Por Javier Rodríguez // Ilustración: Alfredo Cáceres Marzo 3, 2017

Coinco es un pequeño pueblo de 98 km2, ubicado en la Sexta Región. Una localidad perdida entre Requínoa y San Vicente de Tagua Tagua. Ahí, Daniza Vivanco (55), educadora de párvulos, lleva 24 años en el colegio Huallilén, donde le ha tocado hacer clases para todos los cursos. A finales de 2014, se hizo cargo del proyecto estrella del colegio. Con fondos de la ley de subvención escolar y apoyo de la USACh, implementaron un completo centro meteorológico. A fines de año, ese pueblo de no más de 7.500 habitantes tenía su propia estación meteorológica con pluviómetros, barómetros y otros instrumentos sincronizados con un computador que recibía datos para que los estudiantes los procesaran.

Pero no todos se interesaron en el taller organizado para ocupar su joyita. Sólo un pequeño grupo de niños de tercero básico para arriba —los más mateos, afirma Vivanco— quiso participar, quienes asistieron al curso de la Armada para aprender a ocupar los equipos.

Vivanco sentía que tenían un elefante blanco que no se estaba aprovechando. Un proyecto que tenía que ser más grande para enseñarle a la comunidad escolar a cuidar el medioambiente. Pero no sabía cómo armarlo.

En eso estaba pensando cuando al colegio llegó la invitación de un movimiento llamado AULA, que buscaba reunir a los mejores profesores de Chile para enseñarles a trabajar colaborativamente.

Aceptó inmediatamente.

Estudiantes del siglo XXI, clases del XIX

María Ignacia Aybar (33) entró a estudiar Derecho a la UC sin querer ser abogada. Durante sus últimos años como alumna del Santiago College se había interesado en temas de género, y sintió que la carrera le podía dar herramientas para trabajar en políticas públicas.

Antes de terminar sus estudios entró como voluntaria a la Asociación Chilena de Protección de la Familia, una fundación que es parte de la International Planned Parenthood Federation (IPPf), donde pudo trabajar directamente en derechos de la mujer y diversidad sexual. Luego de titularse, entró al directorio mundial de IPPF, en Estados Unidos, donde se dio cuenta de que ese no era el lugar adecuado para hacer cambios reales.

—Entendí que la mayoría de los problemas sociales son producto de la falta de acceso a educación de calidad. Los países con mejor educación tienen menores índices de VIH, menos desigualdad de género. La diferencia entre los países desarrollados y la dinámica que se estaba generando en Chile era súper clara. Y eso me hizo ver a la educación y volver a Chile y decir: “necesito entender el problema desde adentro”— explica Aybar.

Aunque hay grupos como el Colegio de Profesores, ellos tienen otras preocupaciones y tampoco son representativos: sólo el 11,2% de los profesores votó en las últimas elecciones del Colegio, y más del 80% de sus miembros están jubilados.

En 2013 entró a Enseña Chile a hacer clases de inglés, de tercero básico a cuarto medio en la Escuela San Esteban, en Las Vizcachas. Ahí, dice, hizo el trabajo más difícil de su vida. Al principio, sus alumnos se propusieron echarla: le decían que habían logrado que los cinco profesores anteriores renunciaran a su cargo. Pero aguantó y, poco a poco, fue ganando su confianza.

Luego de dos años se dio cuenta del efecto que podía tener un profesor en un alumno que, independientemente de su clase social, quiere lo mismo que todos: un trabajo que le guste, ser feliz.

—No estamos preparando a nuestros estudiantes para el mundo. Estamos preparándolos para lograr resultados en pruebas determinadas. En la sala de clases uno los ve deprimidos, tristes, desmotivados, y los profesores también, porque el sistema los lleva a eso.

Llevaba pocos meses fuera de la sala de clases cuando, desde el mismo Enseña Chile, la Fundación La Fuente  y Elige Educar le pidieron que se hiciera cargo de un proyecto que coincidía con su diagnóstico. Tanto ellos como Aybar sabían que el mito de que los profesores son flojos no es cierto. Sabían que en todos los colegios hay profesores motivados, que intentan ir más allá y que podían inspirar a sus pares. Pero estaban aislados.

Según cifras de Elige Educar, 3 de cada 4 profesores nunca han trabajado en proyectos comunes con un par de su colegio. Nunca han generado estrategias con otro colega. Y aunque hay grupos como el Colegio de Profesores o los sindicatos, ellos tienen otras preocupaciones —como sus precarias condiciones laborales— y tampoco son representativos: sólo el 11,2% de los profesores votó en las últimas elecciones del Colegio, donde el ganador obtuvo un 4% de los votos, y más del 80% de sus colegiados están jubilados.

—Era necesario levantar la voz de los profesores. No como espectadores, sino como protagonistas, y desde el trabajo colaborativo, proponer acciones concretas para implementar mañana en sus escuelas —dice Verónica Cabezas, PhD en Economía de la Educación de Columbia y cofundadora de AULA.

Era principios del 2015 y las reformas educacionales comenzaban a implementarse. Se discutían cambios estructurales, pero en Aula veían cómo nadie se preocupaba de cambiar la forma de enseñar, que venía siendo la misma desde hace 30 años.

—Estamos tirando nuestro capital social a la basura. Los profesores dicen que sus salas de clases no han cambiado en los últimos 20 años. Tenemos estudiantes del siglo XXI aprendiendo con profesores del XX en salas del XIX. Y se hace peor porque el mundo cambia año a año. No nos estamos poniendo al día lo suficientemente rápido —dice Aybar.

La idea era levantar una voz que pudiera generar cambios concretos. Por lo mismo, Aybar partió juntándose con distintas organizaciones para tener su opinión y sumarlas al proyecto, como Educación 2020 y Panal. Hoy están asociados a más de 55 instituciones.

Así generaron la experiencia AULA, basada en la metodología Design Thinking, usada mundialmente para procesos creativos de distintas disciplinas y que permite enfocarse en problemas concretos a través de un modo de trabajo colaborativo que, desde hace algunos años, la misma Verónica Cabezas emplea en la formación de profesores y directores en la UC.

El producto final se lanzó en un seminario, en septiembre de 2015, donde reunieron a 300 profesores líderes de sus establecimientos, a los que consiguieron llamando a colegios y, a través de las organizaciones con las que habían hecho alianza.

La experiencia fue un éxito. Cada profesor se llevó un kit con todos los materiales para mostrar la experiencia en sus escuelas. En noviembre hicieron un encuentro en Antofagasta, al que llegaron más de 100 profesores, y otro en Temuco, al que llegaron 250. Hoy tienen presencia en colegios de las 15 regiones del país, y de todos los tipos: desde colegios rurales, pasando por el Boston College de Maipú, hasta el Saint Gabriel’s de Providencia. Entre sus financistas, aparte de las instituciones que los apoyan, están Magdalena Moreno, de Viento Sur y Lucy Ana Avilés, la misma del Super Tanker, que conoció el proyecto a través de Enseña Chile, a quienes también apoya monetariamente.

Profesores al Congreso

Una de las asistentes al primer encuentro AULA en Santiago fue, precisamente, Daniza Imagen IMG_0772Vivanco. Con el kit bajo el brazo, y decidida a sacarle trote a la estación meteorológica, explicó a sus colegas lo que había aprendido con AULA, que podía servir para aprovechar mejor su “elefante blanco”.

Así llegaron a un proyecto general de cuidado del medioambiente en el que participarían todas las asignaturas. Mientras en Lenguaje hicieron afiches sobre el cuidado del agua y el correcto uso de la leña, que mostraron al pueblo en caminatas ecológicas, en Matemáticas trabajaron con gráficos para ver las fluctuaciones de precipitaciones, de intensidad del calor y calidad del aire, definiendo cuándo podían hacer educación física o cuándo era necesario el uso del bloqueador. Y aprovechan todo: con los restos orgánicos de la cocina del colegio, como cáscaras de huevos o verduras, hacen humus en una compostera especial.

—Vivimos en un sector donde es relevante la estación meteorológica, donde se utiliza la leña como energía combustible no sólo para calentarse, sino también para cocinar. Fue importante la metodología de trabajo, de aunar criterios y resolver cosas para una propuesta en común de todo el colegio —explica Vivanco.

AULA, por su parte, tiene claro hacia dónde quiere ir. Sobre todo en un año de elecciones presidenciales, donde María Ignacia Aybar, su directora ejecutiva, sabe que se juegan muchas cosas.

—¿Hacia dónde va AULA ahora?

—Estamos muy emocionados porque el segundo semestre vamos a realizar por primera vez Voces Aula, donde capacitaremos en política educativa a profesores de excelencia dentro de la sala de clases. Queremos que los voceros del movimiento AULA sean los mismos profesores que están dentro de la sala de clases, que ellos puedan no sólo levantar los principios del movimiento, sino que su opinión regional y localmente.

—¿Generar líderes?

—Queremos profesores que logren levantar en medios y en términos políticos las temáticas sobre cómo mejorar el aprendizaje.

—¿Que postulen a cargos políticos?

—Por supuesto. Hacen falta esos liderazgos, especialmente si vemos la brecha que existe entre la política educativa y la sala de clases. Se nota en que a los profesores les cuesta entender la política. Muchos profesores no entienden de qué se habla cuando se habla de carrera docente. Nosotros queremos sacarlos para que transformen el sistema educativo.

—Si planean incidir en políticas públicas, este año electoral es clave.

—De todas maneras. No lo elegimos así, pero cuando vimos que habíamos llegado a las 15 regiones y que nuestros profesores nos estaban pidiendo que levantáramos la voz, lo hicimos. Nosotros no queremos ser una organización con agenda de unos pocos. Queremos que nuestra agenda sea aquella levantada por los profesores.

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