Por Sabine Drysdale Septiembre 25, 2015

Cesante, formalizado, vestido de impecable traje oscuro, sentado en la oficina de su abogado, con las páginas de su sólido currículum profesional impresas sobre la mesa, y una carpeta llena de documentos sobre códigos de ética empresarial que él mismo redactó, Rodrigo Muñoz Fontaine, dice: “Esto es una pesadilla”.

Penta era otra cosa en 2007, cuando la empresa de head hunters Seminarium lo invitó a postular al cargo de contralor, un puesto que tiene toda gran empresa, pero que allí no existía. Penta era una niña linda, una estrella en el mercado financiero chileno, un holding con banco, isapre, clínicas, aseguradoras e inmobiliaria. Y para Muñoz ese trabajo calzaba perfecto con la carrera en el área de riesgos que había desarrollado hasta entonces. Ingeniero civil en Computación de la Universidad Católica con un MBA en Finanzas en la Universidad de Washington, Seattle, donde se graduó con honores, entró al equipo de riesgo de GE Capital, el brazo financiero de la gigante General Electric, donde hizo carrera en Chicago, San Francisco, México, Argentina, hasta regresar a Chile en 2003 para entrar al Banco HNS en el que GE Capital compartía propiedad con la familia Ergas y que luego vendieron a la holandesa Rabobank. Estaba en eso cuando lo llamó Seminarium por el trabajo en Penta. Fue entrevistado por el entonces gerente, Hugo Bravo, por Marco Comparini y por ambos dueños y controladores del holding, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín.

“Lo primero que hice cuando llegué a Penta fue proponer un código de integridad corporativo, un código de ética. Llegué en septiembre de 2007 y en noviembre ya tenía el documento”. Se lo presentó a su jefe directo, Hugo Bravo.

—¿Nada de eso existía en Penta?

—No. No había.

Saca un documento de su carpeta. Se lee: Un código para que los empleados “hagan lo correcto”. Un código para “proteger el prestigio y la responsabilidad legal de la empresa del potencial accionar negligente de sus empleados”. Un código que “busca evitar que los empleados se expongan a juicios criminales”. Un código que “busca que ninguna acción de sus empleados pueda dañar la reputación y la marca de la compañía fuera o dentro del trabajo”. Un código que “habla de la entrega de información confiable al mercado”. Un código “cuyo incumplimiento es motivo inmediato de despido”.

Hugo Bravo lo recibió y a los pocos días le informó que el código no había sido aprobado por los dueños de Penta. “Me dijo: ‘Ni nosotros cumplimos con este código’. No me dio más detalles. Y yo me quedé como plop, no esperaba una respuesta así. Pero no puedes forzarlos, al final tú eres un empleado de ellos . Así que lo tuve que archivar”.

—Pero en el caso de Penta, pareciera que el riesgo lo constituían los propios dueños.

—Sí, exactamente. Cuando a ti te contratan como contralor tienes que proteger los intereses de los accionistas. Si los accionistas tienen otra agenda con la empresa y no te la han comunicado, no existe un modelo de control que permita identificar esas cosas. No puedes defender a la empresa de los intereses de los accionistas. No puedes decirles a los dueños, tú tienes un interés que no corresponde.

—¿Como financiar campañas políticas, por ejemplo?

—Tú no puedes pescarle el lápiz al dueño de la empresa y decirle “no firmes este cheque”. No es parte de tu rol. Pero hay que hacer una salvedad, el tema judicial está en proceso, no se han emitido las sentencias.

—No se entiende, entonces, para qué crearon el puesto.

—A mí me dijeron que era porque estaban sufriendo problemas con las empresas Penta Capital de Riesgo (PCR), que estaban pidiendo plata más seguido de lo necesario. Se habían metido en esta aventura en el sector real (esas empresas, a diferencia del área financiera, son operativas) y estaban viendo consecuencias que no estaban planificadas. Quisieron poner un poco más de orden.

—¿Y qué vio usted en las PCR?

—Todas estas empresas PCR en el fondo llegaban a golpearle la puerta al holding para pedir aumento de capital. Yo hice un análisis y me di cuenta de que por los indicadores de riesgo de quiebra, prácticamente cinco de las seis PCR estaban quebradas. La sugerencia fue hacer un aumento de capital, pero también un trabajo para tapar los hoyos del bote. Para que no se si

ga perdiendo plata sin sentido.

Los problemas con los controladores empezaron con el código de ética al que se resistían. Pero cuando llegó Manuel Antonio Tocornal a reemplazar a Hugo Bravo en la gerencia, en 2010, Rodrigo Muñoz lo sacó del archivador y volvió a insistir. Tuvo una mejor recepción, pero un gran reparo. “Todas estas iniciativas incluyen también un canal de denuncias anónimo. Se sabe que los problemas de fraude no se encuentran fácilmente con auditorías de estados financieros. La mayoría de los fraudes se encuentran con denuncias  de gente. Me dieron el visto bueno para implementar los códigos de ética, pero no los canales de denuncia”.

Hugo Bravo recibió el código de ética que Muñoz había redactado y que no había sido aprobado por los dueños de Penta. “Me dijo: ‘Ni nosotros cumplimos con este código’. Yo me quedé como plop. Pero no puedes forzarlos, al final tú eres un empleado de ellos”.

Un año más tarde, el 20 de enero de 2011, sin embargo, Lavín, Délano, Bravo, Tocornal y otros gerentes, aunque no Muñoz, recibieron un correo inesperado, un anónimo firmado por un tal “auditor contralor externo”, redactado en tono burlesco, que hablaba “sobre robos y ladrones de la gerencia  de nuestra empresa” (...) “Si les interesa saber sobre eso, hagan una auditoría sobre los bienes y activos del gerente, ¿de dónde sacaron tanto dinero? (...) En los próximos email iremos entregando información para que sepan lo que está pasando en nuestra empresa, wikipenta ja, ja,ja”(...) “Todavía no hay denuncia porque estamos recopilando info sobre el tema para la querella por estafa y apropiación indebida de estas personas. Se despide su gran amigo el auditor contralor externo”.

Aunque no daba datos específicos, ni hubo más e-mails, ni respondió a los que le envió Muñoz por orden de Tocornal, ni tampoco pudieron averiguar el origen —la IP daba en un cibercafé en el centro de Santiago—, en Penta se encendieron las alarmas. “Y yo reactivé el tema del canal de denuncia”, dice Muñoz.

—¿Tocornal se asustó con el mail?

—Cuando hablamos, no lo vi asustado. Me pidió que investigara. Lo importante de este e-mail es que genera una reactivación de este plan de integridad.

—Quizás sospecharon que el e-mail lo envió Ud. mismo.

—No. No. Pero cómo.

Pero cuando el tema debía implementarse a través de una empresa externa que había hecho el diseño, le notificaron que su puesto sería eliminado. Y fue despedido. Era 2011 y aún no explotaba el caso.

“A la luz de todas las cosas que han salido ahora, uno dice bueno, si hubiéramos  implementado esto, quizás el canal de denuncias se habría llenado. ¿Habrá sido ese un motivo para eliminar mi cargo? No lo sé a ciencia cierta”, dice.

—Pero lo sospecha. ¿Teniendo en cuenta todo lo que se sabe ahora, quizás hubiera sido demasiado riesgoso para la empresa?

—Probablemente. Mi impresión es que cuando formas un cargo como este en una empresa donde el entorno es de gente muy amiga entre sí, de relaciones de años de amistad, y te metes ahí entremedio, los gerentes empiezan a decir: ¿Por qué se creó este cargo? ¿Acaso están sospechando de mí? ¿Están desconfiando?

—Usted armaba un ambiente de sospecha para ellos.

—Probablemente. En alguna conversación, algún gerente recuerdo que me hizo esa pregunta, ¿están sospechando de mí? Y no, esto no se trata de sospechar de nadie, se trata de introducir mejores prácticas. Me terminé convirtiendo en alguien incómodo. Muchos gerentes empezaron a levantar la mano para decir que yo era un personaje que no les acomodaba para nada. Esta incomodidad les pesó más y se eliminó mi cargo. Así lo interpreté yo.

“Me terminé convirtiendo en alguien incómodo. Muchos gerentes empezaron a levantar la mano para decir que yo era un personaje que no les acomodaba para nada. Esta incomodidad les pesó más y se eliminó mi cargo. Así lo interpreté yo”.

—¿Nunca se imaginó lo que iba a venir después?

—Nunca.

—¿Cómo era su relación con los dueños?

—Tenía escasa relación. Almorzábamos juntos en el comedor de Empresas Penta, con todos los ejecutivos y conversábamos de otras cosas.

—¿Nunca les dio las malas noticias directamente?

—No.

—¿Usted detectó el tema de los forward?

—La respuesta es no. Una cosa así es indetectable desde una traza de auditoría externa. Cuando tú revisas, siempre las revisiones de auditoría son posteriores a los hechos. Si al final de mes, tú tienes un contrato firmado con una fecha, no puedes saber efectivamente cuándo fue firmado, a no ser que sea por escritura pública. Si no es por una denuncia, como traza de auditoría es indetectable, por eso son importantes los canales de denuncia.

—¿Detectó que los bonos del grupo eran pagados en forma irregular?

—En el año 2010, cuando llegó Tocornal, me pidió que no tuviéramos sorpresas. Yo le sugerí que hiciéramos una auditoría más profunda en torno a los pagos de las empresas y para eso contraté a distintas auditoras. En el caso de Ernst & Young, hicieron la auditoría dentro de Penta Las Américas y ellos sí levantaron el tema. Se dieron cuenta de que había pagos a ejecutivos con boletas de terceros para bonos. Ese tema lo conversé.

—¿Qué hicieron?

—No recuerdo exactamente, pero en su momento no se vio con implicancias penales, pero sí se consideró como algo necesario de corregir y era la administración, en este caso de Penta Las Américas, la encargada de corregir esta conducta en el futuro. Para verificar que la conducta se haya corregido, se hace una nueva auditoría, lo que habría correspondido para el año 2012, pero yo ya no estaba trabajando en Penta.

Rodrigo Muñoz fue formalizado el 14 de septiembre pasado, junto a otros 24 ejecutivos por lo mismo, después de que la empresa decidiera colaborar con la investigación y entregara todos los antecedentes de ejecutivos que dieron facturas fuera de su contrato de trabajo.

—¿Sus bonos se los pagaban a través de boletas o facturas de terceros?

—Yo no tenía bonos. Yo hice una serie de trabajos, tengo doce tomos empastados con todos los trabajos que hice en las empresas operativas (PCR) para tratar de mejorar la situación, cuando se detectan los problemas. Yo hice todos esos trabajos que ofrecí para que no siguieran perdiendo plata por el bote.

—¿Eso aparte de su trabajo como contralor?

—Aparte. Ese es un rol de primera línea (operativo). Mi contrato de trabajo es  por la tercera línea (consejero). Todo eso está en la arista judicial, que está siguiendo su camino.

—¿Entregaba boletas de terceros?

—Yo entregaba facturas de mi empresa de asesorías, Asesorías Meli Limitada.

En mayo de 2012, a los pocos meses de salir de Penta, y cuando esta todavía era una empresa respetada en el mercado, Rodrigo Muñoz consiguió otro excelente trabajo. Fue contratado como subcontralor en el BancoEstado, a cargo de 44 personas de las 70 del equipo de auditoría. Estaba a cargo del riesgo operacional y tecnológico, además de la investigación de fraudes internos.

—¿Ahí había código de ética?

—Por supuesto.

Estuvo tres años, hasta marzo de 2015, cuando el Servicio de Impuestos Internos presentó la querella contra 24 ejecutivos de Penta, por la que acaba de ser formalizado. Al día siguiente de la decisión del SII, en BancoEstado le pidieron que se tomara vacaciones, aun cuando estas no le correspondían. A su regreso, lo esperaban con dos carpetas.

“Una decía, firme su renuncia, y yo por supuesto me negué a firmar, ni siquiera sabía de qué se trataba esa querella y mira, yo nunca he hecho nada malo en mi vida, así que por qué voy a firmar una renuncia. Entonces sacaron otra carpeta, la del despido. Y salí despedido. Y es bien curioso porque el mecanismo de despido en el banco es algo bien regulado internamente. A mí me tocó sugerir el despido de algunas personas en mi rol de investigaciones internas y siempre se les dio la oportunidad de que contaran su versión de los hechos y presentaran sus descargos. A mí nunca me llamó nadie. Fue una especie de juicio en ausencia”.

—¿Qué ha significado para usted este vuelco en su vida?

—Es un desastre. Cuando vi esta querella, dije chita aquí hay un error, cómo nadie me llamó para declarar y me están querellando. Después el banco me despide. Tengo todos mis antecedentes, ocho kárdex llenos de información con todos esos trabajos que hice. Mi primera reacción fue ir a Penta y decir aquí hay un error. Hablé con Óscar Buzeta, hablé con el gerente de Sistemas, les pedí copias de mis mails, de los datos que dejé en el servidor de Penta.

—¿Se los dieron?

—No. Pedí que me pusieran un abogado pero no obtuve ninguna ayuda. La única ayuda que me dieron, varios meses después, fue sentarme con Jorge Bofill y su equipo, y lo único que me preguntaron es si yo tenía alguna queja contra Penta. No estaban interesados en ayudarme. Me dijeron que me iban a contactar con un abogado tributario para que le hiciera preguntas, pero fue tarde porque me formalizaron. A la Fiscalía no le interesó conocer mis antecedentes antes de formalizar. Nadie me preguntó nada. Es una pesadilla.

—¿Qué le ha significado en lo personal?

—Que llevo 6 meses sin trabajo, que he tenido que reinventarme con asesorías para cumplir mis labores de padre de familia. Me siento como un cirujano que no puede operar. Me han llamado head hunters para ofrecerme trabajos superbuenos, pero cuando ven que estoy metido en este tema de Penta, prefieren pasar y dejarme de lado. Tuve una entrevista que me interesaba mucho como contralor de un grupo de retail, tenía reunión el 3 de marzo, el mismo día en que estaban transmitiendo el juicio de Penta...

—¿Siente que Penta es un estigma?

—Es un desastre. Yo hice mi trabajo profesionalmente con todas las metodologías que corresponden. Pero no le pude doblar la mano al que me contrató.

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