Por Juan Andrés Quezada Septiembre 5, 2013

© Fernando Rodríguez

"Tengo el más amplio criterio para entender a la gente de izquierda, especialmente a aquella que sufrió los efectos de nuestra intervención. Pero desde el punto de vista político, no tengo motivos para pedir perdón: impedimos una guerra civil, se trató de hacer progresar al país y de impulsar una institucionalidad que nos permitiera llevar a Chile a los niveles en que hoy está".


"Los que tuvimos que vivir ese período (gobierno militar) estamos conscientes de que se hizo con un sentido patriótico. Y felizmente tuvimos el concurso de valiosos chilenos, que no eran políticos, y que se integraron a nuestro gobierno, se esforzaron y lucharon para sacar adelante el país".


El 10 de septiembre de 1973, el capitán Guillermo Garín, de 36 años, se encontraba participando en un juego de guerra, cuando un superior suspendió abruptamente la  actividad y comenzó a designar a él y a sus compañeros a diferentes reparticiones. “A mí me tocó la Escuela Militar, donde trabajé intensamente por varios días en que no vimos a nuestras familias. Desde ese momento, toda mi carrera estuvo marcada por el 11 de septiembre del 73”, cuenta el general (R) Guillermo Garín, uno de los hombres de más confianza de Augusto Pinochet. Hoy, con varios kilos de menos, pero con su mismo pelo negro peinado hacia atrás y su fino bigote blanco, cuenta que en ese momento su hijo menor tenía un año. Hoy tiene 41 años, es teniente coronel del Ejército y va todos los domingos a almorzar junto a su familia a su casa, pero no conversan de política ni de los 40 años del golpe. “No es tema en la familia, yo respeto el tema militar y entiendo muy bien que la política no debe contaminar en absoluto a la institución, que es la última reserva que tiene el país y que sigue siendo reconocida, a pesar de esta tremenda ofensiva comunicacional de hoy,  que lo único que está haciendo es exacerbar el odio”, señala Garín.

-¿Ha visto alguno de los documentales que se han hecho en la TV por los 40 años? Como el de Chilevisión, Las Imágenes Prohibidas...

-Se va a reír, pero expresamente no los he visto. A pesar de que mi mujer me reta y todas las semanas insiste en que los vea, no lo he hecho. He conversado con mucha gente que lo primero que me pregunta es “¿viste 11 íntimo, viste Las imágenes prohibidas?”. Y les respondo que no. Por lo que me cuentan, hay una tendencia a la interpretación sesgada y no se destacan bien las razones que nos llevaron a intervenir en septiembre del 73, que es lo que debiéramos tener presente todos los chilenos para que efectivamente no se repitan acontecimientos como ése. 

-¿Por qué no quiere ver esos programas?

-Porque estoy saturado de ese tipo de cosas, y la mayor cantidad de las veces no es grato para mí ver eso. Sinceramente me ha sorprendido esta ofensiva en la televisión. Son los 40 años, de acuerdo, pero creo que a lo único que contribuye es a alimentar el odio.  

-¿Qué debe pasar para que Chile dé vuelta la página?

-Que todos los que vivimos este período pasemos a mejor vida. Tras la guerra civil de 1891, se dictaron cuatro leyes de amnistía tendientes a eliminar las culpas de todas las brutalidades que se habían cometido. A los cuatro años, el país había superado las divisiones. Los padres que vivieron esa situación no les inculcaron a sus hijos el odio que se vivió en esa guerra civil y eso es lo grave de ahora.

-Usted es vicepresidente de la Fundación Pinochet, ¿van a conmemorar este 11?

-Es un aniversario más y, como le decía, hemos sido sorprendidos por esta tremenda ofensiva que, entendemos, está motivada por ser un año electoral. En la fundación hay mucha gente independiente, apolítica... A toda esa gente que hace seis años usted vio durante el funeral de mi general Pinochet esta ofensiva no le agrada. 

-¿A usted lo interpretó el “nunca más” que hizo Juan Emilio Cheyre como comandante en jefe del Ejército? 

-La interpretación que le dieron los medios de comunicación y algunos sectores interesados por supuesto que no la compartí. El mismo presidente Aylwin en el momento de presentar  el Informe Rettig ya  había hablado del “nunca más” y seguramente, después de la revolución del 91, no me cabe la menor duda que alguna autoridad debe haber dicho nunca más. Yo no la habría hecho porque fue una declaración de índole política que fue explotada muy negativamente contra el sector nuestro, y así lo ha sido. 

-En su momento se entendió como una política institucional…

-Ésa es una mala interpretación, que tampoco comparto. Las políticas institucionales son de índole militar y una política institucional con contenido político no es propia del Ejército. En ese tiempo también se habló de que era una política institucional lo que se ha llamado la persecución de los derechos humanos. Tampoco. Por el contrario, yo era capitán en esos primeros años y las instrucciones -y yo mismo actué así, tengo pruebas- eran defender a la mayoría de los chilenos e impedir cualquier exceso. Ante las explosiones violentas, los militares tuvieron que reaccionar y algunos cometieron excesos. 

-¿Qué piensa del perdón que pidió el senador Hernán Larraín?

-No lo entiendo, porque uno pide perdón cuando ha cometido un acto reprochable contra una  persona o contra organizaciones, pero no es el caso del senador Larraín. Ahora, si detrás de su perdón hay una buena causa política, conforme, lo entiendo. 

-Piñera habló el domingo en La Tercera  de “cómplices pasivos”, las personas que sabían de los atropellos a los derechos humanos, pero no hicieron nada…

-Puede ser eso, pero también podríamos decir que hoy también hay cómplices activos, personas de la izquierda que en esos años estaban volcadas a apoyar un determinado sector político y ahora...

-¿Usted estaría dispuesto a pedir perdón por algo?

-Toda mi vida he procurado actuar de la forma más recta posible. En la vida militar uno tiene graves riesgos de cometer injusticias, y no estoy hablando de la cosa política, sino de la cosa militar, donde incluso he parecido hasta débil, porque un general que ha tenido la responsabilidad que yo tuve no puede parecer temeroso. Ahora, desde el punto de vista político, felizmente no tengo nada por lo cual pedir perdón, y se lo digo muy sinceramente. Tengo el más amplio criterio para entender a la gente de izquierda, especialmente aquella que sufrió los efectos de nuestra intervención. Quienes perdieron a un hijo, a un padre, a un amigo, tienen derecho a sentir el mayor dolor posible. Eso lo comprendo, pero que transmitan ese odio a sus hijos no es positivo para el país.  Desde el punto de vista político, yo me siento profundamente orgulloso de haber intervenido y de haber trabajado en los niveles que  he estado, fundamentalmente en la etapa final, que fue la transición, como un testigo privilegiado de lo que se hizo por Chile.  No tengo motivos específicos como para estar pidiendo perdón: impedimos una guerra civil y luego se trató por todos los medios de hacer progresar al país, de desarrollar una institucionalidad que nos permitiera llevar a Chile a los niveles en que hoy está. 

-¿Y por haber pertenecido a una institución que se ha demostrado que violó los derechos humanos?

-La institución no violó los derechos humanos. En medio de esta lucha hubo personas que cometieron aberraciones. Algunos de los nuestros tuvieron que trabajar en todo el tema de seguridad y lo hicieron de forma bastante independiente. Tuvieron que dar la lucha contra un enemigo que no conocíamos cuál era su dimensión, su orientación, pero que había hecho ostentación y que amenazaba al resto de los chilenos. 

-¿A usted nunca le tocó ir a uno de esos organismos de seguridad?

-Felizmente no, pero a todos nos pudo tocar. De acuerdo a nuestro reglamento de disciplin, uno tiene que declararse siempre conforme con el puesto en el que es designado y con la paga que recibe. El militar es así y, en consecuencia, si los destinaron, tienen que acatar. A lo mejor la mayor parte de ellos no quería ir a esos lugares, porque sabían que era complejo, pero debieron hacerlo. Muchos  compañeros hoy están procesados y algunos injustamente. Por eso hay leyes de amnistía y de prescripción que deberían haber sido aplicadas para evitar ese tipo de injusticia, porque cuando se juzga 40 años después, existe el riesgo de cometer injusticias. 

-¿Le parece injusto lo que pasó con Cheyre y el Servel, a raíz del caso Lejderman?

-Su salida estuvo contaminada políticamente y él debió tomar una decisión personal y  política, replegarse y dejar la presidencia del Servel. Sí me parece  injusto, que se le persiga por una cosa que él tenía que cumplir en su momento, llevar a la guagua donde las monjas.

-¿Cómo ve hoy la imagen de Pinochet?

-Como una persona atacada. Él sabía que eso iba a suceder…

-¿Lo conversaron antes de que el muriera?

-Cuando yo estaba de vicecomandante en jefe del Ejército, yo tenía que hacer de nexo entre la institución y el gobierno y las autoridades políticas, y veía con bastante tranquilidad esta transición que estábamos viviendo. Había diálogo, se podían arreglar situaciones, se aclaraban y se enviaban los antecedentes que se requerían. Pero posteriormente se intensificó fuertemente el ataque al presidente Pinochet y se puso más difícil la cosa. Muchas veces, yo le llevaba información y le decía: “Mire general, están diciendo esto de usted y esto otro...”, pero él nunca se quejó… 

Al concluir la entrevista, Garín saca unas anotaciones realizadas por él momentos antes, según explica. Dice que quiere marcar un punto, que aparte de las Fuerzas Armadas, en el gobierno de Pinochet participaron muchos civiles y que fue apoyado por muchos chilenos que eran independientes. “Los que tuvimos que vivir ese período estamos conscientes de que se hizo con un sentido patriótico. Y felizmente tuvimos el concurso de valiosos chilenos, que no eran políticos, y que se integraron a nuestro gobierno y lucharon para sacar adelante el país,  que estaba destruido desde todo punto de vista, económico, institucional, de la seguridad nacional, de la defensa, de la seguridad ciudadana.  Yo tuve contacto con democratacristianos, incluso con gente que era de izquierda que colaboró con nosotros... Es decir, hubo muchos civiles que tenían la idea de sacar adelante al país”.  

-Los partidos de la derecha también se han desmarcado de la figura de Pinochet...

-La derecha está en lo suyo, en la cosa electoral. Evidentemente, yo sí hubiese esperado una mayor preocupación del sector sobre el tema de la justicia, pero está de moda lo que es políticamente correcto. Lo que no comprendo es que hoy nadie se atreva a decir que votó por el Sí, porque en su momento lo hicieron convencidos de que eso estaba bien. Hay que ser consecuente, mantener la línea.

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