Por Javier Rodríguez A. Abril 29, 2015

Como El Salvador no ofrece muchas distracciones, los jugadores se juntan casi día por medio. La otra opción que tienen es ir a la plaza central, donde están el supermercado y la iglesia. Ahí se topan con  mineros e ingenieros. 

Había expectación por la vuelta de Cobresal al Estadio El Cobre. El temporal no les había permitido entrenar ahí y, según Ibar Rivera, canchero del estadio desde que se inauguró hace 36 años, sólo resistiría un partido. El último. Siete mil hinchas -más que el promedio de 898 espectadores- se vistieron de naranjo y verde para ver a un equipo que se jugaba el campeonato frente a Barnechea.

En Santiago, a la misma hora, la UC festejaba: rápidamente se ponía 3-0 y veía cómo el puntero se caía  frente a un equipo descendido. Pero fue Ever Cantero -el goleador paraguayo alguna vez desechado en el chequeo médico por la UC por su bajo conteo de plaquetas- quien puso el 1-1 y una tranquilidad que poco duró: a los 33’ Barnechea volvía a ponerse en ventaja.

Cobresal logra empatar el partido. En Santiago, Iquique se acerca peligrosamente, hasta que marca el tercero. Cuando quedan nueve minutos, Patricio Polic cobra penal para la UC. Y pasa lo impensado: Cortés tapa el remate de Bottinelli.

Treinta segundos después, se cobra penal en El Cobre. De fondo un lienzo que reza: “El Salvador se  levanta con la fuerza de su gente”.

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Fue el 3 de abril, después de la victoria frente a Colo Colo en el Monumental, que la idea de ser campeones comenzó a parecer real en el camarín de Cobresal.

El norte de Chile había sido barrido y sepultado por aluviones. Esa semana, por razones sanitarias, tuvieron que venirse a Santiago antes de lo programado. Preferían que el agua que trajeran los camiones aljibe se ocupara en satisfacer las necesidades del campamento, más que en las de un equipo de fútbol.  Les tocaba jugar en Santiago, pero no quisieron pedir la suspensión del partido. A pesar de haber tenido que parar de entrenar dos días. Independientemente de que se estuvieran duchando con bidones debido al corte del suministro de agua potable en el campamento. Llevaban cinco días sin agua y, si bien en El Salvador el temporal no provocó una tragedia, como en Llanta, Tierra Amarilla o Diego de Almagro, los problemas surgieron. El capitán Johan Fuentes fue uno de los primeros en agarrar la pala para ayudar a su vecino, que veía cómo el agua y el barro entraban sin pedir permiso por la puerta de su casa.

El martes 31 de marzo llegaron a Santiago para preparar el partido contra el equipo que, quizás, mejor se había reforzado para este campeonato: Colo Colo, cuyo jugador mejor pagado, Humberto Suazo, gana poco más de la mitad de lo que cuesta la planilla mensual de Cobresal: $80 millones.

De todas formas, no fue una decisión fácil.

“Nos sentíamos abandonando el barco. Cobresal es un equipo chiquitito, donde nos conocemos todos. Nos sentíamos parte de la catástrofe y queríamos ayudar”, cuenta Johan Fuentes.

Ante un estadio Monumental lleno, lograron darle vuelta el partido a Colo Colo con un golazo de  Matías Donoso.

Ser campeones parecía un objetivo muy distante al de principio de campeonato: lograr los 24 puntos que les permitieran mantenerse en primera división. Eran punteros luego de haber estado dos veces a punto de descender en los últimos dos años.

Tras la tragedia en el norte, el sentido común aconsejaba hacer una pausa. Pero hicieron lo contrario. Aceleraron. “No podíamos suspender el partido. Era la única forma de decir que éramos capaces de salir adelante, a pesar de todo lo que habíamos pasado. Jugamos pensando en darle una alegría al norte. Más que los tres puntos, lo que importaba era darle fuerza a la gente de Copiapó y Atacama. Queríamos demostrar que nos podíamos levantar, tal como ellos”, explica su arquero, Nicolás Peric.

Este viernes 1 de mayo los jugadores cumplirán un mes en Santiago, interrumpido solamente por los tres días que estuvieron en El Salvador, la semana pasada. Los que habían vivido en la capital, tenían familiares o amigos, se quedan en sus casas. Los demás, duermen en el Hotel Gen, en Portugal con Santa Victoria.

“LO QUE NO MATA, FORTALECE”
“¡Pero si estos vasos de mierda están con hongos!”, dice Nicolás Peric, bromeando. Está terminando uno de los últimos entrenamientos en Quilín, en la canchas de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, antes del trascendental partido contra Barnechea, y el “Loco” mira su vaso de cartón con desdén, antes de sacar bebida isotónica de un bidón. Afuera, los espera un grupo grande de periodistas, como nunca antes. Hay ansiedad, y ellos lo admiten. Para paliarla, el club les puso un psicólogo y clases de yoga.

Porque, aparte de lo difícil de la vida en El Salvador, el último mes agregaron la presión de pelear por el campeonato y de tener que dejar sus casas producto del temporal.  “Es duro vivir en el campamento. La gran mayoría de los trámites no los puedes hacer allá. En el caso de un problema médico mayor, uno tiene que ir a Copiapó, a dos horas en auto”, dice el arquero, que antes fue campeón con Argentinos Juniors.

Las casas donde viven los jugadores son todas de Codelco. Cuando Peric llegó al norte, se dio cuenta de que no estaban en las mejores condiciones y, junto a sus compañeros, las arreglaron. Debido a que El Salvador no ofrece muchas distracciones, se juntan casi día por medio. La otra opción que tienen es ir a la plaza central, donde están el supermercado y la iglesia. Ahí se topan con mineros e ingenieros. Tanto contacto hace que, a diferencia de cómo funciona en cualquier otra ciudad, ya nadie les pida fotos ni autógrafos, porque pasan a ser uno más en el desierto. 

“Igual de repente se siente un rechazo, sobre todo de parte de algunos ingenieros y gerentes de Codelco. No nos saludan y después nos putean en el estadio”, explica Fuentes.  Peric, disiente. “Hay un respeto absoluto. Lo que pasa es que el Johan es tan rechico que cualquiera le puede echar la choreada”, dice riéndose.

Quien los dirige y vive en una de las antiguas casas del “barrio americano” del campamento es el argentino Dalcio Giovagnoli. “A pesar de lo difícil que es estar allá, paradójicamente debimos que luchar contra el desarraigo, porque muchos de los jugadores tuvieron que sacar a sus hijos del colegio. No fue sólo una cuestión deportiva. Pero eso parece que nos fortaleció. A partir de ahí comenzamos todos los entrenamientos gritando: lo que no mata, fortalece”, explica.

El desarraigo no sólo los complicó emocionalmente, sino también en lo económico: una de las razones por las que el equipo minero subsiste es debido a su orden financiero. Y esta venida a Santiago no estaba contemplada en su acotado presupuesto, gasto que buscan solventar con los ingresos que entrarán por el último título obtenido.

UN CLUB BOUTIQUE
Si bien Cobresal está acostumbrado a pelear los puestos de descenso, siempre sale nombrado dentro de las listas de equipos ordenados, a pesar de ser uno de los pocos que mantienen el antiguo modelo que condujo a la quiebra a la U y a Colo Colo, antes del boom de las sociedades anónimas deportivas: el de corporación sin fines de lucro.

“Al no tener fines de lucro, podemos reinvertir todos nuestros ingresos en el desarrollo del equipo. Así es como solventamos el fútbol joven, y así queremos proyectarnos en el largo plazo”, explica su presidente desde hace tres años, Sebastián Moreno.

A pesar de lo que se cree, su existencia no depende exclusivamente de Codelco. Con la principal empresa minera de Chile tiene contratos comerciales: uno de auspicios y otro que dice relación con los servicios de bienestar y esparcimiento que el club les brinda a los habitantes del campamento. El resto, lo cubre con sus otros auspiciadores, las platas que entran por el Canal del Fútbol, y las cuotas que, sagradamente, pagan sus 1.600 socios quienes, a diferencia de otro equipos, no gastan sólo por ver al equipo domingo a domingo: al depositar su cuota, tienen acceso a todas las instalaciones de Cobresal, a la usanza de los clubes deportivos argentinos y como alguna vez ocurrió en Chile. Así, afirman ellos, buscan generar comunidad.

 “La idea es entregar un modelo de administración que permita convertirnos en un club boutique. Donde las cosas funcionen a la perfección y que los pocos recursos que tiene, los maximice de la manera más eficiente. Basado en la estructura de fútbol joven, en la generación de nuevos auspiciadores, recursos y una correcta y eficiente administración”, dice Moreno.

Juan Silva, su gerente técnico, se toma el futuro con calma. “El tema de sacarle el mejor provecho a nuestros recursos te obliga a reinventarte año a año. Es nuestra impronta. Convivimos con la reinvención permanente. Porque, si no, nuestro techo siempre habría sido no descender y nos hubiéramos conformado con eso. Así van apareciendo nuevos desafíos. Otros les hacen el quite. Para nosotros la Copa Libertadores representa eso”.

En 2011 se planteó el cierre del campamento El Salvador, pero desde Codelco afirman que la idea está descartada. “Nosotros estamos comprometidos con la División Salvador y, por lo mismo, estamos haciendo los cambios necesarios para convertirla en una operación competitiva. Respecto del futuro, existen razones para ser optimistas: El Salvador cuenta con el proyecto Rajo Inca, que se encuentra en fase de prefactibilidad, que prolongaría la vida útil de la división y, por ende, del campamento”, explica Nelson Pizarro, presidente ejecutivo de Codelco.

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Matías Donoso toma la pelota, consciente de que en sus pies está la responsabilidad de marcar el gol más importante en los 36 años de historia del  equipo minero. Le pega pifiado, pero con el alma. Gol. Y Cobresal está a minutos de ser campeón. Se acaban los partidos. Los jugadores se abrazan y se alistan para dar una vuelta olímpica que, antes de empezar el campeonato, nunca estuvo en sus cálculos. Los hinchas invaden la cancha. En Santiago, un grupo celebra en Plaza Italia. Deben ser una veintena. Los custodian diez carabineros.

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