Por Javier Rodríguez // Fotos: Ari Abril 21, 2017

Esteban Paredes toma el balón en mitad de la cancha, gira con furia y cambia de marcha en forma endemoniada. No lo va a detener nadie. Se saca a Hans Martínez con túnel y luego define entre las piernas de Paulo Garcés. Los colocolinos gritan desaforados. Es, quizás, el gol más lindo que se haya hecho en una final del fútbol chileno. Y es el gol que le permite al ex jugador de Santiago Morning  levantar, por primera vez, una copa con el equipo del que ha sido hincha toda la vida.

Hubo un momento en la vida de Esteban Paredes (36) años en que esa trayectoria que lo llevó a convertirse en el bendito del área casi se desvía. Tenía 18 años, había terminado cuarto medio como técnico automotriz en el Complejo Educacional Cerro Navia y entrenaba en Santiago Morning. Pero su sueño estaba fuera de la cancha. En esos tiempos, el sexto delantero con más goles en la historia del campeonato nacional, quería ser detective.

"Cuando volví de México, en 2014, dije ‘voy a hacer esta cantidad de goles, vamos a salir campeones y jugaré con la 30, que es la estrella que nos falta’. Ahí creo que me convertí en ídolo"

—Me gustaba el tema de la investigación, de pillar a los malos. Veía películas.

—¿Y por qué no postulaste?

—Porque tenía unos tíos medio malos (ríe). Antes te revisaban todo: los antecedentes de toda la familia. Hoy creo que sólo de los padres. Y como mi tío tenía papeles, no pude. Igual después cuando ya jugaba en Colo Colo, un amigo, al que le decimos el Jimmy Carter, me llevó a la escuela y me hizo un tour. Vi donde hacían los simulacros, todo —dice Paredes, mientras parte en trozos pequeños el tomate que junto con una pechuga de pollo y palmitos constituyen su almuerzo. Entremedio pasa Aníbal Mosa, presidente de Blanco y Negro, al que el futbolista le desea suerte para su reunión de directorio de este jueves, luego de anunciar que no venderá su porcentaje de acciones a los inversores chinos interesados.

Gracias a ese tío y a esos papeles, los colocolinos han podido gritar gol 150 veces. Número que el Tanque, como le dice Pablo Guede, logró el fin de semana pasado con dos estocadas frente a la Universidad de Concepción, que devolvieron a Colo-Colo a la punta del campeonato a cinco fechas del final.

—¿Cuáles son las claves de tu buen momento? Se ha hablado mucho de cómo te has mantenido vigente a la edad que tienes.

—Yo creo que lo más importante para poder rendir es estar bien en la casa, en la familia. Porque cuando estás con problemas en la casa, de cualquier tipo, vienes a entrenar con preocupaciones, por más que uno diga que entra a una cancha de fútbol y se le olvidan. Están igual ahí los problemas. Eso te saca un poco del entrenamiento, del partido.

—¿En algún momento sentiste que no estabas bien en la casa?

—No es tanto que haya problemas, es que a veces estás mal con tu señora, una hermana, abuela, a eso me refiero. Hay problemas que lo sacan a uno. Hay problemas externos con la familia que te generan dudas, o una cosa de que pucha pero por qué a mí, si yo tengo mi familia, pero igual le llegan a uno.

—¿Cómo lograste estar bien en la casa para llegar a este buen momento?

—Hay que llegar temprano (se ríe). La familia siempre es lo primero, y como decía, estando bien en la casa con la señora e hijos es lo menos para poder rendir después. Normalmente siempre yo he estado bien en la casa, por ahí en los matrimonios uno tiene problemas. Y uno no quiere verse afectado en lo futbolístico. Le tengo temor al día en que digan que no corro, que estoy viejo. Cuando pase eso uno tiene que darse cuenta antes y dar un paso al costado. Es parte del proceso que uno vive y hay que estar preparado y  saber cuál es su límite. Voy a seguir jugando hasta que físicamente no dé más.

—¿Por qué dices que te da miedo que llegue ese momento en que no te dé el cuerpo?

—Porque va a pasar y, como te digo, uno tiene que darse cuenta, para poder retirarse arriba.

—¿Y esa es una de tus opciones?

—Sí, lo he pensado, vamos a ver qué nos depara este añito, los meses que quedan.

Paredes le grita a uno de los utileros de Colo Colo, Nelson, que lo espere para ver el partido de la Champions League entre el Real Madrid y el Bayern Münich.

—¿Te gusta ver fútbol?

—Sí, veo, pero de repente cuando estoy en la casa y hay un partido lo veo, pero si tengo que salir con la familia, no me voy a quedar en la casa.

—¿Qué delanteros te gustan?

—Actualmente, Suárez, una máquina. Icardi también juega bien. Ibrahimovic, extraordinario.

—¿Y de antes?

—Ronaldo, gordo extraordinario. A ese le pediría una foto.

***

La lluvia cae fuerte y la cancha está mojada. La pelota corre rápido. El estadio está en silencio, vacío, sólo se escuchan los gritos de los jugadores. Pero a los 14 minutos llega ese zurdazo furibundo de Paredes, Johnny Herrera vuela inútilmente y, entonces, se acaba el silencio. En la banca, un desconcertado Jorge Sampaoli masca la rabia.

La carrera de Esteban Paredes no es la típica del futbolista exitoso. De ese que triunfa en el extranjero y vuelve a Chile a retirarse. Él cumplió tarde su sueño de llegar a Colo Colo, con 28 años. Y tarde también probó suerte en el exterior por primera vez. O casi.

"Le tengo temor al día en que digan que no corro, que estoy viejo. Cuando pase eso, uno tiene que darse cuenta antes y dar un paso al costado. Hay que estar preparado, para poder retirarme arriba"

En 2008, el goleador vivió los 21 días más extraños de su vida cuando casi firma por el AEK Larnaca de Chipre. Su ex compañero de Santiago Morning, el actual comentarista Rodrigo “Polaco” Goldberg, lo recomendó al entrenador de ese equipo, al que conocía. Viajaron juntos en enero de ese año y Esteban se quedó entrenando. Tres semanas solo, viviendo en un hotel, en un país donde no entendía nada.

—Llegué con el Polaco al tiro a una comida en una iglesia judía. ¿Y sabís? Me gustó el ambiente, la comida medio rara, pero rica. Y el rabino ahí sentado de los primeros, hablando así con una barba, gordo y todo de negro. Y empieza a cantar y toda la mesa empieza a seguir, bonito el canto. Me la hubiese sabido, cantaba. El problema fue después, que el Chago no quiso mandar mi pase y los chipriotas se empezaron a enojar. Así que me tuve que venir escondido. Dejé una maleta entera allá con la play, todo.

—¿Y cómo lo hiciste?

—En el aeropuerto no sabía a dónde ir. Después arriba del avión, llegaron los policías. Yo digo “no puede ser,  cómo tanto”. Y me puse a transpirar. Pero agarraron a uno que venía atrás mío, no sé por qué. Lo pasé pésimo.

Volvió a Santiago Morning y logró ser el goleador del campeonato. Al año siguiente cumplió  su sueño de jugar por el equipo de toda su vida, al que iba a ver domingo a domingo con la Garra Blanca. Y así le llegó, también, su oportunidad en la Selección. Su primera nómina fue en mayo de 2009, como parte de un grupo de jugadores locales que, comandados por Marcelo Bielsa, se iban de gira a Japón.

—¿Qué importancia tuvo Bielsa en tu carrera? Tú has dicho que te enseñó a moverte en el área.

—Él no tenía regalones, jugaba el que mejor estaba nomás. Luego de los partidos en la Copa Kirin me llamó y me preguntó cómo había jugado. Yo le dije que más o menos, que había dado todo, pero me faltaba mucho por aprender. Él no me dijo nada. Después, en las siguientes nóminas me mostraba videos y me decía: mire, don Esteban, este movimiento sí, este movimiento no. Eran diferencias súper chicas, un paso hacia la izquierda y luego hacia adentro. Eso te permitía sacarle un metro al defensa y patear al arco.

—Jugaste dos mundiales pero no has logrado ser titular indiscutido, ¿sientes que tienes una deuda con la Selección?

—Me gustaría tener menos edad para llegar al próximo mundial, pero son cosas que uno no controla.

—¿Has pensado qué pasaba si Sampaoli te metía a ti en vez de a Pinilla en el mundial? ¿Hacías el gol o la tirabas al palo?

— (Ríe) No sé, hay que estar ahí. Me lo he imaginado, pero son fracciones de segundos para decidir. Él es derecho, yo no. Quizás yo no le pegaba, es difícil. Lo hecho ya está hecho.

—¿Y a la Confederaciones llegas?

—Veamos poh. Falta poco tiempo, hay que seguir trabajando. Y si me toca ir y entrar uno o noventa minutos, voy a dar el máximo.

—El año pasado en una entrevista decías que Rusia lo veías muy lejos...

—¡Ahora se ve cerca! Pero falta todavía. Físicamente estoy bien, estoy haciendo goles, y claro, si uno sigue así, a uno también se le abre el apetito y después ya quiere jugar todos los partidos. Es una meta y pondré todo de mí para alcanzarla y ser una opción.

***

Está de local, pero no viste de blanco, no, la que lleva ahora es una camiseta roja. Es un partido complicado. Chile debe ganarle a Venezuela sí o sí para seguir en carrera hacia el mundial. Él lo sabe. No va a tocar la pelota más de diez veces, pero dos de ellas terminan dentro del arco. Así es el goleador de todas las estaciones.

Fue una declaración de principios. Con quince años, Esteban Paredes tomó el papel en el que un profesor de su escuela de fútbol en Estación Central lo recomendaba a un conocido suyo y lo rompió. El profe Guillermo le había dicho que había una prueba masiva de jugadores para S. Morning y que si avisaba que iba de su parte, tendría más opciones. Pero él no quería pitutos. Sabía que la vida no era fácil. Ya en ese entonces viajaba todos los días desde Cerro Navia a entrenar. Era un viaje largo porque debía bajarse cada tanto a vomitar: se mareaba con el tubo de escape de las micros. Nadie le había regalado nada, pero no quería hacer trampa. Sin embargo, rompió el papel y casi se arrepiente cuando vio que, como él, había más de 500 niños esperando su turno. Jugó sólo 10 minutos y marcó dos goles. El fin de semana ya debutaba con la camiseta microbusera.

"Mi mamá acepta que se fue y que no me vio entre los cinco y los trece años. Es lo que siempre le reproché, porque los papás pueden separarse, pero no dejan de ver a sus hijos. No tenemos el trato de un hijo con su madre"

Pero las cosas no siempre fueron así de fáciles. El año anterior, luego de un entrenamiento con la selección de Cerro Navia, sintió un cuchillo en la espalda y luego en el cuello. Lo estaban asaltando. No le quedó otra que entregar el bolso con sus zapatos.

—¡Andaba con un amigo que salió rajando! Yo no quería contar, pero mi papá me cachó y no me quería dar más permiso para ir. Además, mis amigos cacharon quiénes fueron, los buscaron y les sacaron la cresta.

Si hay una figura central en su vida es su padre, el contratista en mármol Mario Paredes. Fue él quien se hizo cargo de Esteban cuando su madre tomó a la hija menor del matrimonio y partió con rumbo desconocido. Esteban tenía cinco años. Su madre volvió a aparecer ocho años después. Intentaron vivir juntos, pero Esteban sólo duró dos meses: necesitaba volver donde su padre y donde Marisol, la pareja de Mario, que lo crió como a un hijo propio.

—¿Era exigente contigo cuando chico?

—Sí. Lo que pasa es que mi papi es un tipo muy serio. Es poco de expresarse, de hablar. Pero tenía que ser así. Mi mamá se fue con mi hermana y él tuvo que cumplir los dos roles.

—¿Qué pasó que no supiste nada de tu mamá hasta los 13 años?

—Es que ahí ya son temas más complicados, más profundos... Es difícil revelar, porque cada uno tiene su versión. Mi mami hasta el día de hoy lo único que acepta es que se fue y que de los cinco a los trece años nunca me vio. Eso es lo que siempre le reproché, porque todos los papás pueden separarse, por cualquier razón, pero ellos no dejan de ver a sus hijos. Eso le reclamé cuando volvió. Uno de repente se apega más a la mamá como hombre, pero acá fue lo contrario. Me quedé con mi papá, primero me criaron unos tíos, después otra señora.

—¿Ellos vivían con tu papá?

—Mi tía Jessica y mi tío Lalo, que me enseñaron a leer, me vestían. Como mi papá viajaba harto, me quedaba con ellos. Vivían lejos; si a mi papá recién le había salido un subsidio para irnos a Cerro Navia cuando se fue mi mamá, y mis tíos vivían en Pudahuel. Llevábamos tres meses. Ahí fue difícil, porque cuando uno es chico necesita a su madre. Después apareció Marisol, la actual pareja de mi papá, quien realmente me crió y me entregó los valores necesarios para darme al mundo y a la calle, algo complicado cuando uno es niño. Hasta el día de hoy siempre se lo he agradecido. Nunca me levantó la mano, nunca me pegó. Y es difícil que una señora no siendo tu madre te quiera como a un hijo y te respete y todo. Por eso yo nunca le dije garabatos, siempre fui respetuoso. Y se creó un lazo muy fuerte entre nosotros.

—¿Y cuando volvió tu mamá, te acuerdas?

—Claro, yo me fui a vivir con ella. Fue complicado, duro. Yo quería estar con ella, pero iba al colegio y estuve como tres meses sacándome malas notas. No estaba bien. Estaba súper deprimido, me salieron hasta unas canitas de nervioso. Le dije a mi papá que quería volver a la casa, a mi colegio. Y justo el profe Sergio, que era el profe que tuve acá en Cerro Navia, me dejó volver. Si tenía puros 2 y 3. Después me puse las pilas el segundo semestre. Así que pasé, poh. Estuve cerca del descenso, pero lo logré.

Las razones que truncaron su carrera como detective lo siguen persiguiendo. El año pasado, su tío Miguel Ángel Paredes fue detenido en octubre por liderar una organización que intentó internar 70 kilos de droga provenientes de Iquique.

—Uno no elige a la familia. Es complicado, porque al final el perjudicado es uno. Me dejan mal a mí porque es “el tío de Paredes”. Pero no fue tanto. Fueron dos días que me molestaron. Pero igual es feo que te relacionen con eso. A veces la prensa necesita sacar algo y le da lo mismo que no esté involucrado yo, lo que pesa es el apellido.

—¿Sientes que cuando compraste los televisores robados fue lo mismo?

—Lo que pasa es que uno es una persona pública. Eso me dolió por el tema de mis hijos. De que los podían molestar. Pero menos mal el colegio se portó bien y no lo pasaron mal. A todos nos puede pasar. Mucha gente compra.

—¿Crees que te equivocaste?

—Sí, si pudiera devolver el tiempo no lo hago. Porque si veo todo el daño que le puedo hacer a la gente que me quiere, que me rodea, es inmenso.

El cable a tierra del “Bendito del área” es su mujer, Jenny Lastra. Tanto su padre como uno de sus mejores amigos, el ex jugador Sergio Malbrán, dicen que ella lo ayuda a ser ordenado con la plata y a centrar la atención en su familia. De hecho, fue por ella que volvió a Colo Colo en 2014: su suegra, enferma de cáncer, murió y Jenny decidió volver a Chile, para cuidar a su hermana gemela. Paredes no aguantó y decidió volver. El resto es historia conocida.

—¿Sientes que eres feliz?

—Yo creo que la felicidad son momentos, son etapas. Si me preguntas, hoy soy feliz. Pero a lo mejor salgo de acá y pasa algo. No es que uno ande feliz todo el día. Creo que la felicidad es de momentos. Uno pasa por varios estados de ánimo. Tienes un problema y te amurras. Pero mi familia, mis hijos, están bien y eso tapa todo lo otro que pueda pasar. Ahora me preocupa el retiro. Sé que me pondré triste, que por ahí me reprocharé ciertas cosas. Por eso trato de venir a entrenar todos los días feliz, contento, porque siento que estoy en la última etapa de mi carrera y hay que disfrutar. Siempre he sido fuerte de cabeza, voy a podérmela.

—¿Qué te gustaría hacer después del fútbol?

—Estoy estudiando para ser entrenador. Esperemos ver qué pasa de aquí a tres años, que es lo que dura el curso. Ha sido como volver al colegio.

—¿Cuál es el sueño de Esteban Paredes hoy?

—Que mis hijos sean felices y ganar la Libertadores.

—¿El próximo año?

—Ojalá Dios quiera.

Don Esteban, afuera lo espera una señora con un niñito en silla de ruedas. Paredes mira la hora y le pregunta a uno de los guardias de Colo Colo si le ofrecieron algo. Se despide rápido y parte, con un peluche de pingüino bajo el brazo que le trajo un fanático desde Punta Arenas. Sabe lo que pueden producir 10 segundos de su tiempo en la vida de un niño.

Los ídolos no descansan.

***

El partido ya está definido, pero aún no termina para Esteban Paredes. Y así lo interpreta Luis Pedro Figueroa, que con un sprint se pasa a su marcador, desborda por la derecha y se la entrega al goleador, quien, antes de tocarla, ya ve la pelota acunada en la malla, su lugar favorito. Es su gol 150: la alegría, el desahogo, los gritos.

Paredes Lector

—Hace unas semanas dijiste, en broma, que te gustaría ser profesor. ¿También bromeabas cuando decías que te gusta leer?

—No, eso es verdad. Ahora estoy leyendo El fútbol a sol y sombra, de Galeano.

¿Te ha gustado?

—Sí, un montón. También me leí la biografía del Diego (Maradona). Y la Biblia varias veces, porque me la pasan regalando, pero aún no la entiendo bien (ríe).

— ¿Tu interés por la literatura es reciente o viene de antes?

—Ahora último me he metido mucho más en la lectura. Me sirve para aprender, para desestresarme en las concentraciones, en los viajes largos. Y también me ha ayudado en la vida diaria, con herramientas para dar charlas o expresarme mejor.

¿Ha sido una preocupación en tu carrera mejorar en ese aspecto? ¿Te costaba más al principio?

—Se me hacía muy difícil. Me ponía nervioso, me daba miedo, no sabía qué me iban a preguntar. Pero con los años he ido aprendiendo.

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