Por Ana María Sanhueza Julio 24, 2014

La muerte de Matute es uno de los pocos casos que en su carrera como detective Arenas no pudo probar judicialmente. “Pero mi hipótesis sigue vigente: que a Jorge Matute lo golpearon afuera de la discoteca y lo hicieron desaparecer. Eso no ha cambiado en nada”, dice hoy.

Es diciembre de 1999 y el estudiante de Ingeniería Forestal de la Universidad de Concepción, Jorge Matute Johns (23), llevaba un mes desaparecido. Hasta entonces, el caso estaba a cargo de detectives y carabineros de la Octava Región, pero el rumor de que la madrugada en que se perdió el rastro del joven desde la discoteca La Cucaracha había policías involucrados  -lo que después fue descartado-, cambió el rumbo de la investigación. Fue esa la razón por la cual Héctor Arenas, entonces comisario de la Brigada de Homicidios Metropolitana de la PDI, fue enviado por el alto mando a la zona a trabajar en el sitio del suceso.

Cuando llegó a Concepción, Arenas ya tenía experiencia en investigar a policías. Meses antes del caso Matute, junto a su equipo había resuelto en 46 días la muerte en una protesta del estudiante de la Universidad de Tarapacá, Daniel Menco, asesinado en Arica de un disparo de escopeta por un carabinero. En los años 90 había participado en la detención, en Paraguay y Argentina, respectivamente, de dos agentes clave de los organismos de inteligencia del régimen militar: Miguel Estay Reyno, el Fanta, uno los autores del caso Degollados, y de Enrique Arancibia Clavel, el ex agente de la Dina involucrado en el atentado al general Carlos Prats y su esposa en Buenos Aires en 1974.

Pero la llegada de Arenas a Concepción estuvo lejos de ser tranquila. Al contrario. No sólo provocó resquemores entre los policías de la Octava Región -algunos de ellos, incluso, de mayor rango que él-, que lo vieron como un interventor. También, poco a poco, gatilló que la investigación del sitio del suceso cambiara el foco de las pesquisas: mientras Carabineros durante años sostuvo la tesis de que la desaparición de Jorge Matute ocurrió dentro de la discoteca y apuntaban sus sospechas hacia los guardias y al dueño de La Cucaracha, Arenas y su equipo -ocho detectives que llevó desde Santiago- levantaron una hipótesis contraria: que los hechos ocurrieron en el estacionamiento del local.

Parte de esa hipótesis, en la que Arenas insiste hasta hoy, y que llevó a que en 2001 la jueza Flora Sepúlveda procesara a siete jóvenes por obstrucción a la justicia -todos ellos serían sobreseídos en 2005-, es la que reiteró hace una semana en su declaración ante el entonces ministro en visita del caso, Jaime Solís. En ella, el ex policía insistió en que esa noche hubo dos peleas en el  estacionamiento de La Cucaracha: “Una en la que participaron varios de los ex procesados contra un artesano y otra en que uno de ellos agredió a otra persona, que luego arrancó hacia unos matorrales. A nuestro juicio, ese joven habría sido Jorge Matute”.

Los dichos de Arenas provocaron un nuevo terremoto en la causa, reabierta en enero. En su declaración  de la semana pasada, el ex comisario reiteró el nombre de un joven, cercano en ese entonces a los ex procesados, y que años atrás había sido testigo clave en el proceso: Farid Harún, quien resultó ser el yerno del ministro Solís, lo que obligó al magistrado a  inhabilitarse del caso el martes pasado. Se había casado con su hija en 2013.

Mientras investigaba para la jueza Flora Sepúlveda, Arenas cuenta que Harún declaró -ante él y la magistrada- haber sido testigo ocular de ambas peleas. “Farid Harún es quien describe y observa desde su jeep la agresión al artesano y señala que, simultáneamente, una persona, a la que identifica con nombre y apellido, agrede a otra, que sale corriendo hacia el sector de unos matorrales”, explica el ex policía. Y agrega: “No fue procesado porque se estimó que él era testigo y no agresor. El problema es que ninguno de los testigos que observa este incidente es capaz de indicar que la persona que arranca es Jorge Matute Johns. Esto, porque quienes lo conocían estaban dentro de la discoteca y no vieron lo que ocurrió afuera”.


EL EXPEDIENTE ABIERTO

La muerte de Jorge Matute Johns es uno de los pocos casos que en su carrera como detective Arenas no pudo probar judicialmente. “Pero mi hipótesis sigue vigente: que a Jorge Matute lo golpearon afuera de la discoteca y lo hicieron desaparecer. Eso no ha cambiado en nada”, dice mientras toma un sorbo de café.

El caso fue reabierto en enero pasado a raíz de nuevos antecedentes presentados por la familia respecto de hechos que ocurrieron posteriormente a que se encontrara el cuerpo de Matute, en febrero de 2004. “Pero son hechos que se relacionan con mi investigación”, insiste el ex comisario.

Retirado hace seis años, hoy Héctor Arenas es profesor de Criminalística de la Escuela de Investigaciones, donde enseña a los nuevos policías a investigar. Parte de sus clases, teóricas y prácticas, las basa en su experiencia. Y en eso, la desaparición de Matute es un ejemplo claro, dice, de cómo la contaminación de un caso puede perjudicar una investigación para siempre.

“Se perdió mucho tiempo en investigar hechos que resultaron falsos”, dice mientras fuma un cigarrillo. Entre ellas, una pista que aún hoy le parece descabellada: un testigo sordomudo, a quien interrogó en lenguaje de señas, que aseguró haber sido secuestrado en un furgón blanco y haber visto en el mismo lugar a Matute malherido.

Para descartar el hecho, el equipo de Arenas estuvo un día completo en el peaje Chaimávida por donde el supuesto testigo dijo haber pasado: se percataron que había cientos de furgones blancos, con las mismas características, que transitaban a la misma hora que él indicaba.  “Parte de lo que he aprendido es aplicar el método de Karl Popper, que plantea que las hipótesis que resisten la falsificación son, probablemente, las más correctas. Él dice que la conjetura de si todos los cisnes son blancos no se resuelve en la búsqueda de cisnes blancos, sino en la de cisnes negros, ya que el primero que encuentras, echa por tierra de inmediato la hipótesis”, explica el ex policía.

Otra pesquisa en que se invirtieron muchas horas hombre, que eran clave para buscar a Matute, fue investigar el mandato inicial: si había o no policías en La Cucaracha la madrugada en que desapareció el universitario. Finalmente, dos carabineros de civil habían ido a la discoteca, pero la noche siguiente, mostrando sus placas para no pagar la entrada. Fueron sancionados.

“Se perdió tiempo valioso y eso perjudica en cualquier etapa una investigación. Hay dos tipos de información, una que es formal, que nace del proceso investigativo propiamente tal, como la entrevista a testigos que estuvieron en el lugar, y otra que ingresa por otras vías. El error estuvo en mezclar las dos, y eso se hizo mucho en este caso”.

Comunicacionalmente las cosas no fueron distintas. Desde un comienzo hubo contradicciones entre Investigaciones y Carabineros. Así, mientras en 2001 el informe de Arenas fue clave para procesar por obstrucción a la justicia a los siete jóvenes , otro documento elaborado por el entonces mayor de Carabineros, Andrés Ovalle, los exculpó y volvió a ubicar el sitio del suceso al interior del local.

El 4 de diciembre de 2005, el ministro Juan Rubilar, el segundo de los tres magistrados que ha tenido la causa, dejó sin efecto los procesamientos de los jóvenes -que siempre han insistido en su inocencia- y sobreseyó temporalmente el caso por falta de pruebas. A su vez, las pericias forenses que se realizaron entonces al cuerpo de Matute -hallado tres años después de los procesamientos-, no lograron establecer la causa de su muerte. Pero 10 años más tarde, con nuevas tecnologías y ante la reapertura del caso, podría haber un giro. 

“Hay una nueva puerta. Porque hay pericias que extrañamente desaparecieron del proceso y que ahora cobran vigencia”, insiste Arenas.

OPORTUNIDAD Y RENTABILIDAD
Hoy Héctor Arenas prepara un libro donde analiza todos los casos que le ha tocado investigar. Se llama Análisis Criminal Forense. En él, el ex detective -que también indagó en 1998 el homicidio de la asesora del Ministerio de Vivienda, Marcela Casanueva, en manos de la matrona Ema Pinto- repasa cómo funcionan las mentes criminales y la importancia del sitio del suceso. El caso Matute es uno de ellos. Hace dos años también fue parte de su tesis de Magíster de Inteligencia Comunicacional en la Universidad Mayor, que tituló Impacto del discurso mediático en la investigación policial del caso de Jorge Matute Johns.

En el libro, Arenas cuenta cómo solucionaron problemas de investigación en el caso Matute, la diversidad de los testigos y la manera de evitar la contaminación de los procesos. También perfila  a los criminales que ha perseguido en su trabajo como detective.

Arenas, además, después del caso Matute, trabajó durante tres años para Naciones Unidas en la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, donde investigó varios crímenes y secuestros perpetrados por el cartel narco Los Zetas, además de casos de corrupción institucional que involucraba al Estado y a la policía.

Uno de ellos fue la muerte en 2009 del abogado Rodrigo Rosemberg, que durante meses fue un enigma en Guatemala, luego de que él mismo grabara un video en el que la anunciaba: “Si usted está viendo este mensaje, es porque fui asesinado por el presidente”.

Cuando Arenas fue llamado a investigar su muerte, que provocó una crisis política en Guatemala, llegó a una conclusión inesperada. Al punto, que la primera línea del informe que entregó al titular de la comisión, el jurista español Carlos Castresana, decía: “Lo que voy a decir a continuación puede parecer una locura, pero Rodrigo Rosemberg se mandó a matar”.

El ex comisario probó entonces que el abogado estaba tan afectado por el asesinato  de su ex amante y el padre de ésta, que ocurrió un mes antes de su muerte, que decidió contratar a unos sicarios para que lo mataran. De paso, evidenciaba así la situación crítica que se vivía en Guatemala. “Finalmente, sus homicidas confesaron el crimen” dice el ex policía, quien declaró en 2010 como perito en el juicio.

Arenas, quien hoy asesora en investigación criminal a la Unión Europea, dice que con la distancia que le da el tiempo, ha llegado a la misma conclusión que cuando empezó a trabajar como detective de homicidios: “Los crímenes son mucho más simples y sencillos de lo que uno cree. Porque lo que prima en los seres humanos son criterios de oportunidad y rentabilidad. Y siempre está implicado el principio del menor gasto de energía”.

-Y si son tan sencillos, ¿por qué la muerte de Jorge Matute sigue siendo un caso sin resolver?
-Porque han existido una serie de factores que impiden separar lo importante de lo accesorio. Ésa es la razón. No hay otra.

-¿Qué destino ve en la reapertura del caso?
-El caso no se va a resolver nunca si es que se sigue investigando de la misma forma en que se ha hecho en estos 15 años. Es decir, se requiere de una persona que tenga capacidad de análisis y a quien no le tiemble la mano.

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