Por Paulo Ramírez Agosto 21, 2014

“Migraciones en Chile: oportunidad ignorada”. Así se llama un libro, próximo a publicarse, escrito por el ex canciller Hernán Felipe Errázuriz y el investigador de Libertad y Desarrollo Álvaro Bellolio. El título contiene un mensaje que en el texto es mucho más explícito: que sabemos poco acerca de los inmigrantes, que los tenemos olvidados, que se trata de un fenómeno mucho más positivo que negativo y que por todo eso estamos perdiendo una gigantesca oportunidad de empujar nuestro desarrollo.Hay que abrir las fronteras, pero hay que hacerlo bien.

“La inmigración es buena y puede ser mejor”, dice Errázuriz. “Lo que queremos transmitir es que hay un montón de mitos en esto, como por ejemplo que los inmigrantes son una carga para los países: la verdad es que son mucho más jóvenes, más emprendedores, tienen mejor salud, tienen mejor educación, niveles de pobreza un tercio menores… Hay que decir que la inmigración es buena, y hay pruebas de eso. No sólo por la contribución demográfica, sino por el aumento de la productividad del país”.

En el prólogo del libro, Álvaro Vargas Llosa subraya la paradoja de muchos liberales de estos días, que le dan la espalda a la realidad: que la inmigración no achica el tamaño de la torta económica ni destruye empleos. “Parece mentira, pero a muchos liberales de este mundo les resulta imposible aceptar (...) esto y prefieren renunciar, cuando se habla de inmigración, a los valores de la libertad individual, el intercambio libre y la propiedad privada, delatando atavismos colectivistas y nacionalistas, estatistas e intervencionistas no muy diferentes de aquellos que desprecian en sus adversarios cuando se trata de otros asuntos”.

Chile sigue siendo un país de baja inmigración: 2,5% de la población comparado con un promedio mundial de 3,1%.“¡Pero, ojo, que el promedio de los países desarrollados es de 10% y más!”, dice Errázuriz. Bellolio explica que “las razones que llevan a una persona a migrar son las diferencias de ingreso y la estabilidad del país, tanto social como política. Históricamente Chile ha sido un país de emigrantes, pero hoy esa tendencia se está revirtiendo, y nuestra proyección es que habrá un momento en que la inmigración en Chile va a considerar un porcentaje importante de la población”.

-Chile tuvo un período en que estuvo abierto a la inmigración, a fines del siglo XIX y principios del XX…

-Hernán Felipe Errázuriz  (HFE): ¡No, no, no…! No es así. Hay mucho cinismo en esto. Chile fue un país cerrado a la inmigración desde los españoles, que sólo permitían ingresar a los de las colonias. Hubo momentos en que se abrieron oficinas de inmigración y se mandó gente, como Vicente Pérez Rosales, a buscar inmigrantes. En general, aquí se ha hablado siempre a favor de la inmigración, pero ha habido instrucciones no escritas, como que no entren los asiáticos, a lo largo de la historia: eso es un dato, es una realidad.

-¿Y en qué se manifestaban esas reglas no escritas?
-HFE: ¡En que no entraban! Qué curiosidad: los japoneses y los chinos fueron a dar a Perú o a Brasil y no a Chile. ¡Porque aquí no los dejaban entrar! Nuestra realidad ha sido de exclusión de los inmigrantes con algunas excepciones. Y la inmigración selectiva ha sido episódica y, en los últimos años, inexistente.

-¿Entonces es una historia de política inmigratoria restrictiva con episodios de inmigración selectiva?
-Álvaro Bellolio: Sí, en algunos casos se trató de parchar, por así decirlo, con alguna amnistía, pero una solución definitiva sobre el tema migración no existe. Hoy se ve que el impacto de los migrantes en los temas de construcción, servicios, calificados y no calificados, salud pública, con muchos doctores que son de origen ecuatoriano, por ejemplo, muchos peruanos en la construcción, en la minería, en servicios domésticos, profesionales argentinos en las comunicaciones y publicidad, españoles en la educación superior. Se han ido adaptando muy bien a las necesidades del país.

-¿Cuál es la dificultad de abordar este tema como un todo?
-AB: El hecho de ser un fenómeno multivariable. Un ejemplo: el proyecto de ley que envió Sebastián Piñera está firmado por diez ministros. Va a pasar por muchas comisiones. Tiene casi 80 artículos, es muy complejo.
-HFE: Durante mucho tiempo se ha tenido una mirada asistencialista hacia la inmigración. Las cosas que están preocupando hoy al gobierno son muy menores, y fáciles de arreglar: la entrada de los niños al colegio, por ejemplo. Hay también una cierta intolerancia de la gente hacia los inmigrantes, pero eso es totalmente distinto a la hora de considerar los beneficios a los inmigrantes: en un 70% o más la gente dice que por supuesto tienen derecho a ir a las escuelas públicas, que por cierto tienen derecho a la vivienda, que deberían tener derecho a la salud.

-Ustedes proponen una política de inmigración libre pero con selección…
-AB: La idea es tener fronteras abiertas en el sentido de no impedir el libre acceso. Lo que proponemos son premios, generando incentivos para que las renovaciones de visas tengan ciertas prioridades según algunos criterios. Pero no poniendo barreras a la entrada, sino a la renovación de visas, que es lo que hacen, por ejemplo, Canadá o Nueva Zelandia. Son países que tienen una inmigración muy importante, allá los inmigrantes son una parte muy dinámica de su economía, y gracias a ellos han solucionado temas de capacitación, de empleo en áreas donde no existía suficiente oferta, natalidad…

-¿Cuáles son los criterios para esos incentivos? ¿El origen nacional es uno de ellos?
-HFE: No, en absoluto. El criterio está dado por los requerimientos del mercado del trabajo en aquellas áreas que el país no puede cumplir. Pero hay que ser muy claro: tener inmigración libre para un país que no controla sus fronteras es un sueño. Porque no me vas a decir que en Chile hay control de fronteras. Recién hay un plan llamado Frontera Norte, que abarca unos 800 kilómetros de los 5 mil y tantos que tenemos. Eso lo sabemos por el narcotráfico.

-¿Y es indispensable un mejor control fronterizo para pensar en una nueva política migratoria?
-HFE: Sí, pero es muy difícil de lograr: el ente migratorio de Estados Unidos tiene miles y miles de funcionarios, muros de seis metros en la frontera, con perros vigilando, con toda la plata del mundo. ¡Igual los gallos entran! Lo del control de las fronteras tiene mucho de sueño. Y es la excusa de la gente antiinmigración de Estados Unidos cuando se va a discutir la ley. Dicen: primero, cerremos la frontera; después veamos lo que haremos.
-AB: Lo que es un hecho es que los países que tienden a tener más estado de bienestar o un avanzado sistema de beneficios sociales, tienden a ser, al final, los países que son más restrictivos con la migración, los que ponen más trabas y problemas. En esos países, los requisitos para poder entrar son tales, que la posibilidad de que alguien efectivamente vaya a poder ocupar esos beneficios es muy baja.

-Ustedes mencionan el caso de Holanda, que tiene unos requisitos tremendamente exigentes para entrar…
-AB: Claro, exigen un magíster o un doctorado para poder entrar, y no de cualquier universidad, sino de una de las 200 mejores del mundo. ¡Nadie que haya estudiado en una universidad chilena puede entrar!

-¿Y logran ese control? Porque al mismo tiempo uno ve que Holanda está lleno de inmigrantes…
-HFE: Es que la pregunta es otra: una persona con buena formación, seria, con una idea para desarrollar, no va a entrar a Chile por Tambo Quemado. Una persona de esas características quiere llegar como la gente. Quiere que el país le dé una visa rápidamente y al país le interesaría que ese gallo entre. Pero estamos en el mundo al revés: la gente entra de forma indocumentada y al poco rato, como empiezan a ser tantos, cada cierto tiempo sale un reglamento, un decreto del ministerio, que les da amnistía.

-¿La gran mayoría de los inmigrantes que están entrando son indocumentados?
-HFE: Indocumentados o con visa de turista que rápidamente queda vencida. Pero pasan cosas absurdas, y todos los días: llega al aeropuerto una persona que quiere entrar por cuarta vez en el año. “¿A qué viene?”. “A supervisar la instalación de una turbina en una empresa eléctrica”, por ejemplo. “¿Y su contrato de trabajo?”, le preguntan. “No lo tengo”. ¡Y lo ponen en el siguiente vuelo y lo echan del país! Eso pasa todos los días, no se me ocurrió a mí.
-AB: Si uno quiere venir a Chile y hacer una inversión o aportar en un cambio perfectamente se le podría dar una visa de turista por 10 años, algo que muchos países hacen.

-¿Cuál es el tipo de inmigrantes que no necesitamos?
HFE: ¡Lo que no necesitamos son delincuentes! Y no hay control de la frontera. La pregunta es qué necesitamos más. Hay que hacer lo que se hace en Nueva Zelandia, en Canadá. Ellos saben lo que necesitan en su mercado del trabajo. El tipo que viene para lo que falta, bienvenido, y le dan toda clase de facilidades; no exigen contratos ni que se garantice el regreso, que tenga que reestudiarse su situación cada cierto tiempo.

-¿Y sabemos a quiénes necesitamos?
-HFE: Más o menos. Sabemos que necesitamos buenos profesores, sabemos que no hay médicos especialistas suficientes.

-¿Qué hacer con los indocumentados?
-HFE: Hay que preocuparse de los inmigrantes pobres, como de cualquier ser humano. La Constitución no distingue entre chilenos y extranjeros. Como decimos en el libro: hay que tener un enfoque respetuoso de los derechos humanos y un enfoque sobre las necesidades económicas y demográficas del país.

-¿Con el que llega con una mano por delante y una por detrás también?
-AB: La gracia es tener fronteras libres, generar ciertos incentivos para la renovación de estadía, pero que sea flexible y razonable, sin generar discriminación negativa ni positiva: están en Chile y hay que darles a todos las mismas condiciones. Pero ése no es el problema de hoy en Chile: el inmigrante tiene un nivel de escolaridad más alto que el chileno, tiene mayor disposición para trabajar, independiente del área; es más joven, tiende a tener una buena salud. El migrante que llega a Chile no es de pobreza extrema. El migrante ya tiene ciertas condiciones por el simple hecho de que migrar es un emprendimiento en sí mismo. Y llegan con conocimiento, escolaridad y condiciones que son positivas para Chile. La inmigración es buena, independientemente de si se trata de doctorados que llegan a hacer clases a la universidad o de personas que vienen a trabajar a la agricultura o en la minería y los servicios de distintas áreas. Fronteras abiertas, criterios de incentivos futuros, pero también contratos más flexibles: hoy contratar a un extranjero para que venga a trabajar a Chile es muy difícil. Se necesita un pasaje de vuelta por si termina el contrato. Tienen que estar todos los papeles notariales de su país. No puede hacer el trámite desde acá teniendo visa de turista, tiene que volver a salir.
-HFE: Los países desarrollados han aprovechado a los inmigrantes al máximo. Los gringos se trajeron a la mitad de los científicos rusos cuando cayó la Unión Soviética, lo mismo con Yugoslavia. Nosotros dejamos pasar todas esas oportunidades. Eso no se debe repetir nunca más.

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