Por Sebastián Rivas Julio 27, 2016

1. A LA CAZA DE UNA NARRATIVA

Fueron, para muchos analistas, los mejores 15 minutos de la campaña de Hillary Clinton y el discurso en que se planteó más claramente por qué ella debe ser la presidenta en todo lo que va de contienda electoral. Lo llamativo es que no fue la candidata la que hizo el caso: fue la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, quien el lunes construyó una presentación tan solida que hasta el mismo Donald Trump, habitualmente cáustico y criticado muchas veces pero sin ser nombrado directamente por la esposa de Barack Obama, admitió que había sido un muy buen discurso.

Cuando se mire en retrospectiva la carrera de 2016, es probable que se vea este discurso como un punto de quiebre. Hasta esta semana, Hillary Clinton ha liderado una campaña casi sin fallos y con un equipo que le permitió sostener el desafío de Bernie Sanders y no implosionar cuando él tenía el entusiasmo a su favor. Sin embargo, la ex secretaria de Estado no ha logrado dar con una narrativa que apele directamente a los votantes y los dote de la esperanza y ganas que, por ejemplo, tenía la campaña de Barack Obama en 2008, o que –con diferencias– demuestran los seguidores de Sanders y Trump al apoyar la idea de la “revolución política” o de “hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo”.

Michelle Obama, en su breve pero potente discurso, le regaló a Hillary un modelo para entusiasmar a su base. La presentó como una persona digna, dedicada toda su vida al servicio público, que ha logrado siempre hacer el trabajo más duro y que sería un extraordinario ejemplo para los niños estadounidenses si llega a la Casa Blanca. Un contraste con las acusaciones constantes y los escándalos de Trump que semana a semana dan que hablar. El mensaje no puede estar más claro: tanto, que anoche el ex presidente Bill Clinton salió a dar su discurso en la misma línea, apelando a la historia de Hillary como alguien que, con trabajo duro, logra lo imposible.

2. SANDERS, A CURAR LAS HERIDAS

La construcción de esa narrativa es imprescindible también para tratar de apelar a los votantes del senador Bernie Sanders, el adversario de Hillary en las primarias demócratas y cuyas ideas están bastante más a la izquierda que las de la ex primera dama. Sin embargo, más que en el tema ideológico, la Convención es un punto clave para ver cómo reaccionan los seguidores de Sanders ante una derrota que no por previsible ha sido menos dolorosa.

Para colmo, el viernes pasado Wikileaks filtró una serie de correos privados de los altos jefes del Partido Demócrata, donde se revela sin ambages que varias de las principales autoridades apoyaron estratégicamente a Clinton durante las primarias, aún cuando se supone que debían mantener neutralidad. Más allá de las motivaciones políticas de la filtración –que incluyen la teoría levantada por la campaña y avalada desde el gobierno de que Rusia está tras el masivo hackeo-, el escándalo le costó el puesto el domingo a la hasta entonces presidenta de la colectividad, Debbie Wasserman Schultz, y reabrió las heridas entre los seguidores más fieles de Sanders, convencidos de que el proceso electoral fue manejado para negarles el triunfo.

Sin embargo, Hillary ha contado con el mejor aliado que podía soñar para enfrentar la tormenta. Ha sido el propio Bernie Sanders quien, en los dos primeros días de la convención, ha pedido enérgicamente a sus votantes que apoyen a Clinton y que no la critiquen, además de validar su victoria como legítima. La imagen de ayer martes fue el senador pidiendo que se proclamara por aclamación a Hillary como la candidata demócrata, algo muy diferente de lo que hizo Ted Cruz con Donald Trump una semana atrás en la convención republicana. Sin embargo, un número importante de seguidores de Sanders aún no está convencido de apoyar a Hillary, una figura demasiado asociada al establishment, por lo que las próximas semanas serán cruciales: quedará por ver qué rol tendrá ahora el senador en la campaña electoral.

3. HILLARY A BRILLAR CON LUZ PROPIA

Lo advertían los analistas políticos antes de iniciar la Convención Demócrata: Hillary Clinton enfrentaría un problema algo extraño, que es el riesgo de ser opacada en su momento de gloria por otras figuras, en especial en el área de los discursos. Habitualmente se le ha criticado a la ex primera dama el ser poco espontánea y aparecer lejana en sus intervenciones públicas, algo muy diferente a lo que ocurre, por ejemplo, con su propio esposo, Bernie Sanders o Barack Obama, quien tomará hoy miércoles el escenario para darle su apoyo.

Los discursos de Michelle Obama y Bill Clinton fueron un recordatorio de eso: a Hillary se le medirá por la forma en que este jueves dé su discurso, y será comparada no contra Donald Trump, sino con los mejores oradores de su partido. Por eso, su equipo ha trabajado en todos los detalles para afinar una presentación que debe no sólo ser sin errores, sino que ir un paso más allá para lograr que sea la propia candidata la que presente un argumento sólido a los estadounidenses y logre empatizar con los votantes que aún permanecen en la duda.

4. OBAMA ENTRA A LA CANCHA

Para lograr esa conexión, Hillary tendrá un aliado clave en Barack Obama. El presidente, quien la derrotó en las primarias de 2008, ha apostado todo su capital político por elegir a la que fuera su ministra. No sólo ahora: varios reportajes en los últimos días plantean que Obama se la jugó por convencer a su vicepresidente Joe Biden, de que no entrara a la contienda electoral, algo que en retrospectiva habría complicado mucho más las opciones de Clinton. Y, además, fue el propio presidente quien ayudó en las gestiones para que Bernie Sanders y su equipo apoyaran sin ambages a la candidata una vez que terminara el proceso de las primarias.

El capital político del mandatario es alto. Más del 50% de los estadounidenses aprueban su gestión según los sondeos, y el convencimiento de los analistas es que si Hillary Clinton logra movilizar a los votantes que respaldaron a Obama en 2008 y 2012 debiera ganar la elección. Además, la batalla es personal: Trump ha sido uno de los más enconados rivales de Obama, cuestionando abiertamente su fe o el hecho de que haya nacido en Estados Unidos, algo que irrita de sobremanera al mandatario. Entregarle a él la presidencia dejaría manchado su legado hacia delante.

Por eso, es probable que desde esta semana se vea a Obama más presente en la campaña y apelando a los votantes para apoyar a Hillary. No sólo la relación personal entre ambos es buena, sino que Clinton y su equipo quieren y necesitan el respaldo de un mandatario popular entre los estadounidenses. Con un candidato a vicepresidente de bajo perfil –el senador por Virginia Tim Kaine-, es probable que Obama ocupe el rol de ataque al candidato opositor que usualmente está destinado para el segundo de la fórmula en la tradición de las campañas presidenciales.

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