Por Sabine Drysdale Agosto 14, 2014

© Marcelo Segura

"El Estado debe crear condiciones para tratar de nivelar la cancha, pero no bajar de los patines a los que están bien encaminados, como sugiere el ministro de Educación, y nivelar hacia abajo. Ése es un disparate fundamental, de fondo"

"No sé cómo hubiera sido, no tolero mucho a la gente vaga e incompetente, así que a lo mejor no habría sido un buen político"

Al final de esta entrevista, tras haber disparado contra el gobierno, contra los políticos y contra el sistema, tras haberse quejado amargamente por los malos tratos que, según él, reciben los empresarios de parte de la opinión pública, de los medios de comunicación, y de la sociedad en general, José Antonio Guzmán pedirá: “Ponga al comienzo, y en forma destacada, que yo no represento a nadie, a nadie más que a mí mismo”.

El hombre que está sentado en esta oficina chapada en madera, con algunas fotos familiares, diplomas y una gran cruz colgada tras el escritorio, setenta y dos años, casado, tres hijos, varios nietos, aficionado a la guitarra y al canto, hombre de derecha, ex presidente de sindicato y político frustrado, quien fuera uno de los más importantes líderes gremiales presidiendo la CPC, la Cámara de la Construcción, y empresas tan distintas como Enersis, Inacap, y hasta hace poco la AFP Habitat, es hoy solamente un empresario más del rubro de la construcción. Y así, despojado de los cargos, de los roles, sin miedo a enemistarse con el poder, ni con sus pares, abre el naipe. El de esta entrevista es el José Antonio Guzmán real, sin filtros ni ataduras:  “Hoy puedo hablar con entera libertad”.

-Su sector político, ¿qué le parece?
-Qué quiere que le diga.

-No puso una cara muy positiva.
-Usted me ve la cara, yo no me la veo -dice riendo-. No lo han hecho bien, quedó de manifiesto en las últimas elecciones. Pero creo que si se ofrece un plan coherente con los principios básicos que siempre ha defendido la derecha, que son la libertad de las personas, creo que sí podría recuperar mucho apoyo. Yo creo que  la mayoría de los chilenos, pese a todo, son partidarios de las libertades.

-Usted dijo que le extrañaba que se valorizara tan poco el libre mercado.
-Me extraña porque el sentido común me dice que desde que se empezó a aplicar ese sistema en Chile, el país ha progresado enormemente.

-El crecimiento no les llega a todos.
-Pero le llega a mucha más gente que antes. Hay mucha pobreza todavía, pero no me cabe duda que el país ha progresado con ese modelo. Tengo la más absoluta convicción de que la única manera de que un país progrese es con un sistema de mercado, dándole rienda suelta a la iniciativa privada, individual. Por eso que me rebela mucho cuando hay empresarios medios pillines que con sus acciones ponen en riesgo el modelo en el cual yo sigo creyendo.

-Entonces, las reformas que está impulsando el gobierno actual deben horrorizarlo.
-Estamos retrocediendo. Me da pena por los empresarios, por el esfuerzo que hacen, que estén siendo desprestigiados en circunstancias que son el motor del desarrollo del país. Y me da pena que el país se deje seducir por una sonrisa y con eso retroceder, como lo estamos haciendo ahora.

-¿Con la sonrisa se refiere a la presidenta?
-Eso, póngalo usted. Pero yo noto que hay un intento deliberado por tratar de regresar al Estado benefactor, al Estado que  resuelve todo, que piensa por uno, que hace por uno.

-En educación, por ejemplo, el libre mercado ha permitido libertad para elegir una carrera, pero también que existan carreras que no sirven para nada.
-Sin duda.

-¿Y eso sería una falla del libre mercado?
-Puede ser una falla de muchas cosas, una falla de la ética, de la información, pero no una falla del mercado. El mercado ofrece lo que la gente está dispuesta a comprar.

-Los créditos universitarios con aval del Estado, que resultaron un escándalo, se regularon por el mercado.
-No es así, se lo digo con propiedad  porque participé en la primera comisión que se creó para administrar el crédito universitario en el gobierno de Lagos, cuando yo era presidente de Inacap. Y esa idea, y la estructura, fue una iniciativa del Estado para permitirles a más jóvenes acceder a la educación superior.

-Resultó ser un negocio para los bancos, finalmente.
-Pero eso no es culpa del mercado. El mecanismo de crédito universitario yo lo encontraba absolutamente absurdo, o sea impagable. Eran las tasas de mercado del momento, que estaban altas, estábamos saliendo de la crisis asiática.

-¿Le daban dolor de guata?
-Me daban dolor de guata, por una parte, y por otra parte la certeza que no  iban a poder ser cumplidas.

-¿Les está fallando el dolor de guata a los empresarios?
-No sé, eso no lo atribuyo a un abuso empresarial, como sí ha ocurrido en otros casos. Pero creo que gran parte del malestar respecto de la educación, y que ha gatillado otras cosas, se debe al tema del  crédito universitario. De repente la gente, los padres, los universitarios tomaron conciencia de que estaban pagando una suma ridícula  por estudiar, y a veces cosas que no servían para nada.

-¿En el fondo, usted no condena que eso exista, sino que es problema de quien lo elige?
-Lo importante es que haya información, por supuesto, que haya ética en las cosas que se ofrecen. Yo particularmente estuve 18 años  como presidente o vicepresidente de Inacap, y estoy orgulloso de haberles abierto oportunidades de estudios superiores a jóvenes de clase media y baja del país, y estudios  tendientes a lograr un empleo real. Que haya habido otros que crearon otro tipo de carreras para profesiones que a lo mejor no  iban a tener empleabilidad...

 

-¿Sería una estafa?
-No es una estafa. Es principalmente una gran falta de información. Vuelvo a un elemento central: respetar la libertad que tienen las personas de elegir.

-¿Tienen libertad para elegir los que no han recibido una educación de calidad?

-Quizás no toda la que se requiere, estoy seguro de que es así, de que no tienen todas las libertades, muchas veces no tienen las alternativas para elegir, tienen una sola opción.

-En ese sentido, se habla de que el Estado debe “nivelar la cancha”.
-No. El Estado debe crear condiciones para tratar de nivelar la cancha, pero no bajar de los patines a los que están bien encaminados, como sugiere el ministro de Educación, y nivelar hacia abajo. Ése es un disparate fundamental, de fondo. Y me da pena el país porque el gobierno propicia este tipo de cosas.

-Nicolás Eyzaguirre habló de “desmercantilizar la educación”.
-Un disparate. No por desmercantilizar per se, pero estigmatizar a las personas que le dedican su vida a enseñar, y que tienen un colegio, y que tienen un ingreso por eso, y que viven de eso, y calificarlos de aprovechadores, lo encuentro un disparate.

UN LÍDER SINDICAL
José Antonio Guzmán empezó en los negocios desde niño: compraba los sacos de cemento vacíos en las construcciones, los convertía en bolsas de papel y las vendía en panaderías y verdulerías. También compraba y vendía quesos y huevos al por mayor para revender en el barrio en bicicleta. Su lado empresarial no viene de su padre Alfonso, que era empleado bancario, sino que de su madre, María Matta, una dueña de casa que buscando aumentar el modesto presupuesto familiar inventaba emprendimientos donde fuera. Ya de más edad se pasó al negocio del corretaje de propiedades, en lo que le fue bastante bien. Vivían en la calle Brasil y estudiaba en los Padres Franceses. Ahí, cuenta, fue dirigente desde niño. Todo se inició a los seis años cuando una profesora le pidió que dirigiera el coro. “Acepté. Y desde entonces seguí toda mi vida siendo director de algo”, dice riendo. José Antonio Guzmán toca la guitarra y canta tangos y las canciones de la misa: “Ayer estábamos con mi señora en misa y me puse a cantar. Y mi señora me decía: ‘Sigues cantando bien’. A lo mejor ése es mi destino final, ser cantante”, dice. A diferencia de su mujer, Eugenia Cruzat, y de su hijo José Ignacio, numerario y rector de la Universidad de los Andes, no pertenece al Opus Dei.

-¿Usted no tiene parroquia?
-No, no tengo, porque me gusta ser más libre para decidir. Pero es una institución que me merece profundo respeto y admiración por lo que hace.

Estudió Ingeniería en la Universidad de Chile y partió trabajando como topógrafo. Tras egresar entró como empleado a la Compañía General de Electricidad (CGE), donde estuvo ocho años. “Una gran escuela, pero no iba con mi espíritu emprendedor”. Entró previo a la Unidad Popular, cuando la mayoría de los empleos los daba el Estado. “Existían pocas posibilidades de independizarse y menos si uno tenía menos de medio centavo de capital. Pero fui  presidente de uno de los sindicatos de la compañía”.

-¿Por qué derechos luchó?
-Cuando me eligieron presidente del sindicato, el gobierno de Allende quería estatizar la compañía, y los trabajadores, que en su mayoría eran bien izquierdistas, no hallaron mejor forma para defender sus intereses que elegir a un momio.

-¿Siempre fue momio?
-Desde chico. Ni siquiera con la Nueva Ola, ni siquiera ahí cambié de opinión.

A su mujer la conoció cuando terminaba la universidad. “Yo era una gran organizador de paseos, y en uno de esos paseos apareció. Este año cumplimos 48 años de casados, me quedan dos para los cincuenta... si es que llego”.

-Está fatalista.

-Es que uno con la edad se pone más fatalista, las personas se mueren de un día para otro.

José Antonio Guzmán sobrevivió a un cáncer, pero dice que no quiere dramatizar, que ya lo resolvió médicamente y que la experiencia no lo cambió. “Dios sabrá cuándo se lo lleva, uno tiene que seguir haciendo las cosas que tiene que hacer. En mi lápida podrían poner: ‘Hizo lo que tenía que hacer’”. Se ríe. También sobrevivió a varios bypass, que sí tuvieron consecuencias, ya que frustraron su carrera política. Corría 1997 y había aceptado ser candidato a senador por Antofagasta por la UDI y RN, quiso hacerse unos exámenes médicos para asegurar que estuviera todo bien, pero terminó en el quirófano. “Estaba listo para el infarto”. Cree que hubiera salido elegido. “Pero no sé cómo hubiera sido, no tolero mucho a la gente vaga e incompetente, así que a lo mejor no habría sido un buen político”.

Por las noches, José Antonio Guzmán se entretiene escribiendo sus memorias, lleva unas cien páginas de un libro que aún no titula. “Es una pretensión de dejar en blanco y negro lo que ha sido mi vida, para mis nietos, para los más cercanos, no es para la opinión pública. Lo que estoy haciendo es casi un  informe de mi pasada por esta tierra, no pretende ser más que eso”, dice el empresario, que este mes recibirá el premio al “egresado destacado” de la Escuela de Negocios de la Universidad de los Andes, donde hizo un programa de Senior Management.

Un capítulo que sin duda quedará inscrito en su historia  fue el discurso que dio sobre gobiernos corporativos en el seminario KPMG en abril pasado, donde acusó la existencia de “empresarios descontrolados por la codicia”. Se preocupó de individualizarlos: La Polar, el cuestionado aumento de capital de Enersis y el caso cascadas. José Antonio Guzmán los culpa de haber sembrado un manto de desprestigio sobre todos los empresarios y con ello poner en riesgo el modelo libremercadista.

-¿Se ha abusado del modelo?
-Por supuesto que se ha abusado y lo he denunciado. Yo soy partidario del sistema y evidentemente del lucro, pero siempre realizado en forma que no perjudiquen a terceros, que no abusen de los terceros, porque ponen en riesgo la estabilidad del sistema. La actitud de unos pocos pone en riesgo el trabajo que hacen cientos y miles de empresarios en Chile que lo hacen bien, honestamente.

Siendo presidente de la AFP Habitat, José Antonio Guzmán suspendió las operaciones con LarrainVial, debido a que uno de sus socios, León Vial, está siendo investigado por la justicia en el caso Cascadas.

-Eso le tiene que haber traído costos sociales.
-A mí, ninguno. De mi discurso en KPMG, que fue durísimo, no recibí ningún reproche ni escrito, ni verbal, por el contrario, cientos de mensajes de apoyo por lo que había dicho. No es que crea que no existan. A mucha gente no le debe haber gustado, pero a mí nadie se atrevió a decírmelo.

-¿Es muy tentadora la codicia?
-Por supuesto que es tentadora.

-¿Cómo se controla?
-Lo primero es por la formación ética. A eso apunta mi discurso, a la responsabilidad que tienen los propios empresarios con el sistema económico, con el sistema que ellos defienden. Pero se está creando un clima en que ser empresario es pernicioso para el país. Yo creo que una de las grandes virtudes que tuvo el régimen económico que impuso el gobierno militar fue el despertar la seguridad de los chilenos en sí mismos. Los chilenos  mirábamos con envidia a los argentinos, estoy seguro de que muchos jóvenes no los envidian nada. Los jóvenes quieren oportunidades, ser independientes, dar libre expresión a su creatividad, tener más libertad y eso es una gran virtud del modelo.

-Y por qué entonces este malestar general.
-Este malestar, en parte, es que porque existen desigualdades, y cómo podría no haberlas. Y es posible que sea una de las razones del malestar. Pero los que andan en la calle protestando, no son los desiguales, son otros sectores que, aprovechándose de algunos casos, tratan de retroceder hacia una intervención mayor del Estado, porque les da la posibilidad de un control político mayor.

-Cuando se sube por la Costanera Norte hacia La Dehesa, hay un reflejo visual de la desigualdad. A la izquierda del río están las concesionarias de autos de lujo y a la derecha un campamento de extrema pobreza.
-Yo vivo más acá.

-Alguna vez subirá.
-A ver a mis nietos. Lo encuentro desastroso. Y eso refleja la incompetencia del Estado, que no ha resuelto ese problema. Ése no es un problema del sector privado. 

-¿No se han defendido bien los empresarios en esta pasada?

-No nos hemos defendido bien. Los empresarios no han sabido comunicar bien cuál es su aporte y es lamentable. Hay tantos campos en que los empresarios hacen mucho, sin embargo la sociedad no nos aprecia. Veo ahí una incoherencia y hay que tratar de remediarlo. Nos ven en un sitial distante. Hay que bajar un poquito del pedestal.

-¿Eso tiene que ver con ...?
-¿Soberbia? No. Es un poco anacrónico situarse en un pedestal inaccesible. Y los medios de comunicación hoy día son esencialmente antiempresariales. Lea usted las noticias y rara vez se publica una que pueda decirle al lector qué bien lo están haciendo los empresarios. 

-¿Se sienten humillados?

-Yo no diría que humillados, si no es fácil humillar a los empresarios.

José Antonio Guzmán se ríe a carcajadas.

-Lo que sí, ponga al comienzo, y en forma destacada, que yo no represento a nadie, a nadie más que a mí mismo.

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