Por Danilo Díaz, desde Río de Janeiro Junio 19, 2014

Suceda lo que suceda en este Mundial, el fútbol chileno y sus protagonistas tienen otro estatus. Manuel Pellegrini es el técnico campeón de la Premier League, Claudio Bravo acaba de ser fichado por el Barcelona y Alexis Sánchez impone jornada a jornada su estatura de crack.

Restaba menos de una hora para el inicio del partido entre Chile y España cuando me dirijo a la entrada del Media Centre del Estadio Maracaná. De pronto un ruido similar al de una cañería que se rompe. Veo a un funcionario de la FIFA correr desesperado.

Un tropel de hinchas chilenos, con sus camisetas de la selección, ingresan a toda velocidad, desatando el caos. Los periodistas y fotógrafos protegen sus equipos, pero el objetivo es uno solo: “¿Dónde están las entradas?”, “¿Por dónde nos metemos al estadio?”, gritan. La mayoría son muy jóvenes, pero también se aprecia gente de 50 o más años, mujeres, todos desatados en busca del tesoro.

Una escena brutal, que generó el mayor escándalo en la historia de la Copa del Mundo. Nunca se produjo un hecho de esta magnitud, con los asaltantes ingresando hasta la zona aledaña a la cancha del Maracaná. Confieso que sentí miedo en un comienzo, porque la situación era incierta.

El mundo conoció a los flaites, a la cultura flaitonga, que no tiene nada que ver con la pobreza. Es simplemente esa lógica de quererlas todas, de pensar que todo se debe hacer a la pinta mía y pobre del que me contradiga. Río de Janeiro fue testigo. Rompieron un vidrio, los paneles de la sala de prensa, dejando en claro que los problemas que apreciamos en cada manifestación pública requieren una política clara, sin anestesia ni eufemismos. Y esto no es ser fascista ni mala onda. Se trata de convivir como la gente civilizada.

Me dio vergüenza que todos los colegas dijeran “mira lo que hacen los chilenos”. Las hordas de Atila vestidas de rojo habían pasado por Cuiabá, en el triunfo ante Australia por 3 a 1. Y en el Maracaná, justo en el instante en que nos despojábamos de la maldición del engaño de Roberto Rojas surge este papelón.


 

LA GLORIA ROJA
Se sabía, cuando se sortearon los grupos, que Chile debía cumplir una campaña soberbia para avanzar a octavos de final. Pensar en llegar clasificado al segundo partido resultaba una agresión al sentido común. Pero en el fútbol se demuestra, una vez más, que dos más dos no son cuatro. Jorge Sampaoli construyó un cuadro sólido, efectivo y solidario para ganar los dos primeros partidos y eliminar en la jornada más brillante de nuestra historia al campeón del mundo y bicampeón de Europa.

España llegaba con las heridas aún abiertas por la goleada ante Holanda. Un 5-1 impensado, que expuso cierto agotamiento de las ideas y una alarmante falta de frescura en una plantilla que se instaló con autoridad en la historia grande del fútbol.

Con la ambición a flor de piel, pero con una propuesta técnica aceitada, reflejando una identidad y ante todo un orden sobresaliente, hubo una superioridad manifiesta sobre el oponente. Si en un comienzo existía algún espacio para que David Silva manejara la pelota, pronto Marcelo Díaz se encargó de tomarlo y apurarlo en las decisiones.

Alexis Sánchez, Arturo Vidal -el de la recuperación milagrosa- y Eduardo Vargas impidieron que el rival se armara. Lo dijo Sampaoli en la rueda de prensa. Era fundamental impedir que los zagueros centrales españoles subieran hasta la mitad del campo con el balón y empezaran a distribuir la pelota. Ellos son el punto de partida en un formato donde el pase es la idea matriz.

En la hora de los balances y las proyecciones, la realidad nos indica que suceda lo que suceda en este Mundial, el fútbol chileno y sus protagonistas tienen otro estatus. Manuel Pellegrini es el técnico campeón de la Premier League, Claudio Bravo acaba de ser fichado por el Barcelona y Alexis Sánchez impone jornada a jornada su estatura de crack. El capitán y el tocopillano reiniciarán sus campañas en la temporada europea con otros aires. Esos que sólo se consiguen en la Copa del Mundo, el torneo donde se construyen los mitos.

¿Qué faltó? Un gol de Alexis Sánchez para que la prensa, que se mofó de su frase “soy un jugadorazo”, sintiera que la venganza es un plato que se come frío…

El futuro inmediato es complejo. Holanda representa la idea fuerza que inspiró a Marcelo Bielsa y todos sus continuadores. El manejo de la pelota prolijo, a ras de piso, con triangulaciones permanentes y la búsqueda del espacio, con las bandas siempre como vía de ataque, con la lógica del toco y voy a buscar, llegó para quedarse.

Es complejo abandonar este predicamento con los buenos resultados obtenidos, sumando además que cuando se abandonó  el modelo, en la era Borghi, el equipo extravió su sentido de orientación.

El 2-0 de Maracaná, con una multitud de chilenos en las tribunas y en las calles, jamás lo olvidaremos. Es una postal brillante en una clasificación que se transforma en una epopeya. En segunda ronda, una fecha antes, es maravilloso.

La revisión de los nombres nos dice que Bravo es la columna. Gary Medel jugó quizás el mejor partido de su carrera; Gonzalo Jara reitera su seriedad, rapidez y regularidad; Charles Aránguiz, técnico y con movilidad, hace fácil el funcionamiento. Su compañero en la organización, Marcelo Díaz, mejor resguardado que en Cuiabá ante Australia, brindó una lección. Su comprensión del juego le permite convertirse en el barómetro del equipo.

Vidal conmueve con su esfuerzo, a pesar de que no llegó en plenitud por su operación en la rodilla derecha. Sánchez nos dice en cada acción que es un elegido y que su techo está lejos de asomar, mientras Vargas define con sutileza en el tanto inicial a Iker Casillas.

Dimensionemos lo que hizo este plantel. Eliminó con autoridad al campeón del mundo. Nos asombran, pero ya no sorprende que nos asombren. Como tampoco, seamos sinceros, que la Marea Roja pasee por el mundo lo peor de ese Chile winner, atorrante y ordinario que surgió en los años 90, cuando a algún avispado se le ocurrió decir que éramos jaguares.

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