Por Esteban Catalán, desde Nueva York Abril 28, 2017

20 de enero. Día 1

Apenas una veintena de personas mira la única pantalla gigante de Times Square que transmite la investidura de Donald Trump. La mayoría son turistas y periodistas algo frustrados por la escasez de neoyorquinos para sus fotos y notas: una joven vestida de rojo que mira fijamente la pantalla, dos matrimonios con poleras a favor del nuevo presidente, adolescentes que abuchean sin convicción.

Los fotógrafos se mueven nerviosos, buscando alguna imagen de desesperación o júbilo. A nadie parece importarle demasiado el rótulo de momento histórico en Nueva York, donde Trump alcanzó apenas el nueve por ciento de los votos.

Ahora tiene la mano izquierda en una Biblia y la derecha apuntando al cielo cuando se convierte en presidente, a las 12:02 horas. En ese momento la joven de rojo grita “no”. Un grito extraño: tres segundos de negación que se cortan de golpe, como si se avergonzara. Luego se echa a llorar.

Los periodistas huelen la sangre. La de rojo, dice el más rápido, hazle un encuadre rápido.

—Uno desde el suelo. Que se vea llorando bajo Trump.

21 de enero. Día 2

Es sábado. Por la noche, en el tren de la Línea L —que une Manhattan con Brooklyn—, una joven de melena rubia corta llora a espasmos. El pasajero del lado le pregunta si está bien. La joven rubia llora porque sus padres votaron por Trump.

—Nunca los voy a perdonar, nunca —dice.

El pasajero del lado le toma la mano. Yo miro la escena como si fuera una película romántica, pero nadie más toma atención. Escribo. Alguien eructa. El pasajero le dice a la rubia que lo mejor, para estos casos, es tomarse un trago. Se bajan juntos al llegar a Brooklyn.

Arriba del tren, una joven llora a espasmos porque sus padres votaron por Trump. “Nunca los voy a perdonar, nunca”, dice. El pasajero del lado le toma la mano y le dice que lo mejor, para estos casos, es tomarse un trago. Se bajan juntos al llegar a Brooklyn.

23 de enero. Día 4

Trump sigue insistiendo que llevó más gente que Obama a su investidura. El tema —por delante de la conformación del gabinete, salud, educación o política exterior— copa los titulares. La asesora presidencial Kellyanne Conway dice que no mintieron sobre la cantidad de gente sino que dieron a conocer “hechos alternativos”.

25 de enero. Día 6

Entrevistan a la asesora presidencial Kellyanne Conway. Eso y Trump, claro, provoca que 1984 escale al tope de los más vendidos en Amazon. La editorial manda a imprimir miles de copias nuevas.

1 de febrero. Día 13

Makenzie, una estudiante de Ohio y fanática de Lady Gaga que comparte nuestra casa, anuncia que no le hablará más a sus padres por votar por Trump. El quiebre se había insinuado en el Día de Acción de Gracias de noviembre pasado, cuando Makenzie llevó de regalo un popular papel higiénico que lleva la cara del presidente.

3 de febrero. Día 15

Mientras defiende el veto migratorio contra ciudadanos de siete países mayormente musulmanes, Kellyanne Conway cita la “masacre de Bowling Green”. La realidad, sin embargo, es que esa matanza nunca existió: dos ciudadanos iraquíes fueron detenidos en 2011 en la localidad de Bowling Green, en Kentucky, pero nunca cometieron un atentado en Estados Unidos. Conway sigue en el cargo tras pedir disculpas.

4 de febrero. Día 16

Makenzie se abuena con sus padres para conseguir pagar el arriendo del mes.

5 de febrero. Día 17

Herman, el dueño de nuestro departamento, entra sin tocar para llevarse los cheques que le dejamos los días 5 de cada mes. Abre el refrigerador, como si hubiera dejado una cerveza ahí. Se pone a hablar de Trump.

—Está haciendo todo en apenas unos días. Es trabajo y trabajo. La otra gente, los políticos, son palabras y palabras.

Makenzie se va a su pieza.

—Están los cheques, Herman —digo.

—Trabajo y trabajo —dice Herman agitando los papeles en el aire. La kipá se le menea sobre la cabeza.

13 de febrero. Día 25

Un grupo de siquiatras y sicólogos envía una carta a The New York Times advirtiendo que Trump sufre de una “grave inestabilidad emocional que lo inhabilita para ser presidente”.

17 de febrero. Día 29

Scott Pruitt es aprobado como el nuevo director de la Agencia de Protección Ambiental, encargada de liderar hasta ahora la batalla contra el cambio climático. Pero Pruitt no cree que el dióxido de carbono producido por los humanos sea el principal contribuidor del cambio climático. Su postura entra en abierto desacuerdo con la NASA, su propia agencia, y el 97 por ciento de la comunidad científica.

20 de febrero. Día 32

Último registro que tengo de alguien llorando en el metro: una mujer con hija que se toma la cara entre las manos mientras la niña le acaricia el hombro.

4 de marzo. Día 44

Sábado. Trump tuitea a las 6:39 a.m. para acusar a Obama de pinchar sus teléfonos durante la elección. Un rato después, a las 8:19 a.m. vuelve a tuitear para acusar a Arnold Schwarzenegger de destruir The Apprentice, su programa televisivo, por sus “patéticas” cifras de rating. “Es un triste final para un gran show”, se lamenta.

5 de marzo. Día 45

El señor Kaid, del negocio de la esquina, me sonríe por primera vez cuando voy a comprar lo de siempre: una Coca-Cola chica y un sobre de maní.

—Gracias. Muchas gracias —dice.

Puso una calcomanía en la puerta que dice: “Aquí los inmigrantes son bienvenidos”.

12 de marzo. Día 52

Capítulo 12 de la temporada de The Walking Dead y el rating no repunta. La serie parece demasiado dura para estos tiempos. La culpa la tendría Negan. “Una encarnación ficticia de la masculinidad tóxica que construye su propio estado fascista en miniatura ya no es sólo una oscura fantasía que se complace en las noches del domingo”, dice una crítica de Slate.

16 de marzo. Día 56

La Justicia paraliza el segundo veto migratorio de Trump. En los barrios dominicanos se pone de moda “Buscando visa para un sueño”, de Juan Luis Guerra.

24 de marzo. Día 64

Llega otra humillación para el presidente: su reforma sanitaria, su intención de destruir el Obamacare —tal como repitió hasta la saciedad en su campaña—, ni siquiera llega a votarse después de que su partido constatara que no tenía los sufragios necesarios. Enojado, Trump anuncia que tardará en reactivar su reforma.

“¿Cuándo lo hará?”, le preguntan
los periodistas.

“Cuando el Obamacare explote”, dice.

Una mujer puertorriqueña de 69 años sale de un supermercado en Queens y es agredida por un hombre blanco. Él se acerca hasta su cara para decirle tres frases: “Tienes que ser deportada. Te voy a aplastar la cara. Te voy a disparar”.

25 de marzo. Día 65

Es sábado. Por la noche, en el tren de la Línea L se trenzan a golpes dos mujeres que se gritan en español. Las separa un hombre negro. Alguien grita desde lejos que Trump las va a devolver a su país “sea cual sea”. Alguien grita de vuelta. Las puertas se cierran. El hombre negro se sienta, cansado, después de separarlas. El tren vuelve a andar. Anoto todo, rápido. Un hombre blanco, de pie junto a la puerta, le pregunta si está bien.

—Estoy cansado, así es como estoy. Ya no quiero ver más noticias, hermano. Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.

—¿Está todo loco, ah? —dice el blanco.

—Quiero que no pase nada, hermano.

—Vamos a estar bien.

—Ustedes no se van a recuperar nunca
—dice el hombre, que deja salir la respiración trabajosa detrás de las costillas.

—¿Nosotros, quiénes?

—Ustedes, los blancos, los que lo votaron. De esto no se recuperan nunca.

4 de abril. Día 75

Un ataque con gas tóxico en Siria. Dicen que hay veinte niños muertos.

6 de abril. Día 77

El día empieza con los medios pidiendo la cabeza del presidente, pero el ataque a Siria cambia todo. Ahí está Trump en la televisión, hablando. “Usando gas mortal, Asad segó la vida de hombres, mujeres y niños indefensos. Fue una muerte lenta y brutal. Incluso hermosos bebés fueron asesinados cruelmente”. Hace un mes el mismo Trump firmó una orden ejecutiva que prohibía a los sirios —y sus bebés— buscar refugio en Estados Unidos.

7 de abril. Día 78

EE.UU. ha entrado en una nueva guerra.

Brian Williams, uno de los emblemas de la cadena MSNBC —identificada con el sector progresista y el votante demócrata—, se deja embelesar en vivo por las imágenes proporcionadas por el Pentágono: misiles lanzados hacia la oscuridad.

“Estoy tentado de citar al gran Leonard Cohen: ‘Estoy guiado por la belleza de nuestras armas’”, dice.

Ahora los misiles cruzan el aire: Williams cita mal a Cohen y elogia los Tomahawk que caen sobre Siria. Le habla a un país que vive de guerras lejanas: siempre afuera, ilustradas para el horario prime con breves videos del Pentágono en alta resolución.

9 de abril. Día 80

Las ventas de Eso no puede pasar aquí, de Sinclair Lewis —un libro de 1935 sobre la creación de un estado fascista en Estados Unidos— se disparan en Amazon.

12 de abril. Día 83

Trump recuerda un pastel que se comió la semana anterior con el presidente chino, pero no el nombre del país que atacó.

“Estaba sentado en la mesa, habíamos terminado de cenar y en ese momento estábamos tomando el postre: el más bonito trozo de pastel de chocolate que hayas visto jamás. Y el presidente Xi lo estaba disfrutando”, explica Trump en una entrevista con Fox Business.

La periodista ordena sus papeles nerviosamente, sin quitar los ojos del presidente. El más bonito trozo de pastel de chocolate que hayas visto jamás: el televidente puede imaginarlo. Un bizcocho con cobertura sólida. Una porción de torta cubierta de crema. No importa el sabor, nadie promete que sea un buen pastel. Pero se ve bien.

“Los misiles estaban en camino. Y le dije ‘Señor presidente, permítame explicarle algo’. Todo esto durante el postre —insiste Trump—. Acabamos de disparar 59 misiles en dirección a Irak”.

“En dirección a Siria”, lo interrumpe la periodista, que ha abierto mucho los ojos.

“Sí —se corrige el presidente después de un brevísimo momento de duda—. En dirección a Siria”.

17 de abril. Día 88

Las denuncias por agresiones racistas en el metro de Nueva York suben un 480 por ciento. Hay algunas respuestas: un grupo de pasajeros que se organiza para borrar esvásticas pintadas en un vagón o una mujer hispana que —ante la pasividad del resto del vagón— sale en defensa de dos pasajeros musulmanes acosados.

Fuera del metro también. Una mujer puertorriqueña de 69 años que salía de un supermercado en Queens es agredida por un hombre blanco de 60 que nunca había visto en el barrio. El hombre se acercó hasta su cara para decirle tres frases: “Tienes que ser deportada. Te voy a aplastar la cara. Te voy a disparar”.

18 de abril. Día 89

Corea del Norte le advierte a Estados Unidos que “la guerra termonuclear puede estallar en cualquier momento”. El presidente Trump anuncia en Twitter que estará en su programa favorito: el matinal Fox & Friends.

22 de abril. Día 93

Es sábado. Por la noche, en el tren de la Línea L, vuelvo a ver a la joven de melena rubia corta. Está sentada rígida, mirando un punto fijo en el horizonte. Un borracho le grita desde el otro lado del vagón, intentando llamar su atención. La joven rubia no dice nada, apenas pestañea. Está sola.

23 de abril. Día 94

El señor Kaid pega en su negocio una calcomanía con la bandera de su país.

24 de abril. Día 95

Obama reaparece canoso y sin hacer comentarios sobre Trump en una actividad con jóvenes líderes. Bajo a comprar maní y Coca-Cola y me encuentro con Herman saliendo de nuestro edificio. “Te estás escapando de mí, ya ni te veo”, dice.

—He estado escribiendo sobre el presidente —le digo.

—Está todo bien ahora. La economía va bien. Al final todo es sobre el dinero. ¿Ahora estás ganando un montón de dinero, no? Sobre Obama no se puede escribir, es aburrido. En cambio el presidente es entretenido porque hace cosas. Y la economía se activa, el empleo sube.

—¿Y los ataques, Herman? —le digo. No es necesario hablar de Spicer: hace unas semanas atacaron un cementerio judío y amenazan centros comunitarios con bombas.

En los ojos grandes de Herman hay un solo segundo de duda. Pero después todo vuelve: esa fe inquebrantable, casi religiosa, de quienes siguen a Trump.

—Eso es sólo ruido de los medios —dice cortando el aire con una mano—. No va a pasar nada.

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