Por Paulo Ramírez Abril 22, 2016

Aunque no se parece físicamente, el Michael Rezendes de la vida real tiene el mismo modo amable y cercano que el Michael Rezendes interpretado por Mark Ruffalo en Spotlight, reciente ganadora del Oscar como Mejor Película.

Para conversar con nosotros vía Skype pidió prestada una oficina más silenciosa, lejos del ruido de la redacción del Boston Globe, en medio de la cual funciona ahora el equipo de investigación que da nombre al film. En el año 2001, cuando iniciaron las investigaciones sobre abusos sexuales en contra de menores por parte de sacerdotes, y el consiguiente encubrimiento del obispo de Boston, trabajaban en una oficina propia. Y eran apenas cuatro periodistas. Ahora son seis. No muchos más, pero para Rezendes es un síntoma inequívoco de buena salud.

Nació en Bangor, Maine, y después de estudiar en la Universidad de Boston y el American Film Institute de Los Angeles se puso a trabajar para un periódico activista del este de Boston, que luchaba contra la expansión del aeropuerto Logan hacia uno de los barrios pobres de la ciudad. Después estuvo en el Boston Phoenix, un periódico alternativo; el San Jose Mercury News y el Washington Post, para finalmente ser contratado como jefe de la sección de noticias municipales. Al poco tiempo se integró al equipo de Spotlight, nacido a comienzos de los años 70, inspirado en el Insight Team del Times de Londres. Allí ha sido pieza clave en innumerables investigaciones, varias de las cuales le han valido premios Pulitzer. La que se hizo película es una de ellas, por supuesto.

Viene a Chile la próxima semana como invitado internacional de la entrega del Premio Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado.

—¿Qué hizo posible para ustedes destapar este escándalo de abusos en Boston?
—Lo primero fue la llegada de Marty Baron como nuevo editor del Globe. Era un afuerino y no tenía relación con la cultura católico-irlandesa tan propia de Boston. Acá existía un hábito de trato deferente hacia la Iglesia Católica. El hecho de que él viniera del estado de Florida también es un factor importante. En los Estados Unidos la disponibilidad de registros públicos varía entre estados. En Massachusetts tenemos un sistema donde es muy difícil obtener información pública, la mayoría de las veces. Florida probablemente tiene la mejor ley de información pública en el país (Sunshine Law). Así que Marty no estaba acostumbrado a situaciones en que la información estuviera escondida o protegida por decisión judicial. En su primer día de trabajo en el Globe (lo que es muy elocuente), leyó una columna de Eileen McNamara, también del Globe, acerca de una demanda de las víctimas de un sacerdote llamado John Geoghan, acusado de pedofilia. Ahí decía que los registros del caso estaban sellados por decisión de un juez, así que la verdad probablemente nunca se conocería. Para Marty eso fue una bandera roja. Él es un extraordinario periodista, con valores impecables, y nos dijo que nuestra tarea como periodistas era encontrar la verdad y no simplemente decir que la verdad posiblemente nunca salga a la luz... eso es inaceptable. Así que nos instruyó para que exploráramos la idea de revertir la confidencialidad del caso. Ese fue el primer paso significativo. Al mismo tiempo pidió al equipo de Spotlight que empezara a indagar en el caso del padre John Geoghan, lo que hicimos de inmediato.

"Cuando los editores reducen o eliminan sus equipos de investigación, pueden sentir que les están haciendo un favor a sus jefes reduciendo los costos. Pero te aseguro que en el segundo, tercer o cuarto año después de hacerlo, sus lectores los abandonarán".

—Cuando Marty Baron les dijo eso, ¿cómo se sintieron? Porque tal vez es algo que ustedes tendrían que haber hecho hacía rato...
—Tal vez... La verdad es que estábamos recién armados como equipo, no nos conocíamos muy bien, sólo habíamos hecho un proyecto juntos, acerca de una compañía que había construido unas viviendas de lujo que no quedaron muy bien... Nuestro objetivo era hacer cosas que el antiguo equipo de Spotlight no había hecho. Ellos tenían un historial de investigaciones sobre la mafia y la corrupción en el gobierno. Queríamos hacer algo distinto, por eso que investigamos a una empresa privada. Entonces, cuando Marty nos propone investigar a la Iglesia Católica, nos interesó de inmediato. También nos tomó por sorpresa, porque la Iglesia era la institución más poderosa de Boston y del estado de Massachusetts. Nos sentimos intrigados a partir de la idea de mirar a una institución como esa. Además, para mí estaba muy claro que había habido una serie de escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes. Hay que recordar que el equipo de Spotlight no descubrió la existencia de abusos sexuales en la Iglesia ni de cerca: ya había un caso enorme en Louisiana, otro en Texas, y otro diez años antes aquí mismo en Massachusetts, en la diócesis de Fall River, donde hubo un cura llamado John Porter que abusó de más de cien niños. El Globe también publicó eso en su minuto. Yo pensé: parece haber una epidemia en todo el país, y sería interesante mirarlo en detalle.

—Y cuando mira hacia atrás, ¿qué lecciones cree que sacó de esta historia?
—La primera lección es cuestionar a la autoridad. La segunda, nunca rendirse. Esas son las lecciones fundamentales. La Iglesia Católica es una institución que se promociona como el paradigma de la moral y la bondad, por lo que nadie está habituado a hacerle preguntas muy duras. Lo que aprendí es que no importa quién es esa autoridad, nuestro trabajo como periodistas es cuestionarla.

—¿Y qué pasa con las víctimas? A veces no las tomamos en cuenta lo suficiente...
—Así es. Nosotros no podríamos haber realizado esta investigación sin las víctimas. Hay una escena en la película, que es muy apegada a la realidad, donde una de las víctimas, Phil Saviano, nos visita en la oficina de Spotlight trayendo una caja llena de material y de libros, con el nombre de los sacerdotes que según él son abusadores... Eso realmente ocurrió, lo que ves es exactamente lo que vivimos. Ese fue un punto de quiebre en nuestra investigación. No podríamos haber hecho esta historia sin gente como Phil. Podríamos haber hecho algo, pero no hubiera sido tan completo ni tan bueno como lo que hicimos. Las víctimas fueron absolutamente fundamentales.

—¿Qué aprendió del trabajo periodístico en esa investigación?
—Esta historia era muy poderosa. Primero, porque estaba basada en los propios archivos de la Iglesia. Siempre en mis reportajes me intereso en los documentos. Nunca escribo artículos basado en fuentes anónimas. Quiero los documentos. O a altos funcionarios citados con nombre y apellido. Por eso creo que es muy importante tener seguridad de todos tus datos. También es muy importante saber cómo hablar con la gente, sobre todo cómo escuchar a la gente. En nuestro caso teníamos los documentos, pero también teníamos la confianza y la ayuda de las víctimas. Teníamos las dos cosas. Y esa es una combinación indestructible.

—¿En qué estado se encuentra hoy el periodismo investigativo en Estados Unidos?
—Está en peligro. Vivimos un período de transición pero también de crisis. Me imagino que algo parecido ocurre en Chile, porque el modelo de negocio de los diarios ha sido destruido por internet. El Boston Globe, como muchos otros diarios, dependía mucho de los avisos clasificados, y ya no tenemos avisos clasificados... todo se fue a internet. Nuestro staff es mucho más pequeño que antes, cerramos todas nuestras oficinas en el exterior, todas nuestras oficinas nacionales, excepto Washington DC, y los editores en todo el país están reduciendo sus equipos de investigación. El periodismo investigativo está definitivamente en crisis. Y creo que es esencial que sobreviva, porque la democracia no puede funcionar sin buen periodismo. Estamos en un momento crucial.

Michael Rezendes y Mark Ruffalo—¿La audiencia tiene real conciencia de eso? ¿El buen periodismo hace alguna diferencia para los lectores?
—Creo que sí... Aunque el Boston Globe enfrenta los mismos desafíos financieros que los demás diarios, y aunque nuestra redacción es más pequeña que antes (hemos tenido muchos despidos), el equipo de Spotlight ha crecido: puedes ver en la película que éramos cuatro reporteros... ahora somos seis. Y hay varias razones para eso: una es que sentimos que es lo correcto, que así cumplimos nuestra responsabilidad como ciudadanos; pero también creemos que tiene sentido desde el punto de vista del negocio. Hacemos encuestas de lectoría, y la gente nos dice que aman el trabajo de Spotlight, y que esperan que el Boston Globe les entregue periodismo de calidad, y les facilite los hechos que necesitan conocer para tomar decisiones en una democracia. Creo que eso es válido en todas partes. La gente espera que los medios le entreguen información crítica esencial para llevar adelante su vida cotidiana. Por eso cuando los editores reducen o eliminan sus equipos de investigación, pueden sentir que les están haciendo un favor a sus jefes reduciendo los costos en el primer momento. Pero te aseguro que en el segundo, tercer o cuarto año después de hacerlo, sus lectores o sus televidentes los abandonarán, porque ya no estarán recibiendo la información que necesitan y quieren.

—¿De parte de cualquier medio? ¿Tradicionales o a través de nuevos medios? ¿Hay alguna diferencia?
—No creo que haya ninguna diferencia. De hecho aquí en el Boston Globe tenemos nuestro sitio BostonGlobe.com, a través del cual la mayoría de la gente está leyendo el diario. Y el futuro claramente apunta hacia internet.

—¿La marca, el nombre del medio, significa algo todavía?
—Sí, eso todavía hace una diferencia. Boston Globe es una marca confiable, y eso hace una diferencia. Es lo mismo para The New York Times y The Washington Post. Pero también hay organizaciones de investigación periodística nuevas que operan sólo online y han tenido gran éxito.

—¿Tiene un sentido de misión en su trabajo?
—Por supuesto que tenemos un sentido de misión. Claro que podría ganar más dinero haciendo otra cosa (por lo menos eso me gusta pensar). Nos dedicamos con mucha pasión a lo que hacemos, agradecemos el hecho de tener un trabajo que cumpla un propósito, y estamos dispuestos a hacer sacrificios económicos. Definitivamente, sentimos que estamos cumpliendo una misión.

—¿Y toma posición frente a las historias que cubre?
—Tengo una posición clara frente a las historias que cubro, pero esto no se trata de opiniones. Uno de los aspectos desafortunados de internet —que tiene muchas cosas buenas— es que estamos inundados de opiniones actualmente. Mucha gente confunde la opinión con los hechos. Yo no creo que el periodismo de investigación consista en opiniones, creo que consiste en hechos. Consiste en entregarle a la gente información que no tenía, para que se forme su propia opinión.

“Creo que el valor que yo entrego al periodismo es la habilidad de encontrar información que otras personas no pueden, y que tiene relevancia para el debate público”, agrega luego.

"Aunque haya conversaciones que no pueden ser llevadas a cabo en público, cualquier decisión que toma un gobierno, un funcionario público, un alto ejecutivo de una corporación, incluso un funcionario de una ONG, debiera ser pública o estar sometida al escrutinio público".

—¿Sus opiniones nunca son evidentes para el lector?
—Bueno, creo que la gente puede concluir que no soy un gran fanático del abuso sexual de menores... Que la Iglesia Católica tiene todavía mucho camino que recorrer con respecto a este problema... Todo eso lo puedo decir públicamente sin problema. Es una opinión, pero está basada muy fuertemente en hechos. Tengo los datos como para afirmar que la Iglesia no ha hecho lo suficiente en este tema.

—¿Qué opinión tiene delas grandes filtraciones como WikiLeaks o las realizadas por Edward Snowden?
—Creo que Edward Snowden filtró información que es muy importante que los ciudadanos conocieran. Nadie sabía que nuestra correspondencia por e-mail, ¡toda!, estaba siendo observada por el gobierno... ¡No teníamos idea! Lo que él hizo es importante, y todos nos beneficiamos al conocer la información que él filtró.

—¿WikiLeaks es distinto?
—Bueno cuando se trata de la filtración de toda la correspondencia del Departamento de Estado, eso es más debatible, porque no creo que se pueda esperar que un gobierno conduzca su diplomacia totalmente en público. Eso no funciona. Hay momentos en que es importante saber cómo se tomó una determinada decisión, pero no creo que se pueda conducir en la esfera pública. La información de Wikileaks está en un área más gris que la de Snowden.

—¿Dónde está el límite entre lo que se debe y lo que no se debe filtrar, desde el punto de vista periodístico?
—Creo que los ciudadanos, a través de sus representantes elegidos, deben tomar esa decisión. Yo estoy a favor de tener las menores restricciones posibles para la información. Aunque haya conversaciones que no pueden ser llevadas a cabo en público, cualquier decisión que toma un gobierno, un funcionario público, un alto ejecutivo de una corporación, incluso un funcionario de una organización no gubernamental, debiera ser pública o estar sometida al escrutinio público.

—¿Qué pasa con los intereses que muchas veces tienen quienes filtran la información a los medios?
—La gente te entrega información por todo tipo de razones, algunas menos admirables que otras... Finalmente soy yo quien toma la decisión de si la utilizo o no. Y la verdad es que la fuente de la información no es lo que me importa, lo que me importa es reconocer si la información misma sirve o no al interés público.

—¿Eso pasa también con los papeles de Panamá?
—Bueno, todavía hay que ver bien en detalle qué es lo que contienen, qué tipo de conductas involucran. Sí tengo un problema con respecto a la publicación sobre la vida privada de una persona simplemente porque tienes esa información... no le veo el sentido. Es como lo que hizo Gawker.com recientemente: publicar información sobre la vida sexual de un alto ejecutivo solamente porque disponen de ella... No creo que sea necesario: si la información no se relaciona con su conducta en la esfera pública no veo ninguna razón legítima para publicarla.

—Hay historias que eventualmente pueden destruir la carrera de un político o, incluso, botar un gobierno...
—Si la información que uno publica muestra un comportamiento reprobable y se detruye la carrera de un político... bueno, probablemente esa carrera debió ser destruida... Si un gobierno es corrupto y abusa de sus ciudadanos, bueno, tal vez ese gobierno debe caer... Para mí, esa no es razón suficiente como para no publicar una información. Si tiene que ver con la conducta de un gobierno, de una corporación, de un individuo, y esa conducta tienen implicancias para la ciudadanía, y es de alguna manera ilegal, reprobable o corrupta, e implica la destrucción de una carrera o la caída de un gobierno... bueno, es probablemente lo que debe ocurrir.

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