Por Verónica Muñoz. Foto: José Miguel Méndez. Junio 16, 2017

Volando en V

El programa abarca numerosos colegios de fundaciones, entre las que destacan Astoreca, Espíritu Santo (San Antonio) y San Vicente de Paul.

Ser víctima de bullying para ningún escolar es fácil y Andrea Henríquez (19) lo sabe perfectamente. Su historia de maltrato escolar ocurrió hace algunos años en su colegio en Guayaquil, Ecuador, hasta donde llegó con su familia a los 11 años por el trabajo de su padre. A los pocos meses ya se había adaptado. Pero un grupo de niñas de otro curso a quienes no conocía comenzaron a molestarla. En los recreos, las escuchaba gritar “¡Muñeca de plástico!”, refiriéndose a ella. Hacían canciones y le inventaban apodos. “Ya no sólo era una mala cara”. Pronto la agresión verbal pasó a ser física y cibernética. Recibía mensajes de jóvenes de otros colegios diciéndole que la odiaban.

Después de un año, la situación explotó. “Me encontré con unas 30 niñas repartiendo poleras con insultos escritos hacia mí”, asegura hoy. Fue tan debatido, que un grupo de alumnas de mayor edad intervino en el curso completo. Les explicaron lo que era el maltrato escolar y, tras eso, le pidieron perdón.

Tres años después, encontró a una niña llorando en los pasillos del mismo colegio. Le contó que la estaban molestando. Ahí Andrea descubrió que su propia historia podía ser útil. “Había aprendido cosas que podían ayudarla. Tenía un mensaje para transmitir. Lo que había pasado en mi caso fue que las mayores intervinieron. Ahora yo era parte de esas mayores que podían ayudar”, dice.

De vuelta en Chile hace dos años, Andrea hoy habla con seguridad, e incluso da inspiradoras charlas TED, en un intento por crear conciencia sobre el acoso escolar.

Su experiencia la llevó a crear la fundación Volando en V, donde ya trabajan seis personas, y que ya apoya a once colegios a través de una fórmula que incluye seleccionar a diez representantes de convivencia positiva en cada colegio, prepararlos como líderes, e incluso entregar herramientas para que los padres sepan ayudar a sus hijos en caso de ser víctimas de este acoso.

“Hay un gran vacío de conocimiento en este minuto sobre el maltrato escolar”, explica Andrea, quien hoy está en segundo año de Ciencia Política en la Universidad Católica.

El primer paso del gobierno en materia legal —reflexiona Andrea— fue que hoy por ley es necesario tener un protocolo de convivencia, de manera que los colegios están buscando programas. “Hay un gran déficit de programas. Tenemos poca competencia, en el peor de los sentidos”.

Ha recibido llamados de Valdivia, Puerto Varas y el valle del Elqui. También se ha contactado, vía Skype, con colegios de Argentina, Brasil y Colombia. “Estamos viendo cómo hacerlo. Siempre queda la necesidad de que yo viaje y eso no es siempre posible”. El próximo año, viajará a Milán a contar su historia.

Andrea está trabajando para convertir su proyecto en una fundación con personalidad jurídica, para comenzar a recibir auspicios, dado que hoy se financia con donaciones de colegios.

Se le escucha optimista, ávida de contar su historia, y con una gran madurez: sabe que tiene que entregar su mensaje ahora que su historia de bullying es reciente. Y sabe que debe actuar rápido para contar con más mentores que, como ella, puedan servir de inspiración para reducir el maltrato entre compañeros.

—Muchos colegios nos han llamado ahora y tenemos que responder: “Perdón, el 2017 está cerrado”. Eso es terrible, porque nos llaman con una necesidad y un problema.

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