Por Javier Rodríguez //Foto:José Miguel Méndez Diciembre 9, 2016

David Rose es un reputado neuropsicólogo y académico de la Universidad de Harvard desde hace más de 30 años, pero su vocación es la de profesor. Si bien disfruta haciendo clases a estudiantes universitarios e investigando —es doctor en Educación de la misma universidad—, es cuando está en la sala de clases, probando con los niños los distintos métodos de enseñanza con los que intenta incluir a los marginados, a aquellos que aprenden de forma distinta al resto, cuando se siente realizado.
Llegó a la educación viendo el ejemplo de su padre, pastor protestante. Le gustaba la labor social que hacía, siempre con la idea fija de hacer mejores las vidas del resto. A medida que fue creciendo su fe entró en crisis, pero no así su vocación.

En 1984 fundó CAST, una organización de investigación y desarrollo sin fines de lucro que busca mejorar la educación de los estudiantes mediante usos innovadores de la tecnología moderna y los avances de las ciencias cognitivas. Este trabajo dio origen a la disciplina que lo ha hecho recorrer el mundo: el diseño universal para el aprendizaje. Un modelo que ve las dificultades en los medios con los que se enseña y no en los niños.

“A algunos les cuesta con los libros impresos. Lo intentan, se desmotivan. Y no son ellos el problema, es que les estamos enseñando mal. Cada profesor debe buscar las fórmulas. Pensábamos que los niños eran el problema, pero no: son las escuelas las equivocadas”, dice ,de paso en Santiago como conferencista de “La inclusión en el aula y el diseño universal del aprendizaje”, organizado por Seminarium y Corporación Crea+.

Este trabajo le ha valido ser reconocido internacionalmente, incluyendo su país, donde la aplicación de Diseño Universal para el Aprendizaje es obligatoria en todos los colegios y está establecido por ley en el Plan Nacional de Tecnología Educativa, que ha ayudado a dirigir el desarrollo del Estándar Nacional de Accesibilidad a los Materiales de Instrucción. Y, desde el próximo año, en nuestro país: a través del Decreto Nº 83/2015 fueron aprobados los criterios y orientaciones de adecuación curricular para estudiantes con necesidades educativas especiales de educación parvularia y educación básica, basados en sus investigaciones.

—Usted ha dicho que el sistema de educación tradicional inhabilita a los niños. ¿A qué se refiere?
—A lo que decía anteriormente. Les enseñamos con formatos que no sirven para todos. No hay una educación inclusiva. Los profesores tenemos que planificar las clases pensando en la gama completa de estudiantes que tenemos. Ver cuáles son las diferencias entre ellos, cómo aproximarnos e interesarlos. Ahí la tecnología es muy importante. Hay cosas que entendemos bien con libros, otras mejor con videos. ¿O alguien cuando necesita arreglar algo en su casa busca un manual escrito? No, va a YouTube.

—Los niños no son el problema, entonces.
—No, nunca lo fueron. Menos ahora que tenemos formas para enseñarles con las que no contábamos antes.

—¿Por ejemplo?
—En un mundo moderno, donde todo lo que encuentras en texto lo puedes encontrar digitalizado, no tienes por qué forzar a todo el mundo a decodificar las palabras. En los videos, por ejemplo, se van decodificando solas. Es una forma distinta de leer que hoy nos va pareciendo cada vez más natural. Puedes usar el chip decodificador de tu cerebro, pero también tienes la opción de ocupar el de tu celular. Como educadores tenemos que evitar enseñar toda la información en base a libros de texto. Nos tenemos que concentrar en que los alumnos comprendan los textos, no los aprendan de memoria. Más que ratones de biblioteca, tenemos que crear lectores críticos. Esos son los buenos lectores.

—Entonces, ¿qué significa ser un buen lector?
—Lectores con capacidad crítica. Capaces de entender el punto de vista que se plantea, de hacer segundas lecturas, evaluar argumentos. Y hoy, más que nunca, necesitamos buenos lectores. El fenómeno Trump es la prueba. Necesitamos gente que evalúe las pruebas, evidencias, la calidad de los argumentos. La tecnología está cambiando la forma en la que leemos y el tipo de lectura que debemos hacer.

—Y los profesores deben evaluar qué medio les es más útil para lo que quieren enseñar.
—Totalmente. Un texto puede ser bueno para enseñar una ley, pero no para enseñar a manejar un auto. Y hoy tenemos múltiples herramientas: realidad virtual, simulaciones. Los niños pueden aprender sobre explosiones de una forma mejor y más segura a través de simulaciones, sin tener que hacer explotar la sala de clases. Los profesores tienen que ir probando, evaluando. No hay un manual. Cada niño es diferente.

—¿De eso se trata la educación inclusiva?
—Exacto. De, con el conocimiento que tenemos de que los estudiantes son distintos entre sí, cómo podemos encontrar el match perfecto para que se conviertan en los estudiantes perfectos.

Elegir un bully

Rose dice que cuando niño sufrió dificultades menores de aprendizaje. Pero, afirma, todos las tienen. No porque alguien obtenga un doctorado en Harvard no va a tener esas dificultades. El problema es que los colegios hoy, más que preocuparse de fortalecer las habilidades de los niños, se enfocan en las debilidades. “Si a uno le cuestan las matemáticas, se enfocan en eso, en vez de potenciar sus otras habilidades. Quizás es un gran músico, pero no lo podremos descubrir. Hoy muchos niños salen heridos de los colegios, con problemas vocacionales. Por esto mismo. Se educa en base a un alumno modelo.

—No se busca la diversidad.
—Claro. No preparamos a nuestros niños para la diversidad cultural con la que se encontrarán fuera del colegio. El objetivo de la enseñanza no debería ser hacer a los niños más iguales entre sí, sino buscar que se diferencien.

—¿Cómo se combate el bullying en este modelo?
—El bullying nace generalmente como una compensación. Viene de la inseguridad de una mala historia previa, de haber sido abusado en el pasado. Y muchas veces los colegios contribuyen al victimizar en demasía a los que lo sufren. Ponen a los alumnos en un grupo especial, les remarcan que son débiles. Los niños necesitan ser empoderados, deben tener herramientas para defenderse. Pero el bullying es un síntoma de que nuestra cultura no está funcionando. Un país no está funcionando cuando elige un bully. Está asustado. Los Estados Unidos están asustados, por eso eligieron un bully.

— Usted insiste en defender valores como la tolerancia y el respeto. Como profesor, ¿cómo se resguardan estos valores en un gobierno como el de Donald Trump?
—La razón por la que soy profesor y, por la que creo que la mayoría lo es, es para acortar las brechas de desigualdad. Todos hemos tenido alumnos que vienen de contextos de pobreza, en los márgenes de la sociedad. Y los profesores podemos acortar esas diferencias y darles buenas oportunidades. La ética que propone Trump es una muy distinta, en el sentido de que él asume una jerarquía, la necesidad de una sociedad desigual.

—¿En qué sentido?
—En que a él le sirve y le gusta que haya gente muy rica y gente muy pobre. Que algunos tengan muy buen acceso a la salud, a la educación, y otros no. Para él, esa inequidad es parte de la empresa de la naturaleza humana. Trump representa una forma de hacer las cosas donde la jerarquía existe y es necesaria. Los profesores tenemos que luchar contra eso, cambiar las vidas a las que los niños están predestinados por su origen social.

—Los profesores estadounidenses tienen tarea.
—Sin duda. Es que no sabemos qué viene. Ya hay gente marchando en las calles. Creo que esto es casi el último estertor del pensamiento medieval. De tratar de aferrarnos a un pasado de forma desesperada. No funcionará y la gente se dará cuenta de lo horrible que es. Hay que tomar en cuenta que el principal apoyos de Trump era la gente sin mucha educación. Por lo tanto, tenemos que hacernos responsables como profesores porque le fallamos a esa gente. A la clase trabajadora. Esta gente no leyó de forma crítica. No hicimos nuestro trabajo. Los menos favorecidos no estaban recibiendo un un trato justo, menos igualdad de oportunidades. Están enojados y eligieron presidente a un bully. No podemos culpar a Trump por eso. La elección de Trump fue una falla del sistema educacional estadounidense completo. Tenemos que asumir la responsabilidad y hacer que los colegios sean lugares donde el aprendizaje ocurre de forma real.

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