la Universidad de South Florida, donde jugaba por el equipo del plantel y estudiaba Administración de Empresas. Los de Tampa le habían ofrecido una beca luego de que se convirtiera en figura del Colo Colo campeón de la Libertadores en 2012, donde tapó el penal definitivo en la tanda que le dio la corona al Cacique.

—¿Cómo se tomó tu familia que dejaras los estudios?

—No estaban de acuerdo con que dejara la universidad y partiera a Inglaterra. Les costó entender, sobre todo porque me quedaban sólo dos años. Fue complicado, pero me terminaron apoyando.

Por eso, cuando las cosas no resultaron en el Chelsea, ni logró la clasificación al mundial con Chile, se vino abajo. A pesar de que le ofrecieron renovar su contrato, decidió volver a Santiago. Se matriculó en Administración de Empresas en el DUOC y volvió al que se había convertido en el equipo de sus amores, Colo Colo.

—¿Por qué te habías decepcionado del fútbol?

—Fue clave lo de la Copa América. Llevábamos años preparándonos y hubo problemas internos. Llevaron a niñas que no estaban tan comprometidas y eso generó roces. En Sudamérica la Copa entrega todos los cupos a  los torneos y si no clasificas, te quedas sin competencia. Eso más las lesiones… Estaba aburrida de todo.

Pero en Macul, dice, se reencantó. Así como en sus inicios fue Marco Cornez quien la vio en una cancha y la invitó a probarse en la selección que terminaría jugando el sudamericano sub-17  de Chile 2008 y luego el Mundial sub-20, también celebrado en nuestro país, esta vez fue el entrenador Andrés Romero, de Colo Colo, quien le devolvió la ilusión. Estar en Chile le sirvió para ver a sus sobrinos —de los que se había perdido todos sus nacimientos por estar jugando fuera del país— y recuperar el tiempo perdido con sus padres.

En eso estaba cuando, en junio de 2016, le llegó una propuesta. Era del Valencia de España. Estaban interesados en contar con sus servicios y la invitaban unos días para que conociera al equipo, a sus dirigentes y las instalaciones. Se enamoró de la liga y de la ciudad. Vio que la gente estaba interesada. Sin consultarlo con nadie, firmó contrato. A la vuelta del viaje les contó a sus padres que se iba de nuevo. Esta vez no le dijeron nada: sabían que no podrían detenerla.

 

***

 

En el Valencia la rompió. Recibió 9 goles en 22 partidos y fue condecorada con el premio Zamora, que se entrega todos los años a los mejores arqueros y arqueras del fútbol español. Esa es la historia que se conoce. Porque antes del premio hubo momentos de dudas.

En un partido contra Tenerife, se comió uno de los goles más feos de su carrera. Le tiraron un pase atrás y, cuando intentó despejar, le dejó el balón a una delantera rival, que le marcó y selló el empate definitivo. Esa noche casi no durmió. El partido anterior a ese, reconoce, ya venía insegura. Eso le significó empezar la fecha siguiente en la banca y perderse uno de los partidos que siempre había soñado jugar: contra el Barcelona, en Cataluña.

Vinieron dos partidos más sin jugar y el parón del invierno europeo. Volvió a Chile, pasó la Navidad con los suyos y tomó la energía suficiente para levantarse. De vuelta en Valencia, no volvió a soltar el puesto.

—Ahora que ya estás en la elite del fútbol mundial, ¿cuál es tu sueño?

—Jugar un mundial adulto con la selección. Y unos Juegos Olímpicos.

—¿Crees que lo puedas conseguir?

—Espero. Yo voy a hacer todo lo posible. En la última Copa América, de 2010, que clasificamos a un mundial, teníamos un equipazo. Se había trabajado muy bien, pero no tuvimos ningún partido amistoso con selecciones femeninas. Y eso nos faltó mucho en la competencia. Tuvimos partidos contra hombres acá en Chile, muchos.

—¿Se prepararon contra hombres?

—Sí, normalmente uno se prepara para tener un equipo competitivo contra una sub 15 de hombres, de cadetes, pero nunca es lo mismo que enfrentarse a otra selección femenina de las que te vas a enfrentar en la competencia.

—¿Se nota mucho la diferencia?

—Al principio los hombres no van con todo, pero luego ven que una mete, pega, que les movemos la pelota, que van perdiendo contra mujeres y se pican y pegan. Es bueno igual. Hay palabreo, de todo.

—Con el Mundial sub-20, ¿pensaste que iba a venir un boom del fútbol femenino? Como que este era una punto de partida para profesionalizar el tema. ¿Te pasó que pensaste eso?

—Sí. De hecho, después del Mundial, cuando estaba Mayne-Nicholls, había buenos proyectos. Fuimos a los Panamericanos, y se estaba trabajando bien, se veía un futuro. Lamentablemente, cuando cambió la dirección de la ANFP se fue todo un poco a las pailas. Harold siempre apoyó el fútbol femenino, tenía una muy buena visión del fútbol en general, como negocio, y el desarrollo también. No sólo hay una responsabilidad de negocio, sino también social. Hay muchas niñas que no pueden estudiar y están estudiando gracias al fútbol, que pueden salir adelante, que con la selección viajan, conocen otras culturas, y yo creo que es súper importante.

— ¿Qué arqueros te gusta mirar?

—Bueno, de chica me gustaba mucho Oliver Kahn. Veía mucho a Buljubasich cuando jugó en Católica, porque mi familia es hincha. De ahora, me gustan Neuer, Casillas y Claudio (Bravo), por supuesto.

— ¿Cómo lo hace una jugadora en un plantel si queda embarazada? ¿Hay cláusulas, o pre y post natal como en cualquier trabajo?

—No, no hay. Se está luchando para tener derechos al quedar embarazadas, porque no los hay. Es complicado. Hay jugadoras que se retiran un año y después vuelven, pero no sé cómo es el tema del contrato. Es una de las grandes peleas del fútbol femenino.

—Hace poco apareció una entrevista en el diario El País donde Antoine Griezmann, del Atlético de Madrid, se refería al tabú de la orientación sexual en el fútbol. En el femenino no es así, de hecho reconocidas jugadoras declaran públicamente ser lesbianas. ¿Por qué crees que existe esta diferencia?

—En el fútbol masculino es otra la presión, muchos seguidores tienen una mentalidad muy machista, e imagino que debe ser complicado para un hombre admitir que es gay en el fútbol. Yo sé que hay muchos que no lo admiten.

—¿En el fútbol de mujeres no es tema?

—No, y no debiese serlo en ninguna parte. Tendríamos que ser una sociedad mucho más abierta. A mí me da lo mismo lo que haga la de al lado. Mientras juegue y se dedique a lo que tiene que hacer, su vida privada es cosa suya. Que cada uno haga lo que lo hace feliz. Afuera cada uno vive su vida. Si te quieres vestir como hombre, lo haces y ya. Si los chilenos empezáramos a liberar la cabeza y la mente de los prejuicios, seríamos todos mucho más felices.

-Los años en la calera de Jadue

—En tu currículum aparece que debutaste en Unión la Calera.
—Eso fue porque en 2008 exigieron que todas las jugadoras de la selección tenían que pertenecer a un club de primera división de la ANFP. Justo tuvimos una gira y nos acompañó Sergio Jadue, como presidente de Unión La Calera. Nos vio y se acercó a algunas para decirnos que quería potenciar el fútbol femenino en su club, que quería que nos fuéramos con él. Nos ofreció a cinco o seis. Éramos un muy buen equipo. Así empecé.

— ¿Les cumplió?
—El primer año sí. Segundo, no. Nos quedó debiendo plata a todas. Después intentó llegar a un acuerdo: nos citó a una notaría en La Calera y terminó pagando mucho menos de lo que debía. De hecho hasta nos cobró cosas para pagarnos menos.

— ¿Cómo?
—Nos descontó plata por transporte, cosas así. Cosas a las que se había comprometido. Súper flaite. Por eso, cuando llegó a la ANFP no lo podíamos creer. Casi que nos lloraba que no tenía cómo pagarnos, que estaba en la quiebra y no sé qué. Y de repente apareció como presidente de la ANFP. Si no pudo manejar bien su propio club, ¿cómo iba a manejar bien una institución como la ANFP?

 

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