Por Paula Molina Septiembre 17, 2015

Hablar de educación con Derek Neal es una experiencia desafiante. Economista y académico de la Universidad de Chicago, Neal —quien la semana pasada estuvo en Santiago como profesor visitante del Instituto de Economía de la Universidad Católica—, cree firmemente en el sistema de educación con subsidio estatal para colegios públicos, privados, religiosos, con o sin fines de lucro. “Lo que sea que funcione”. Aunque dice que es “políticamente incorrecto”, apoya el sistema de vouchers en educación. Sobre la gratuidad en la educación superior, cree que es una pésima idea. “Que los ricos paguen”, dice. Por eso es crítico con algunos de los puntos principales de la reforma educacional chilena.

—Hay alrededor de un 10% de jóvenes que son muy buenos estudiantes y vienen de familias de altos ingresos. Estos estudiantes van a ir a la universidad, se van a graduar, y tienen los recursos para pagar. Podrías usar ese dinero para financiar nuevas facultades, salas, infraestructura, expandir el acceso. Ir hacia la gratuidad de un día para otro aumentará la cantidad de estudiantes. ¿Cómo vas a acomodar esa cantidad de estudiantes sin disminuir la calidad? Tendrás cursos más grandes, ¿cómo vas a evitar bajar la calidad de la instrucción? Podrías tomar ese dinero para mejorar la calidad o para ayudar a que las personas paguen las deudas universitarias.

—¿Propone cobrar de acuerdo a los ingresos de los estudiantes?

—Lo que quiero es dar más ayuda a quienes más la necesiten y tengan habilidades para la universidad.

—¿Cómo hacerlo en una sociedad desigual, donde alrededor de un 10% de los estudiantes pasa de colegios privados a universidades privadas? ¿Qué pasa con el resto?

—Una de las cosas que puedes hacer es que los ricos paguen más y usar el dinero para beneficiar a los que más necesitan a través de vouchers que vayan a colegios básicos y secundarios. En las áreas de la ciudad más pobres, las escuelas recibirán más dinero, y en barrios más ricos, menos.

—¿Financiar con vouchers la educación básica y secundaria?

—Hay que pensar en todo el sistema antes de la universidad. Que a lo largo de todo el sistema los niños paguen más, y tomar ese dinero extra para proveer educación a los más desposeídos. Lo que quieres es una política educativa donde las escuelas en barrios más pobres recibirán más por estudiante. Si tienes una buena escuela en un barrio rico en Santiago, recibirá menos por estudiante, pero los más ricos pondrán la diferencia.

—¿Cómo mueve el dinero desde los más ricos a los demás?

—Cada dólar que la escuela recolecta de una familia rica es un dólar menos que el Estado gasta en esos colegios. Lo que les habría dado el Estado a esos colegios, se lo da a colegios en barrios más pobres. En cualquier escuela que reciba fondos públicos, si el rico paga lo suyo, el gobierno no tendrá que mandar dinero a esos colegios y se lo dará a colegios en barrios más pobres. No necesitas impuestos: deja que los ricos paguen por su propia educación y el gobierno no tendrá que ahorrar ese dinero para sectores más necesitados.

—Pensando en Chile, ¿qué pasa si el dinero que el Estado “ahorra” no es suficiente para financiar la educación de los demás?

—Imaginemos que no es suficiente. Si vamos a dar educación gratuita y los ricos no pagan, ¡tendrás menos que suficiente! Cualquiera sea tu presupuesto, tendrás menos si no dejas que los ricos paguen lo suyo.

—¿Usted plantea que el dinero que el Estado da en forma de vouchers tendrá mejores resultados en un colegio privado que en uno público?

—Creo que una escuela privada ubicada en un barrio más pobre va a perder dinero si los padres sacan a sus hijos; la escuela es responsable ante los padres. Si el colegio municipal se da cuenta de que no importa su rendimiento y los padres no tienen los recursos para influir en ellos, no tienen por qué mejorar.

—En el sistema que se está reformando, los colegios, aunque recibían fondos públicos, seleccionaban a sus estudiantes, ¿Qué opina de la selección?

—Depende de lo estratificada que está la ciudad y de varias otras cosas, pero sí, hay formas de justificar una política como esa. Lo que me parece loco es que, por ejemplo, cada colegio tenga que ser dueño de su edificio y de su terreno para que no vaya a lucrar. Esa idea es loca, porque puedes hacer otras cosas, auditorías, inspecciones para asegurarte de que no haya lucro, si eso es lo que quieres. Lo que es básico en un sistema de vouchers es que si en un área un colegio no está funcionando, pueda surgir uno nuevo y competir con una mejor oferta. Que si un colegio católico, o una organización sin fin de lucro quiere abrir un colegio, no tenga que comprar un terreno. De otra forma habrá una gran barrera para que el sistema de vouchers cumpla su cometido, que es crear colegios allí donde se necesitan.

—¿Por qué cree que Chile se está moviendo hacia estas ideas, entonces?

—No sé. Lo que sé es que, en comparación con América Latina, Chile ha sido muy exitoso en los últimos 32 años. Desde fuera es un poco confuso ver estos movimientos de cambio, cuando el camino que Chile siguió en el pasado funcionó mejor que el de la mayoría de sus vecinos.

—La gente pidió cambios en educación, hubo protestas por las deudas y demandas de mayor calidad.

—Pero mala calidad ¿en relación a qué? Si comparas a Chile con otros países en Sudamérica o países con similares niveles de desarrollo, no creo que el sistema educativo sea malo. Si miras los resultados de las pruebas PISA, en 2012 Chile, en matemáticas, está por sobre México, Uruguay, Costa Rica, Argentina, Perú... Ningún país lo supera. Mi punto es: siempre quieres ser mejor. Pero si se comparan con sus vecinos el 2012, Chile era el país mejor educado en la región. Es extraño que cuando estás haciéndolo mejor que los demás, te muevas hacia las políticas del vecino.

—La OCDE apunta a Chile como el sistema educativo más segregado de la organización. ¿Cómo enfrentaría ese problema?

—Si les preocupa la segregación y quieren hacer una regla para que los colegios no puedan seleccionar a los niños, hagan una lotería para entrar a los colegios, me parece que son medidas inteligentes. Si tienes una buena escuela, quieres que se abra otra buena escuela cerca. Terminar con la selección, hacer que sea fácil abrir nuevas escuelas, esas son formas inteligentes de lidiar con la segregación, y no terminar con un sistema que, de acuerdo a este test, ha producido los mejores resultados de la región. Considerando los vecinos de Chile, y su nivel de desarrollo, uno no podría decir que el sistema educativo chileno es un gran desastre.

“Cuando la gente se entusiasma con las reformas, tiene que pensar que hay dos posibilidades: quizás en 10 años se parezcan a Finlandia, o quizás dañarás algunas de las cosas buenas en la educación chilena, y en 10 años más terminarán parecidos a Argentina. Los cambios drásticos no garantizan que las cosas se harán mejor”.

—Sí existe una demanda por mejorar la educación…

—Cuando la gente se entusiasma con las reformas, tiene que pensar que hay dos posibilidades: quizás en 10 años se parezcan a Finlandia, o quizás dañarás algunas de las cosas buenas en la educación chilena, y en 10 años más terminarán parecidos a Argentina. Los cambios drásticos no garantizan que las cosas se harán mejor. Mirar a sus vecinos debería hacerlos parar y decir: tengamos cuidado con lo que hacemos para preservar lo mejor que tenemos.

—¿Qué rol atribuye a la educación pública?

—Lo que me importa es que la educación tenga financiamiento público, pero no creo que exista razón alguna para que a alguien le importe si la persona que está educando a su hijo es un funcionario público, o un empleado de la Iglesia Católica, o de una empresa de educación, mientras esa profesora trate a los niños bien y tenga buenos resultados. El punto son los resultados. La profesora de tercero básico no tiene que ser una funcionaria pública, tiene que ser una buena profesora. Y tener competencia entre distintas organizaciones para probar que ellas son las que tendrán esas profesoras buenas. Y si una municipalidad tiene una organización y un administrador local que son buenos, también. Lo que sea que funcione.

—¿En qué países funciona ese sistema?

—Tienes el sistema de vouchers en Suecia, Dinamarca, Holanda. Tienes algo parecido o que se mueve hacia este tipo de sistema en el Reino Unido. La diferencia es que en esos países todos los profesores pertenecen al mismo sindicato, sin importar si trabajan en colegios públicos o privados. Eso puede ser problemático, porque el sindicato se puede convertir en el gran proveedor de educación, no se pueden probar nuevas ideas.

—¿O sea, el sistema de vouchers es la tendencia en educación?

—No es la tendencia, ha estado allí y funcionado hace años. No lo llaman un sistema de “vouchers” porque no es... políticamente correcto. Así que sólo tienen una fórmula de financiamiento, donde el dinero está en función de la matrícula, y no es exactamente lineal, no es por cada estudiante. No lo llaman vouchers, pero esos países tienen un sistema de vouchers, igual que el de Chile, excepto por el sindicato de profesores. Y mire sus resultados en educación. Son exitosos.

—Son países que son exitosos en muchas otras áreas también...

—Lo que digo es que funciona. Y nadie diría que tienen una educación segregada.

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