Por Cecilia Correa // Fotos: José Miguel Méndez Junio 2, 2017

  • Profesor de excelencia

    En 2000, Roosevelt recibió el Premio Presidencial al Profesor de Excelencia. Hoy enseña en Columbia filosofía moral y política.

Fue gracias a su madre que Roosevelt Montás llegó a enseñar en una de las mejores universidades del mundo. Si aquel día, cuando tenía 12 años, ella no hubiera aprovechado la oportunidad de emigrar legalmente desde República Dominicana a Estados Unidos para darles un mejor futuro a sus dos hijos, no estaría conversando desde su posición de profesor y director del Centro Core Curriculum de la Universidad de Columbia. En esas salas, Roosevelt estudió Literatura. Fue el primero de su familia, junto a su hermano mayor, en pisar la universidad. Ahora está a cargo de uno de los modelos en educación superior pioneros en ese país. Y es una tendencia en la tradición universitaria de college en EE.UU., que entrega a los estudiantes una formación general común en las artes liberales durante un año.

Su interés por la lectura y el debate de las ideas se gestó de niño, por osmosis, escuchando las discusiones políticas que tenía su padre en los 70 con sus compañeros de izquierda, opositores al régimen de Joaquín Balaguer.

El programa Core Curriculum, que comenzó en Columbia hace 98 años, se instauró por primera vez en Chile en la Universidad Adolfo Ibáñez en 2016. Grupos de no más de 20 personas se sientan en una mesa redonda, leen a los clásicos y a los fundamentos del pensamiento occidental y conversan sobre sus puntos de vista.

En una sala en el campus de Peñalolén, Roosevelt habla de forma pausada. Su ritmo es coherente con sus lecturas sobre la vida de Gandhi, el pensamiento de Buda, y la práctica diaria de meditación.

—Cada vez tenemos más información, distracciones, aceleramiento. Esto ha creado un vacío en el hombre y hambre por serenidad y concentración. Las artes liberales toman la experiencia humana como objeto de reflexión y la meditación es otra manera de hacer lo mismo. Es un modo de llevar a cabo la actividad de autoconocimiento. Los textos clásicos nos ayudan a conectarnos con nuestra experiencia humana y a entablar un diálogo con los antepasados sobre qué significa ser humano.  Esta no es una educación para el primer trabajo, sino que para el último trabajo que vamos a tener.

—¿Cuál es el aporte de las humanidades en el siglo XXI?

—Hoy son más valiosas que nunca. Estamos en un momento de cambios históricos y tecnológicos sin precedentes. Formar a un estudiante en las raíces de la humanidad, en qué es el ser humano, en cuáles son los debates y enigmas existenciales que se mantienen constantes en medio de tanto cambio, y en lo que tenemos en común con los grandes pensadores —cómo vivir con la mortandad, de dónde viene el poder político, qué es la justicia, cuál es mi responsabilidad con el prójimo— es fundamental.  La especialización y el progreso hace urgente educarnos. Tenemos que preparar ciudadanos autónomos, entregarles destrezas conceptuales, críticas y de carácter que no tienen que ver con un oficio específico.

—El año pasado, el Ministerio de Educación en Chile propuso la eliminación de Filosofía en los colegios públicos. Esto volvió a poner el tema de la “utilidad” de las humanidades.

—Hemos caído en el error de que las cosas tienen valor por su apreciación en el mercado. Si uno acusa cualquier actividad como una pérdida de tiempo, la pregunta que hay detrás es ¿qué es no gastar el tiempo? Y esa es una pregunta humanista, filosófica. ¿Es perder el tiempo reflexionar, disfrutar un concierto de música, tener una relación íntima y genuina, entenderme a mí mismo? Si uno mide el valor del tiempo por su fin económico, podría decirse que es una pérdida de tiempo. Pero ¿si uno mide el tiempo por la calidad de vida? Existe una confusión entre ganarse la vida y vivir bien. La gente no se pregunta para qué quiere una mejor posición económica. Las artes liberales nos estimulan a pensar qué tipo de vida vamos a vivir y qué hacer con la vida que nos ganemos.

"El Discurso del Método de Descartes representa el proyecto intelectual y matemático que nos llevó a la computación y a la inteligencia artificial. Los herederos de Descartes hoy están en Google y en Silicon Valley.

—La pregunta por el sentido…

—Claro, a veces comparo las humanidades con la cocina. Porque cocinar no es el método más eficiente. ¿Cuántas calorías preparamos con el mínimo esfuerzo y costo? No, cuando cocinamos queremos hacer algo delicioso. De la misma manera, la eficiencia no puede ser el valor principal de la educación. Puede ser el valor principal del entrenamiento para ser mecánico, por ejemplo, pero si vamos a educar en cómo ser ciudadano de una sociedad democrática, el valor tiene que ser otro: uno que tenga que ver con los fines, y no los mediosde la vida.

—¿De qué manera las humanidades pueden aportar a una sociedad más tecnologizada, donde la realidad es cada vez menos humana y más digital?

—Si queremos entender dónde estamos y hacia dónde vamos lo mejor es entender el camino que nos trajo hasta aquí. Esta semana estuvimos leyendo el Discurso del Método de Descartes, que presenta el proyecto intelectual y matemático que nos llevó a la computación y a la inteligencia artificial. Los herederos de Descartes hoy están en Google y en Silicon Valley. Leyendo a los clásicos podemos ver las cosas que se mantienen a través del cambio, las continuidades. Cuáles son las verdades humanas que aplicaron Homero, Sófocles, Shakespeare y que se aplican a mí. Lo que tenemos en común nos va a dar una guía de cómo interactuar, por ejemplo, con la inteligencia artificial.

—Con la inteligencia artificial se ha puesto en debate el rol de la ética en la era de la automatización y hasta dónde llega la capacidad de decisión de los robots…

—Y también los autos van a tener que decidir pronto a quién chocan, hacia dónde se dirigen ante un accidente, y qué valores van a privilegiar. Eso está en nuestra puerta. Y no son problemas o decisiones tecnológicas; son problemas humanos. Por eso tenemos que entrenar técnicos e ingenieros que sepan desarrollar el pensamiento ético. Necesitamos que el ejercicio profesional se haga en un marco de decisiones humanas.

—¿Están las empresas necesitando más profesionales humanistas?

—Los líderes de Silicon Valley insisten en que entender la psicología y los valores son la clave que distingue al ingeniero genio del ingeniero común. La sensibilidad estilista de Steve Jobs fue el secreto del éxito de Apple, y eso fue un insight humanístico. Los líderes de las industrias tecnológicas se dan cuenta de que lo que les va a dar la ventaja competitiva es tener ingenieros con intuición por la estética, la psicología, el arte y la filosofía, además del entrenamiento técnico, para hacer las buenas preguntas.

—¿Cuáles son los riesgos?

—El peligro es grande. No solamente que podemos tener autómatas, gente que no piensa. La filósofa alemana Hannah Arendt habla de la “banalidad del mal”. Gran parte de los arquitectos judíos del Holocausto tenían entrenamiento universitario, pero llevaron a cabo un trabajo altamente eficiente en un vacío de valores. El peligro del desarrollo técnico y tecnológico ausente de valores, es la deshumanización de los demás. Si no acompañamos nuestro conocimiento con sabiduría, nos vamos a destruir.

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