Por M. Cecilia González Febrero 9, 2016

El sistema electoral de Estados Unidos es uno de los más antiguos y complejos del mundo. Durante los próximos nueves meses, los cincuenta estados tendrán que elegir a quién consideran el mejor candidato para gobernar el país durante los próximos cuatro años en un proceso que está muy lejos de ser sencillo. Estas son sus principales etapas.

1. Caucus y Primarias

La semana pasada, el caucus de Iowa fue el puntapié de la primera etapa de la carrera presidencial, el proceso de nominación, que se extenderá entre febrero y julio hasta culminar con la elección de los dos candidatos representantes de los dos partidos principales, demócratas y republicanos, que se van a enfrentar en las elecciones del ocho de noviembre próximo.

Para esto, existen dos sistemas: los caucus y las primarias. La ley federal de Estados Unidos no especifica un modo único para elegir los delegados. Por eso, los Comités Electorales de cada partido son los que deciden qué mecanismo se va a llevar adelante en cada estado.

Iowa, la semana pasada fue un caucus. New Hampshire es una primaria.

Un caucus es una asamblea ciudadana en la que los miembros de un partido se reúnen para discutir y votar, de manera pública, por quién creen que es el mejor precandidato para representarlos en las elecciones.

Es el sistema original de nominación de candidatos en Estados Unidos y aunque hay distintas teorías, algunos lexicógrafos postulan que la palabra podría provenir del término indio-americano “kaw-kaw-was” que significa “reunión de jefes de tribu”.

Las primarias en cambio son un sistema más moderno, en que los ciudadanos llegan simplemente a emitir su voto de manera secreta, tal como ocurre en las elecciones presidenciales. Otra diferencia con los caucus es que mientras estos siempre son exclusivos para militantes, en las primarias esto no es necesariamente así, ya que pueden ser abiertas –cualquiera puede votar– o cerradas –sólo pueden votar aquellos inscritos en dicho partido–.  Por eso, las primarias suelen tener mayores índices de participación que los caucus y son preferidas en la mayoría de los estados. Sólo 10 estados mantienen exclusivamente el método antiguo, y otros cinco utilizan ambos.

2. Convenciones Nacionales

Aunque durante todo este periodo las personas están votando por el precandidato que más les gusta, como las elecciones en Estados Unidos son indirectas realmente el objetivo de esta primera etapa, sea cual sea el mecanismo utilizado, es escoger a los delegados que van a votar en las convenciones nacionales de cada partido, las que se celebran en julio. Es en esta instancia donde finalmente se decide quienes serán los dos candidatos que se enfrentarán el día de las elecciones.

En las convenciones nacionales votan dos tipos de delegados. Por una parte, están aquellos que fueron elegidos a través de los caucus y primarias, cuyo voto está atado a las preferencias que se manifestaron en cada uno de los estados que fueron elegidos.

En cambio, los superdelegados o delegados no comprometidos, son asignados de manera automática por el estatus que tienen –por ejemplo, son líderes y ex líderes de partido, parlamentarios, gobernadores, etc.– y tienen la libertad de votar como quieran.

Generalmente, se llega a la Convención Nacional con un candidato claro, pues se conoce el número total de delegados que se obtuvo a través de los caucus y primarias en todo el país y cómo se distribuyen sus preferencias. Pero cuando ese no es el caso –como sucedió en 2008 en el partido demócrata, cuando ni Obama ni Clinton llevaban una clara delantera–,  los superdelegados adquieren un poder inmenso.

3. Día de elecciones

Lo que sucede el día de las elecciones –fijadas en esta oportunidad para el 8 de noviembre– es cuento aparte.

Como Estados Unidos es una federación, una vez más los ciudadanos norteamericanos no estarán definiendo con su voto de manera directa quién es el presidente, sino la conformación del colegio electoral.

Dependiendo de su tamaño, cada estado puede tener un mínimo de tres o un máximo de 55 electores, cuyos votos son los que finalmente escogerán quién es el presidente. Pero se pone más complicado: en 47 de los 50 estados de EE.UU. rige el mecanismo “winner-take-all” (el ganador se lleva todo), lo que quiere que todos los electores se le van a asignar al candidato que tenga la mayoría. Lo contrario sería repartir los electores de manera proporcional a la cantidad de votos obtenidos.

Por eso, la campaña generalmente está dirigida a algunos estados estratégicos, conocidos como “swing states”. Mientras algunos estados tienen su voto definido –Texas siempre es republicano y California demócrata–, los estados como Florida, Ohio o Virgiania, en que las preferencias son menos predecibles, son los que marcan la diferencia.

En total, hay 538 electores. El candidato que obtenga más de la mitad de los votos será el nuevo presidente de los Estados Unidos.

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